La respuesta del cardenal no era la que Yolanda Martínez esperaba, o estaba dispuesta a soportar.
Su hijo había sido abusado sexualmente por uno de los sacerdotes de los Legionarios de Cristo, una orden religiosa manchada por la pederastia, y la mujer llamaba al cardenal Velasio de Paolis –el funcionario del Vaticano designado por el Papa para liderar y limpiar la congregación– para contarle el acuerdo que la orden le proponía y transmitirle toda su furia.
Los términos eran contundentes: la familia de Martínez recibiría 16 mil dólares por parte de los Legionarios, pero a cambio su hijo tendría que retractarse del testimonio que dio a los fiscales de Milán en el que dijo que un legionario había abusado de él varias veces cuando tenía 12 años y estudiaba en un seminario de la orden en el norte de Italia. Es decir, le ofrecían dinero por mentir.
El cardenal no parecía sorprendido. No compartía su indignación y se le escapó una risita entre dientes.
Le dijo que no debería firmar el acuerdo pero sí tratar de llegar a otro pacto sin necesidad de abogados. "Los abogados complican las cosas. Incluso las Escrituras dicen que entre cristianos debemos encontrar acuerdos''.
La conversación entre la indignada madre y el enviado personal del papa Benedicto XVI fue intervenida. La grabación es una prueba clave en un juicio penal que comenzará en marzo en Milán. Los fiscales alegan que los abogados y los legionarios intentaron obstruir a la justicia y extorsionar a la familia de Martínez al ofrecerles dinero para retractarse de un testimonio dado ante las autoridades con la esperanza de anular la investigación criminal sobre el abusador, el sacerdote mejicano Vladimir Reséndiz Gutiérrez.
¿Misión cumplida?
De Paolis está hoy más allá de la justicia terrenal: falleció en 2017 y no hay pruebas de si supo o aprobó, antes de ser presentada, la oferta a Martínez. Pero la grabación y los documentos incautados cuando la policía allanó la sede de los Legionarios en Roma en 2014, muestran que se había hecho de la vista gorda ante los superiores que protegían a pederastas.
Además, las evidencias demuestran que cuando De Paolis se enteró de los crímenes de Reséndiz, en 2011, aprobó una investigación canónica interna pero no denunció al sacerdote ante la policía. Y cuando supo, dos años después, que otros legionarios aparentemente trataban de impedir la investigación, el delegado del papa tampoco lo denunció.
Horas después de hablar con Martínez, De Paolis inauguraba la asamblea general de los Legionarios de 2014 en la que se dio formalmente por concluido el mandato encargado por el pontífice para reformar y purificar la orden religiosa.
Los Legionarios estaban "curados y limpios'', dijo el cardenal.
La realidad era otra. Su misión no se había cumplido.
La vieja guardia
En 2010, el papa Benedicto le había confiado a De Paolis, uno de los abogados canónicos más respetados del Vaticano, dar un giro a los Legionarios después de las revelaciones de que su fundador, el fallecido Marcial Maciel, había violado a sus seminaristas, era padre de tres hijos y había construido un sistema de poder basado en los abusos, el silencio y la obediencia para ocultar sus crímenes.
Hubo peticiones para que el Vaticano acabara con la orden, pero Benedicto decidió no hacerlo, aparentemente porque la congregación era demasiado grande y demasiado rica. En su lugar, optó por un proceso de reforma y dio a De Paolis todo el poder posible para reconstruir a los Legionarios.
Pero desde el inicio, De Paolis se negó a tocar a la vieja guardia de Maciel, que permanece en el poder hoy en día; se negó a investigar el encubrimiento de los crímenes del fundador; se negó a reabrir las denuncias contra otros sacerdotes pederastas a pesar de que los violadores permanecían en las filas de los Legionarios y sin castigo.
Denuncia clave
Últimamente, las víctimas de los Legionarios parecen cada vez más animadas a alzar la voz públicamente para intentar que se haga justicia y se multiplican las historias que narran abusos sexuales, psicológicos y espirituales y que describen cómo la cultura del secretismo y encubrimiento de los Legionarios se ha mantenido intacta.
"Dicen estar cerca de las víctimas y ayudar a sus familias'', comenta Martínez en su casa en Milán. "Mi testimonio es que esto no sucedió''.
A esta española de 54 años y madre de tres hijos afincada desde hace décadas en Italia, le faltan las palabras cuando recuerda el día que recibió la llamada telefónica del psicólogo de su hijo mayor. Era marzo de 2013. El adolescente iba a terapia por consejo de su novia de la secundaria y la mujer pensó que el psicólogo le iba a decir que su hijo había dejado embarazado a la chica.
Nada de eso
El doctor Gian Piero Guidetti le explicó que durante la terapia su hijo le había confesado que Reséndiz había abusado sexualmente de él de forma reiterada desde 2008, cuando era estudiante en el seminario de los Legionarios en Gozzano, cerca de la frontera de Italia con Suiza. Guidetti, también sacerdote, les dijo que como médico tenía la obligación de denunciar el crimen a las autoridades.
Su denuncia, y el testimonio del hijo de Martínez, provocaron la apertura de una investigación penal que culminó con la condena de Reséndiz en 2019, confirmada este enero. El legionario, de 43 años, fue condenado en ausencia y se cree que vive en Guadalajara, en el oeste de México.
Reséndiz tiene hasta finales de marzo para apelar la sentencia de seis años y medio de prisión ante el máximo tribunal de Italia.
Manipulación
Aunque los fiscales de Milán supieron de la pederastia de Reséndiz por primera vez en marzo de 2013, cuando la reportó el terapeuta, sus crímenes eran noticias viejas tanto para el Vaticano como para los Legionarios.
La congregación admite haber recibido un primer informe de sus abusos el 6 de marzo de 2011. La víctima era otro chico también estudiante en Gozzano. Ese joven, un austriaco, le contó a un legionario el caso, el sacerdote le recomendó que informara a la oficina de la Iglesia en Austria que recibe denuncias por abusos y el joven lo hizo.
Por otro lado, los Legionarios se enteraron de otra posible víctima en Venezuela, a donde Reséndiz había sido enviado desde Gozzano en 2008, después de abusar del hijo de Martínez.
Ni los Legionarios ni el Vaticano informaron nunca a la policía italiana. La Santa Sede no exige que los clérigos denuncien sus sospechas de abuso sexual infantil. Italia tampoco.
Cuando la policía finalmente se enteró del caso, en marzo de 2013, descubrieron la elaborada trama para mantener ocultos los crímenes de Reséndiz. Según un correo electrónico incautado por la policía italiana -escrito el 16 de marzo de 2011, 10 días después de que la orden recibiera por primera vez la denuncia austríaca–, un abogado de los Legionarios recomendó a uno de los superiores más poderosos de la orden, el padre Gabriel Sotres, que uno de sus sacerdotes fuera a Austria a ver a la víctima.
El propósito de la visita, escribieron los fiscales al resumir el intercambio de correos, "era hablar con el hermano mayor (del chico) y convencerlo de que no se lo dijera a sus padres y no fuera a la policía, porque eso podría causar problemas serios no solo a los Legionarios sino también al padre Vladimir, a los demás sacerdotes involucrados y a la víctima y su familia''.
Los Legionarios dijeron que Reséndiz fue retirado del ministerio sacerdotal y de su trabajo con jóvenes en Venezuela a los pocos días de recibir el informe inicial austriaco. Pero los correos electrónicos incautados indican que no necesariamente se aplicaron esas restricciones: un correo del 20 de diciembre de 2012 sugiere que en Colombia Reséndiz era confesor en escuelas y celebraba misas, lo que propició que los líderes de la orden recomendaran finalmente que fuera enviado a México para recibir terapia psicológica, y se le asignara después a un puesto administrativo "donde no conocieran su situación''.
Finalmente, como parte de la investigación interna de la Iglesia, Reséndiz confesó, pero sólo a las autoridades de los Legionarios y del Vaticano, y únicamente sobre otros chicos de quienes abusó, no del hijo de Martínez.
"Reconozco sinceramente mi terrible comportamiento como sacerdote'', escribió al funcionario del Vaticano a cargo de la oficina de delitos sexuales, el cardenal Gerhard Mueller, en 2012. ``De verdad viví en el infierno cuando estos tristes hechos ocurrieron. Reconozco la gravedad de los actos que cometí y humildemente pido perdón a la Iglesia por estos hechos tristes y dolorosos".
El Vaticano lo destituyo el 5 de abril de 2013, apenas unas semanas después de que los fiscales italianos se enteraran del caso del hijo de Martínez.
Segunda violación
Mientras tanto, Martínez y su familia lidiaban con el trauma que los abusos habían provocado en su hijo.
"Tenía pesadillas. No me dejaba tocarlo'', recuerda la madre. "No podía soportar que alguien estuviera cerca de él''. En una ocasión, evitaron que se tirara al metro cuando llegaba un tren.
Martínez había estado en contacto regular con el legionario que era director espiritual de su esposo, el padre Luca Gallizia, el sacerdote que se convirtió en el único vínculo entre la familia y la congregación cuando todos los miembros de su círculo social Regnum Christi cortaron todo contacto con ellos, aparentemente por orden de los líderes de la orden.
Gallizia viajó a Milán para reunirse con Martínez el 18 de octubre de 2013. Llevaba consigo una propuesta de acuerdo para compensar a la familia. Se reunieron en una habitación junto al patio de la basílica de Sant Eustorgio, donde Martínez trabajaba. Cuando la mujer fue a abrir la carta, el sacerdote la detuvo y le pidió que lo hiciera luego, en su casa.
Cuando el matrimonio la leyó, no daba crédito de lo que ahí estaba escrito.
"Fue una segunda violación, porque para todos los efectos y objetivos, en esa carta nos pidieron que negáramos los hechos. Y para nosotros eso fue una puñalada por la espalda porque nos la trajo nuestro padre espiritual. Él sabía todo sobre nosotros porque mi esposo confiaba en él. Y eso lo hizo aún más doloroso''.