La filósofa Esther Díaz visita otra vez Mendoza, y el viaje coincide con un momento muy especial. Primero, como coronación de un año agitado, que le regaló -entre otras cosas- reconocimiento y popularidad. Segundo, porque este excelente momento personal coincide con sus 80 años, que los festeja hoy en nuestra provincia, después de haber dado el viernes una conferencia populosa en la Facultad de Derecho de la UNCuyo (en el marco de las Jornadas de Investigación y Posgrado de la Facultad de Educación).
¿El tema del encuentro? "El Deseo en la Discapacidad. Amor y Sexualidad". Un tema áspero, pero que ella lleva por senderos de alta reflexión e iluminación: ¿la filosofía no es luz, acaso?
Pero decíamos que Díaz está en plena actividad y gozando el último mes de un año inolvidable: la editorial Ariel editó este año "Filósofa Punk", una suerte de autobiografía que tuvo excelentes ventas; y además el documental que la tiene a ella como protagonista total y magnética, "Mujer Nómade" (de Martín Farina), le valió una panoplia de premios. Entre ellos, el Cóndor de Plata a Revelación Femenina en Ficción y/o Documental (el documental puede verse en Qubit). Es una mujer que inspira, sí. Está acostumbrada a que los jóvenes hagan fila para verla y la escuchen como a una gurú de la sabiduría, la superación y el deseo.
Esther Díaz ha iniciado este año una nueva línea de investigación. Ella siempre se dedicó a estudiar la sexualidad y el deseo, e incluso defendió su doctorado sobre ese tema en la filosofía de Michel Foucault. Pero a principios de este año, en Rosario le propusieron dar una conferencia sobre personas con discapacidad y sexualidad. "A mí me interesó, porque era un gran tema, pero un gran tema del que no se habla", explica. "Es como si los discapacitados, y nosotros los viejos, no tuviéramos derecho al deseo. Y el deseo está desde antes de nacer hasta que nos morimos". Entonces investigó. Dio con películas, estudios, y hasta hizo reportajes (a Gustavo Garzón, quien tiene dos hijos con Síndrome de Down). Y así tuvo material para una nueva exposición.
-¿Cómo aborda un tema tan difícil?
-Primero de forma teórica, desde una genealogía del deseo, donde explico la aparición del discapacitado en particular, porque tal como lo estudia Foucault, los discapacitados (al igual que los locos) son un invento moderno. Antes eran esas personas que tenían actitudes diferentes, que hoy llamaríamos atípicas (para no decir anormales, que es una palabra espantosa). Eran asumidos por la sociedad y hasta tenían sus roles asignados.
Nada que ver con lo que se considera hoy una persona discapacitada. Sobre todo, no se había hecho cargo de ellos la medicina. Que la medicina se hiciera cargo de la sexualidad en general, y de los discapacitados en particular, es un problema porque se empieza a ver todo desde un punto de vista netamente biologicista.
A raíz de estos estudios, Díaz descubrió que la Ley de Educación Sexual Integral no contempla la sexualidad del discapacitado (aunque hay un proyecto en Diputados que pretende agregar este ítem).
“Además de ampliar mis humildes conocimientos, esto es casi una tarea militante: es poner en palabras algo que en los hechos se choca todos los días en las instituciones que tienen estas personas”, asegura. El gran desafío es poner en palabras lo que el tabú manda a callar.
-En su genealogía del deseo, ¿cuándo empieza esa reflexión?
-Con Platón. Su Sócrates piensa que el deseo es el anhelo por lo que a uno le falta. Eso lo va a retomar Lacan y en lo que desarrolla está la famosa frase “el deseo no tiene objeto”, porque lo que creemos nuestro objeto de deseo en determinado momento nos puede agotar, nos puede cansar. Además otro tema: si existiera el objeto de deseo, cuando lo poseemos, cuando logramos concretar con ese objeto, se saturaría, no volveríamos a tener deseo, nos quedaríamos satisfechos para siempre. Y no es así. Los griegos, con su sabiduría infinita, asimilaban el deseo con el Ave Fénix, porque es un ser vivo que todos los días es incinerado y al otro día renace. Eso es el deseo. Nunca lo cerramos. Cuando mucho, cambiamos de objeto.
-¿Usted se pliega a esa teoría?
-Otra es la teoría a la que yo me pliego: la neonietzschiana, pero que está mejor explicada en Gilles Deleuze, que es que al deseo no le falta nada. Deleuze habla en contra de Lacan o Platón, porque si el deseo fuera “falta” no podríamos hacer nada, porque desde la pobreza no se puede hacer nada. El deseo es superabundancia, es potencia de vida. Nietzsche diría voluntad de poder, término al que yo le tengo miedo porque “voluntad” pareciera que depende de nuestra conciencia y no es así: el deseo acaece. A veces quisiéramos no desear a alguien y no podemos dejar de desearlo, o al revés. Nadie es responsable de lo que desea, pero sí de lo que hace con su deseo.
El camino para pensar este tema es inevitablemente una deconstrucción. Para Díaz, eso empieza con repensar dos mitos: que las personas discapacitadas no sienten deseo (que son “como niños o como ángeles”) y que son hipersexuados. “Lo que yo propongo es primeramente empezar a desarticular esos mitos y ponerlo en palabras”.