Por Arq. María Florencia Oña La Micela
En un periodo pasado, no tan lejano, la idea de ver el mundo desde arriba era casi una fantasía. Para aquellos a los cuales no les era posible, el único recurso era la pintura para representar una perspectiva desde el aire. Esta limitación hoy es inimaginable, ya que se puede obtener acceso a plantas topográficas y perspectivas aéreas de cualquier sitio en el mundo a través de internet.
¿Qué podemos hacer con este poder?
Somos una civilización capaz de producir información, hemos alterado el planeta para satisfacer nuestras necesidades. Las imágenes satelitales no reflejan necesariamente un paisaje inmaculado. Ciudades, caminos, rutas configuran los nuevos paisajes en el planeta.
Cada vez existen mayores intereses en la sostenibilidad ambiental, orientados a lograr eficiencia energética, favorecer el reciclado, fomentar la reutilización y reducir el consumo. Pautas que proponen un crecimiento consciente, un desarrollo urbano equilibrado y respeto por el medio ambiente.
Paulatinamente, los humanos nos hemos ido asentando sobre el territorio, colonizándolo, avanzando sobre áreas que anteriormente tenían otro destino. Este crecimiento puede reconocerse en dos grandes grupos, el modelo concentrado y el disperso. El modelo disperso de asentamiento en el territorio está representado por edificaciones de baja densidad, las cuales se extienden sobre superficies amplias. El modelo agrupado concentra en grandes densidades las edificaciones y los servicios que la sustentan.
El establecer el modelo disperso de asentamiento sobre el territorio, representa un alto costo; tanto económico, como medioambiental. Debido a la necesidad de establecer infraestructuras básicas como el agua, la luz, la gestión de residuos y la accesibilidad. Consiste en un gasto proporcional a las distancias que las redes necesitan recorrer para satisfacer las superficies de territorios dispersos. También existen innumerables asentamientos, los cuales hoy aun no tienen las redes básicas de servicios.
La movilidad e intercambio de personas y mercancías se hace más compleja cuanta más distancia se deba recorrer entre los núcleos y las poblaciones dispersas. De esta forma se encarecen los costos de gestión de transporte, se complejiza la búsqueda de racionalidad del trafico, aumentando el consumo de combustible, emitiendo mayores cantidades de CO2 a la atmósfera e incrementándose a la vez la siniestralidad viaria.
En el modelo de ocupación del territorio agrupado, estas problemáticas presentan otros desafíos como el necesario mantenimiento de las infraestructuras, aunque la inversión es más concentrada y mayor cantidad de gente se ve beneficiada.
PAULATINAMENTE, LOS HUMANOS NOS HEMOS IDO ASENTANDO SOBRE EL TERRITORIO, COLONIZÁNDOLO, AVANZANDO SOBRE ÁREAS QUE ANTERIORMENTE TENÍAN OTRO DESTINO. ESTE CRECIMIENTO PUEDE RECONOCERSE EN DOS GRANDES GRUPOS, EL MODELO CONCENTRADO Y EL DISPERSO
En el modelo de tejido urbano concentrado se comparte una red de infraestructura y servicios. El transporte público supone una eficiencia, debido a las distancias recorridas, la peatonabilidad es posible y satisfacer los servicios básicos supone una optimización.
En algunos casos es evidente que el modelo disperso de ocupación del territorio se ha llevado de forma desequilibrada. Confrontándose con criterios básicos de la sustentabilidad como la racionalización de recursos, el tiempo recorrido para trasladarse, la carencia de infraestructura capaz de satisfacer las necesidades más básicas.