El
accidente minero
que causó al menos 282 muertos en Turquía avivó las protestas contra el gobierno del primer ministro islamista conservador Recep Tayyip Erdogan, con una huelga y manifestaciones reprimidas por la policía.
La policía antidisturbios lanzó gases lacrimógenos para dispersar a una multitud de 20.000 manifestantes que denunciaban en Esmirna (oeste) lo que consideran la negligencia industrial más grave del gobierno registrada en Turquía, según la agencia de prensa Dogan.
Kani Beko, presidente de DISK (Confederación de los Sindicatos Revolucionarios de Turquía), uno de los principales sindicatos de obreros del país, fue hospitalizado tras la violenta carga policial.
En Ankara, la policía recurrió a las granadas lacrimógenas y a los cañones de agua para dispersar a 200 personas concentradas en la céntrica plaza de Kizilay.
"Esto no es ni un accidente ni el destino, es una masacre", proclamaba una banderola desplegada en la capital por un militante sindicalista que llamaba al gobierno a dimitir.
Otras manifestaciones se organizaron en varias ciudades.
Cuatro sindicatos decretaron el jueves una jornada de huelga en todo el país en homenaje a los mineros muertos en el accidente de la mina de carbón de Soma, a un centenar de kilómetros la noreste de Esmirna.
Acusan al gobierno de haber ignorado repetidas advertencias sobre la inseguridad de las minas en Turquía.
El miércoles Erdogan se desplazó personalmente a Soma, donde fue increpado por decenas de habitantes enfurecidos y prometió que se llevarían a cabo investigaciones sobre la causa del desastre, pero rechazó las acusaciones, afirmando que "estos accidentes ocurren".
Un asesor de Erdogan fue fotografiado dando patadas a un manifestante en Soma, lo que desencadenó la ira en las redes sociales.
La desesperación y la ira aumentaban a medida que disminuye la esperanza de rescatar con vida a docenas de mineros que permanecían prisioneros en la mina.
- Cerca de 90 mineros todavía atrapados -
"A las 08H00 (locales) tenemos 282 muertos", dijo en la mañana del jueves Taner Yildiz, el ministro de Energía. El balance precedente era de 274 muertos.
Según las autoridades, todavía quedan en la mina unos 90 mineros, pero las posibilidades de que haya sobrevivientes son casi nulas.
El presidente turco Abdulá Gül llegó el jueves al lugar del drama y fue también blanco de las protestas, aunque más moderadas, según los medios.
Los familiares de los mineros que murieron en esta catástrofe comenzaron a recuperar los cadáveres de sus parientes en un almacén que se utiliza como morgue improvisada en Kirkagac, a pocos kilómetros de Soma.
Sentado ante la puerta del complejo, Alaattin Menguçek llegó desde Esmirna para recuperar el cuerpo de su hijo.
"Espero por mi hijo. Le he perdido en la mina, acababa de ser padre hace ocho meses", dijo a la AFP el hombre, resignado.
La catástrofe aumentó la presión sobre Erdogan, quien tuvo que enfrentar protestas masivas a mediados del año pasado y un gigantesco escándalo de corrupción que involucró a sus familiares y aliados en los últimos meses.
"Si las acusaciones de negligencia en la mina se demuestran, tendrán un precio político. Un acontecimiento semejante haría más convincentes las acusaciones de corrupción contra el gobierno", declaró a la AFP el profesor Ilter Turan de la Universidad Bilgi de Estambul.
El miércoles, miles de manifestantes se enfrentaron a la policía en Ankara y Estambul.
En total, unos 787 mineros se encontraban en las galerías subterráneas el martes en el momento de la deflagración, cuyas causas no se han determinado.
Según los medios locales, tres semanas antes de la catástrofe, el Parlamento se negó a formar una comisión para hacer un informe sobre la seguridad en las minas de Turquía. Los tres partidos en la oposición sometieron propuestas que han sido rechazadas por el AKP, el Partido para la Justicia y el Desarrollo en el poder.
El ministerio de Trabajo respondió que la mina de Soma fue controlada en marzo y que no se informó de ninguna violación de la reglamentación en vigor.
Las explosiones en las minas de carbón son comunes en Turquía, principalmente en el sector privado, donde a menudo no se respetan las reglas de seguridad.