Aborígenes de Australia: mucha mística y poco surf

Provenientes de las islas del sudeste asiático, habitan el continente desde hace unos 50 mil años.

Aborígenes de Australia: mucha mística y poco surf
Aborígenes de Australia: mucha mística y poco surf

¡Ma qué Cocodrilo Dundee ni ocho cuartos! Los que manejan el bumerang con real destreza son los aborígenes australianos, que lo lanzan a los horizontes y cuando lo ven volver con la frente marchita, sienten que es un soplo la vida, y que es mejor correr para estirarla unos añitos más.

Así echan luz sobre una de sus más célebres tradiciones, aunque también suelen ser reconocidos a partir del didgeridu, una especie de flauta de madera larga como lista de acreedores criolla.

Lindísimo es escuchar su peculiar sonido de vibraciones cavernosas durante 27 minutos y, al momento en que el intérprete pregunta si queremos otro tema, decirle amablemente que no, que si para él no es molestia preferimos rompernos la cabeza contra una piedra.

Provenientes de las islas del sudeste asiático, los aborígenes (el nombre se lo pusieron los británicos, quienes por su encantadora ambición colonial lo utilizaron para designar al resto de las comunidades nativas del mundo), habitan Australia desde hace unos 50 mil años.

Su piel oscura y cabellos rizados, delatan no obstante lazos con África, de los que ellos no pueden dar fe “¿Vos no podés conseguir la partida de nacimiento de tu abuela Tita para sacarte la ciudadanía italiana y querés que yo sepa algo concreto de mis antepasados de hace 50 mil años? ¿De qué me estas hablando piscuí?”, grita un jefe de tribu, visiblemente ofuscado con el bumerang en la mano, y mejor no poner cara de Koala, muy ricos en proteínas ellos.

En la actualidad, los aborígenes suman un total aproximado de 700 mil miembros, buena parte de los cuales sufren los vejámenes provocados  por la pobreza, el alcohol, las drogas y la discriminación, entre otras maravillas aportadas por el hombre blanco.

“Ojo, también les trajimos el té a las cinco y al príncipe Harry”, dice un representante del gobierno, y dan ganas de mandarlo a la gran reina que lo parió.

Más allá de esta triste realidad, casi un tercio de la colectividad vive en las metrópolis del país, mientras que alrededor de un 15% lo hace en áreas “muy remotas” (tal es la denominación oficial, el desierto de las zonas centrales por caso). Allí, muchos todavía cazan a la vieja usanza, y se pintan rostro y torso con líneas blancas.

“Blanco: igualito que los ingleses”, exclama el viajero menos iluminado, y otra vez tiene que escapar saltando como un canguro.

Tiempo del sueño

Las cerca de 500 comunidades que conforman el universo aborigen de Australia defienden la creencia del “Tiempo del sueño”.

A diferencia de lo que pensaría un santiagueño, no se trata de la hora de la siesta (para los de la provincia norteña, de 11 de la mañana a 7 de la tarde), sino de una serie de leyendas que ellos mismos enarbolaron en relación a los orígenes del hombre y del mundo.

Épocas distantes, de cuando no existían la maldad ni vicepresidentes con 53 causas penales. Esa mitología habla de espíritus creadores, de dioses que muy bien se llevan con el cuidado del medio ambiente (filosofía defendida por los miembros más reflexivos de la colectividad).

Unas historias que los nativos han retratado en las piedras de monumentos naturales cientos de siglos atrás, como para que no les roben el copyright.

Hoy, los artistas aborígenes reproducen los relatos con cantidad de puntitos, forjando obras de singular atractivo. Se venden en las tiendas de regalo, a precios que a Van Gogh le provocarían una trombosis múltiple.

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