"Mal de muchos, consuelo de tontos", advierte el popular refrán cuyas consecuencias trasladamos al triste espectáculo que ofrecen los frentes de las comisarías mendocinas, donde por días, semanas y meses permanecen arrumbados todo tipo de vehículos, ofreciendo una "postal" ciudadana lamentable y deplorable.
El comienzo de este comentario nos remite a que la misma exhibición de chatarra se repite en las seccionales de la provincia, de muchas provincias y también en una de las vidrieras más importantes del país, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Son rodados de todo tipo y tamaño, algunos chocados, otros incendiados, destruidos e inservibles, que afean notablemente las áreas del Gran Mendoza y otras zonas provinciales donde se ubican y, por supuesto, el radio céntrico de la ciudad de Mendoza, un golpe bajo a su pretensión de ser una urbe turística de puntaje alto. Los motivos para permanecer en la vía pública son diversos: pudieron haber sido utilizados para un robo o en un secuestro, en contrabando de drogas, en accidentes graves o en pequeños choques.
El problema es de larga data. Nunca se le ha encontrado una adecuada solución. Es comprensible que un número de esos automotores esté envueltos en causas judiciales en proceso y que por esa razón deban ser peritados, como paso previo a las sentencias de los magistrados. Y no pueden moverse sin la autorización del juez que entiende en la causa o bien hasta que el caso esté totalmente cerrado.
Pero, algo hay que hacer al respecto.
Para los vecinos de las zonas con estas características o para quienes deban circular por esos lugares, encontrarse con este panorama es una verdadera pesadilla y un peligro porque acumulan basura, están mal estacionados, producen un deprimente impacto visual y a veces complican el desplazamiento vial.
Un vecino de Las Heras fotografió alrededor de 30 automóviles abandonados en la calle Rivadavia, lateral sur de la plaza Marcos Burgos, actualmente en remodelación. Si bien días después la Municipalidad de Las Heras llevó a cabo un operativo de despeje de esos vehículos, no hay ninguna garantía de que con el transcurrir de las semanas, la zona se vuelva a "poblar" de vehículos siniestrados, como ha pasado en más de una oportunidad. El panorama es similar en otras dependencias policiales.
En ocasiones el número de vehículos en las circunstancias descriptas baja, en otras aumenta, según como se vaya dando la reiteración de los siniestros viales, el robo de automotores o las otras razones esgrimidas para que se acumulen los restos de vehículos, verdadera chatarra, y otra que no lo es, porque son unidades todavía en condiciones de rodar.
Inclusive ocurre que algunos dueños terminan por abandonarlos. Les sale más barato que arreglarlos y ponerse al día con los papeles.
Sea como fuere, y admitiendo que en buena medida la presencia de estos "estacionamientos" de hierros retorcidos tienen que ver con la investigaciones de delitos o incidentes de tránsito, y es necesario preservar pruebas, no se concibe como el Poder Judicial no dispone de un terreno fiscal para trasladarlos y esperar las decisiones judiciales en un predio apropiado. También es notorio que la playa San Agustín, en el oeste de la ciudad, adonde van los vehículos secuestrados por las policías viales, está colapsada en extremo.
Adoptar una solución definitiva para esta problemática es el desafío a asumir por las autoridades competentes y los legisladores, quienes deberían producir las herramientas legales que corrijan este despropósito. Sin descartar inclusive, disponer de manera efectiva y constante, y no por alquiler, de máquinas compactadoras para eliminar el volumen de los pertrechos acumulados.
Es que en un Gran Mendoza complicado por la densidad del tránsito, los autos que “duermen” frente a las comisarías suman su granito de arena al caos cotidiano.