La casa transformada en negocio, en este caso de venta de alimentos y bebidas, viene creciendo en el Gran Mendoza.
Según datos aportados por los propios municipios, en 2013 en Godoy Cruz había 7.323 almacenes, en tanto que en 2014 se sumaron 127 negocios, lo que permitió cerrar el año pasado con 7.450 almacenes. En Guaymallén la suba fue evidente y de 6.400 locales se saltó a 15.938, en tanto en la Capital el crecimiento fue más leve y de 292 almacenes registrados en 2013, el 2014 cerró con 298 despensas.
El desarrollo de este tipo de negocios no viene de la mano del crecimiento económico sino que está traccionado por realidades como recesión, desempleo y la licuación de los salarios frente a la inflación.
“En mi opinión, la gente busca abultar sus ingresos mensuales y el tener un almacén en su casa puede posibilitarles llegar a fin de mes”, apuntó Miguel Catalano, director de Rentas del municipio de Godoy Cruz.
En el caso de ese departamento, Catalano afirmó que existe una política de promoción direccionada a apuntalar al comercio minorista.
En Capital, el director de Comercio e Inspección General perteneciente a la Secretaría de Comercio también afirmó que el crecimiento de los almacenes ha sido evidente aunque bastante menor que en otras comunas. “Este tipo de negocios no elige la zona del microcentro sino que son mucho más numerosos en los barrios”, aclaró el funcionario.
En Guaymallén, el departamento que experimentó un crecimiento mayor de todas las categorías de comercio minorista que incluye a los almacenes, el 40% promedio anual de aperturas fue acompañado por un 60% de cierres. La baja de ventas, no siempre obedece a la recesión imperante sino también a bajas por temporada.
En una visión amplia, el economista Raúl Mercau, ex ministro de Producción y actual decano en la Universidad Champagnat dijo que Mendoza ha transitado -y seguirá haciéndolo- un estancamiento de su economía con caída del Producto Bruto Geográfico durante el primer semestre de este año.
“El desempleo, sumado a una mayor cantidad de supermercados mayoristas dirigidos no sólo a comercios sino también a personas ha hecho que el acceso a precios más económicos para los alimentos sea posible y proliferen este tipo de negocios que, en algunos casos, poseen grandes cuotas de informalidad pero que constituyen para algunos una forma para continuar sobreviviendo”, analizó Mercau.
Desde la visión del especialista, el renacer económico y por lo tanto la supervivencia comercial para muchos de los almacenes en casas de barrio, vendrá recién el segundo semestre del 2015. Las variables que traccionarían las señales positivas radicarán, según Mercau en una mayor emisión monetaria del Banco Central, oscilando entre el 30 y 35% anual lo que inyectará a la plaza más incentivos.
Los niveles de actividad en general subirán también, de acuerdo con Mercau, porque el gasto será mayor y por lo tanto habrá una recuperación de los niveles de actividad lo que alimentará mayor consumo en todos los estratos sociales. En otros términos: las ventas también podrán comenzar a crecer.
“El cambio de gobierno sea del signo político que sea traerá un cambio de expectativas en los consumidores. Seguramente el país tendrá un modelo de financiamiento externo lo que posibilitará la vuelta del desarrollo para todo tipo de negocios, no sólo los pequeños, sino también los proyectos más ambiciosos”, apuntó Mercau.
Las otras razones
Armar el negocio con bajo capital producto de un ahorro, una herencia, una venta o simplemente el remanente de una indemnización que dejó un despido, es un aliciente para abrir un almacén en el hogar.
También juega, según el economista Sebastián Laza, que abrir un almacén o despensa en casa no implica mucho riesgo sino que basta una pieza o un garaje para abrir las puertas por lo tanto sus dueños pueden ahorrar en pago de alquiler.
La arista poco positiva está en la superpoblación de este tipo de emprendimientos lo que hace, de acuerdo con Laza, licuar la pequeña rentabilidad del negocio.
Por su parte, el economista Leonardo González, entiende que el actual contexto recesivo mezclado con una aceleración de la inflación ha llevado a que muchas familias se vean impulsadas a apostar por abrir almacenes en sus hogares.
"Está comprobado que este tipo de negocios crece con las crisis porque hay más gente desempleada. Además, requiere de una inversión muy baja, tal vez en bienes de capital como una heladera y cortadora de fiambres y el resto en mercadería", señaló González.
En algunos barrios es posible encontrar hasta 4 almacenes por cuadra lo cual ocasiona que la rentabilidad baje. No es un negocio de oportunidad sino de subsistencia. “Una vez iniciado el ciclo de crecimiento, los almacenes instalados en casas desaparecen porque el empleo aumenta”, remarcó González.
Finalmente, para el economista José Vargas, si en los alrededores no hay demasiados competidores, las familias se garantizan no sólo mejores ganancias sino también más permanencia comercial.
“Es de sentido común pero a veces no se aplica. Si el negocio está rodeado de competidores es mejor tener mercadería y especializarse en algún producto como venta de cerveza, verduras o panificados”, analizó Vargas.
Del lado de los consumidores también hay ventajas evidentes ya que, según Vargas, estudios demuestran que hace unos 5 años las familias direccionaban un 70% de sus compras hacia las grandes superficies pero hoy aquel porcentaje ha disminuido al 35% y el resto lo diversifican en otros negocios entre los que se incluyen los almacenes.
“La atención es más rápida que en un hipermercado, en algunos casos pueden financiar su compra a través del fiado o la libreta que confecciona el dueño del almacén. En cuanto a los precios, al acceder a los mayoristas, los almacenes pueden llegar con precios más competitivos.
Y, básicamente, existe una relación de confianza y trato personal. No olvidemos que el vendedor es también su vecino, por lo cual hay consumidores que privilegian esta realidad”, concluyó Vargas.
Desde el gobierno provincial se negaron a dar declaraciones sobre el fenómeno creciente de los almacenes instalados en hogares producto de la necesidad de incrementar los ingresos del hogar.
Quejas de los almaceneros
Desde el Centro de Almaceneros de Mendoza, su actual presidente, Juan Carlos Diblasi, admitió que sus asociados -que suman en la actualidad 400- se quejan con mayor frecuencia de la proliferación de este tipo de negocios en los barrios sin las habilitaciones necesarias.
"Están canibalizando el mercado", reflexionó Diblasi sobre cierta informalidad de estos negocios.
En su opinión, a modo de calmar los ánimos de algunos de sus asociados, el dirigente señaló que los almacenes instalados en casas de familia tienen poca vida comercial.
“El arte, a la hora de mantener un almacén con rentabilidad, no se basa en vender sino en saber comprar. Mucha gente cree que se trata sólo de tener mercadería y como obtienen una pequeña rentabilidad diaria que les permite sobrevivir creen que con esa fórmula tienen asegurado su sustento, pero no logran permanecer en el tiempo”, se explayó Diblasi.
Desde la visión del dirigente empresarial, la desaparición constante de los almacenes que nacen en una casa de barrio se debe a que sus dueños no saben comprar o no siempre pueden acceder a los precios de los mayoristas por no estar inscriptos en la categoría que corresponde. El estar fuera del sistema impositivo también tiene una arista temida entre los comercios más pequeños: la clausura y cierre de su negocio por parte de organismos recaudadores tanto municipal, provincial como nacional.
Cómo les va a los que se instalaron
“Mi hija me ayuda, ella compra la mercadería y la venta diaria me deja unos pesos para sobrevivir. Mi marido es discapacitado con una jubilación muy baja y yo percibo otra mínima, lo que no nos alcanza para vivir. Por eso mi hija decidió ayudarnos”, señaló Mirta Arroyo, del almacén Yamy ubicado en Guaymallén.
El buscar y tener una entrada extra de dinero para el hogar se repite en otros testimonios.
Es el caso de Yolanda y Carlos González, del almacén llamado "De mis hijos", un refugio que encontraron para escapar del desempleo.
“Como no teníamos trabajo decidimos abrir el negocio con pocas mercaderías en la casa. De a poco fuimos creciendo pero llegó el Átomo a menos de una cuadra y nos acabó casi la venta. Podemos vender solamente los días que el supermercado cierra”, señaló Yolanda González.
Curiosamente, para los pequeños negocios de alimentos y bebidas instalados en hogares, la competencia no siempre es otro almacén de las mismas características sino los supermercados de barrio u otros negocios sin habilitaciones correspondientes.
En el caso de la despensa “Rodval”, de la familia Lima, en un espacio pequeño las heladeras de bebidas y lácteos se entremezclan con la verdura y los muebles que incluyen panificados. El negocio también vende comida casera como pastel de papa, tartas y sandwiches, empanadas y pizzas. Más allá de la clientela constante, sus dueños admiten que no les alcanza la venta y que deben seguir trabajando como empleados públicos.
"En realidad hace 5 años instalamos en nuestra casa el almacén porque trabajando los dos para el Estado no nos alcanzaba a cubrir los gastos de fin de mes. Ahora sólo nos alcanza para vivir", explicaron Gabriel y Laura Lima.
El otro desafío que a diario enfrenta este tipo de negocios es hacer frente a la escalada de precios.
Para ellos lidiar con la inflación es el reto constante y la lista de precios que a nivel semanal se renueva es otra cosa que tiende a ahogar comercialmente a los negocios puertas adentro.