Cuenta Abel que se terminaron sus vacaciones y con ellas “las licencias gastronómicas”, algo que le duele un poco, dice con gracia. Basta de carnes, de salsas, de copas de vino… Simplemente porque no hay nada más importante que subirse al escenario y brindar el mejor espectáculo posible, estando en óptimas condiciones: sin molestias estomacales, carrasperas, ni cansancio. Remarca que es “sumamente disciplinado” y que decidió serlo luego de haber recorrido el escenario −alguna que otra vez− sin estar diez puntos. “Soy muy autoexigente. Por un lado, quiero entregar la mejor música posible; por otro, pretendo disfrutar al mango, porque si yo disfruto, el público será el gran beneficiado”, analiza, simple y didáctico, en charla con Rumbos.
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