La historia de la humanidad puede ser vista como una sucesión de cambios protagonizados por hombres y mujeres valientes. Los primeros en surcar los cielos demostraron un coraje envidiable pero que, muchas veces, les costó la vida. Este fue el caso de Jorge Newbery quien murió trágicamente, el 1 de marzo en nuestra provincia.
El mítico aviador nació en Buenos Aires en mayo de 1875, su infancia transcurrió entre las presidencias de Nicolás Avellaneda y Julio Argentino Roca, mientras que por las calles pudo observar a hombres como Sarmiento o Mitre. Fue parte de una generación privilegiada que vio cambiar al mundo completamente en pocos años.
Su pasión por atravesar los cielos despertó aproximadamente en 1907 cuando, junto a Aarón de Anchorena, pilotearon un globo aerostático bautizado "El Pampero". Pocos meses más tarde ambos fundaron el Aero Club Argentino al que Newbery presidió a partir de 1909 hasta el día de su muerte. Año tras año, se incorporaron más aficionados que seguían con fanatismo sus proezas. Jorge mutó pronto en un ídolo popular al punto de que, luego de utilizar un aerostático llamado "Huracán", el Club Deportivo Huracán solicitó su permiso para consagrar dicho globo como logo. La respuesta de Newbery fue positiva:
“Al dar contestación a su expresiva y atenta carta -escribió-, en la cual me solicitan mi conformidad para que vuestro Club pueda usar el distintivo del globo Huracán, doy mi más completa conformidad esperando que el ‘team’ que lo lleve sobre el pecho, sabrá hacerle el honor correspondiente al esférico que de un solo vuelo cruzó tres repúblicas”.
En noviembre de 1912 nuestro personaje batió el récord sudamericano de altura al alcanzar los 5.100 metros en globo. A partir de entonces puso sus ojos en un nuevo desafío: la aviación. Aquella pasión lo trajo a Mendoza, aspiraba a cruzar los Andes convirtiéndose en el primer hombre en lograrlo.
El 28 de febrero de 1914, pocos días antes de la tragedia, diario Los Andes publicó la última entrevista realizada al astro:
"Ayer, por el tren de las 7 y 40, regresó de la cordillera el ingeniero don Jorge Newbery.
Viene, como lo hemos anunciado ya, de estudiar los vientos en la cumbres y hacer otras observaciones con que ha conceptuado necesario complementar sus anteriores estudios a fin de intentar la grandiosa hazaña de cruzar la cordillera de los Andes (...). Reconoce las dificultades de la empresa, los enormes obstáculos que se oponen al vuelo de un ave mecánica en aquellas alturas y latitudes, pero es sinceramente optimista (...).
- ¿Dónde se elevará?- le preguntamos.
- No tengo nada resuelto de manera definitiva al respecto -nos contestó-, pero si el sitio es apropiado, como podré constatarlo en una visita que haré mañana, posiblemente me elevaré en Los Tamarindos, desde donde me sería más fácil ir tomando paulatinamente altura mientras vuelo hacia el oeste hasta alcanzar los cinco mil metros a que necesito llegar para efectuar la travesía, elevación que calculo poder alcanzar en media hora de vuelo. En caso que por circunstancias especiales no conviniese decolar en Los Tamarindos, empezaría la prueba en Uspallata, que se encuentra a 1.730 metros sobre el nivel del mar.
- ¿Y dónde piensa efectuarse el 'aterrizaje'?
- Mi propósito es hacerlo en Santiago mismo (...).
- ¿Y los riesgos de la empresa, señor Newbery?
Nuestro interlocutor se limitó a sonreír”.
Lamentablemente la suerte no acompañó a Newbery y se accidentó en Los Tamarindos. Hoy un monolito recuerda el lugar exacto en que sucedió el accidente, a pocos metros del ingreso al Campo Histórico El Plumerillo.