En general, en las provincias, se utiliza el mecanismo de las regalías para compensar a los Estados por la explotación de recursos del subsuelo que, por naturaleza, son no renovables. Estos recursos del subsuelo son, por definición constitucional, propiedad de las provincias que son, luego, el Poder concedente que permite la explotación de dicho recurso.
Esto parece razonable bajo el concepto constitucional de la propiedad del subsuelo para el Estado, por tratarse de recursos no renovables.
Pero la propuesta de Chubut de cobrarle un impuesto por el uso del viento a las empresas generadoras de energía eólica parece un disparate por tratarse de un recurso renovable como el viento y es solo una forma más de parte del Estado de querer apropiarse de forma ilegítima de la renta de un negocio que requiere grandes inversiones porque el viento no es propiedad del Estado sino un recurso de libre disponibilidad cuyo uso público puede reglamentarse pero no gravarse. Pero esto que hoy nos parece un disparate tiene antecedentes discutibles acá y en el exterior. En nuestro país el más cercano es el que se generó cuando la vieja Agua y Energía Eléctrica de la Nación construía represas para generación hidroeléctricas. En aquella oportunidad, las provincias, que tienen el dominio sobre los cursos de agua que nacen y mueren en su territorio o que comparten la cuenca con otras, decidieron reclamar el pago de regalías por el uso del agua y esas regalías se calculan sobre la generación eléctrica. Es de dudosa legitimidad el derecho de cobrar regalías por el uso renovable del agua de los ríos ya que el agua pasa por los generadores y sigue su recorrido, lo que implica que no hay gasto.
En el exterior, el antecedente más cercano fue el impuesto al sol, que se aplicó en algunas provincias españolas a las generadoras de energía solar térmica por una presión de las tradicionales generadoras que usan combustibles fósiles aduciendo que las solares tiene ventajas por trabajar con un insumo sin costo, como el sol. En varias provincias se puso un impuesto al sol, a pesar que en algunos lados la justicia ordenó su revocación. No obstante, el tema sigue en discusión en los altos tribunales de la justicia española.
Cualquiera sea la forma que adquiera el tema estamos frente a una nueva manifestación de las formas en las que el Estado (incluyendo a la clase política y la burocracia estatal) interviene de manera ilegítima en la actividad privada con el solo objeto de adueñarse de una parte del negocio, pero sin arriesgar capital. Dibujado como impuesto, como regalía o como derecho, lo cierto es que el objetivo es quedarse con una parte de los producido transformándose en un costo más de la explotación.
Los parques solares o los eólicos requieren inversiones muy grandes y están sujetos a variables naturales distintas las centrales térmicas, que pueden producir de acuerdo a la demanda. De hecho, los parques solares dependen de la cantidad de sol disponible y, por supuesto, no pueden generar de noche, lo que baja el nivel de productividad del capital.
Los parques eólicos dependen de la cantidad de vientos que, aunque en promedio seanlos aceptables, no son iguales en todo el día.
No obstante todo esto, no es aceptable que el Estado siga avanzando en forma ilimitada sobre la economía porque lo único que consigue es espantar a los inversores y, además, no se justifica ya que el único objetivo es seguir agrandando la burocracia del Estado y alimentando a un monstruo insaciable que avanza sobre la vida privada de la persona de forma despótica y absolutista.
Esta intervención sobre las actividades económicas parece una repetición de los argumentos que tiene los funcionarios corruptos cuando tiene que autorizar una inversión la apertura de un negocio. Los corruptos dicen “si firmo vos vas a ganar plata con mi autorización. Yo quiero una parte”.
Cuantas más posibilidades tiene la burocracia de intervenir sobre las actividades privadas, mayores serás las posibilidades de corrupción, y esto se repite en todas las contrataciones, en la medida que haya un sistema transparente.
Los impuestos son muy gravosos y más que agrandarlos hay que eliminarlos. Pero sobre todo, hay que cambiar el sistema de funcionamiento del Estado, porque este sistema se retroalimenta por sí mismo siempre requiere más impuestos para sobrevivir. Hasta impuestos al viento y al sol.