Es difícil abarcar una vida con tantos matices y aportes creativos como el curso vital de Sergio Hocevar, el hacedor artístico que la provincia perdió hace justo un mes, a los 83 años.
Pero no desistiremos en el intento de evocar aspectos de un hombre que tenía un talento increíble como dibujante, pintor, que trabajaba tanto el metal como la madera, que además escribía y que hasta publicó seis o siete libros de análisis de obra de grandes colegas provinciales, incluido su progenitor, Sergio Sergi.
Al morir, el 11 de abril pasado, seguía trabajando en un segundo volumen sobre el maestro Roberto Azzoni, como contaron su familia y también el historiador del arte Pablo Chiavazza, quien en la mañana de esa jornada recibió un e-mail por medio del cual el artista le pedía fotografías de obras del pintor genovés, en atención al emprendimiento que estaba encarando. A la tarde, un infarto masivo terminaba con la vida de Sergio. Chiavazza es autor de un video realizado en los días posteriores al fallecimiento de Hocevar:
La elección que este hombre tuvo por el arte fue íntima y personal, pero su esposa, Alicia Moyano (con quien estuvo casado por cincuenta y cinco años), aportó un dato interesante. “Por supuesto –contó- que vivir en el hogar de un artista, el notable grabador Sergio Sergi, con una niñez rodeada de obras de arte, más la interacción con los pintores más destacados de la época, debe haber ejercido alguna influencia. Hay una anécdota muy bonita. Cuando era niño, de unos cinco años, su padre le regaló una caja de lápices de colores. Inmediatamente se tiró de panza en el suelo a dibujar. Su mamá, Gladys Adams, por años calificada secretaria ejecutiva de la Estación Experimental del INTA Luján, le preguntó: ‘¿No le vas a dar un beso a papito?’ y el chico respondió: ‘Dáselo vos, que yo estoy ocupado’. Empezaba entonces el romance con el papel y el lápiz”.
En el momento de su partida, Sergio tenía 83 años recién cumplidos. Había nacido en Santa Fe en marzo de 1937. Sus padres se habían instalado en Mendoza en 1944: era mendocino por adopción.
Escribió, dibujó, pintó y se destacó en fotografía, serigrafía y técnicas mixtas. Sin embargo, consideraba que su actitud era (a veces) un poco anárquica. "Estaba organizando una muestra de trabajos digitales y en medio del barullo de la exposición, se me presentó un dibujo ( 'La siesta') y tiré todo y me puse a hacerlo", relató para un audiovisual que grabó hace más de diez años la directora orquestal Ligia Amadio, hoy radicada en Montevideo, con la voz en las preguntas de la cantante mendocina Liliana Rivera. Ambas fueron sus grandes amigas.
“No podría explicar por qué (actuaba así). Saltar a la fotografía de microscopio o a trabajos con lápiz color. De última es una especie de autosatisfacción, de autocomplacencia. En el fondo el arte es eso: tratar de complacerse a sí mismo, lo cual no pasa siempre”, dice el artista en ese corto.
Fueron varias las publicaciones que impulsó. En los comienzos realizó portfolios de artistas, como el dedicado a "Cerditos rosados", de Luis Scafati, o los que en 1984 reprodujeron dibujos inéditos de Roberto Fontanarrosa y de Caloi (Carlos Loiseau). En 1994 publicó, a través de la Municipalidad de la Capital, el libro "Sergio Sergi", impecable aproximación a la tarea de su padre. Después siguieron "Para leer entre líneas", "Los hijos y los padres", "El cuaderno de bocetos" y "Entre el amor y el erotismo" (dedicados a José Bermúdez), "Hernán Abal. Circunstancias, pensamiento, pinturas", "A mano alzada" de Gabriel Fernández.
El libro secreto y privado
"De la magia y otras realidades" fue un ejemplar muy particular. El escritor Jaime Correas lo evocó diciendo: "Este precioso volumen del que tuve el honor de participar consta de cinco dibujos contados por Luis Ricardo Casnati, Julio González, Fernando Lorenzo, Ulises Naranjo y quien suscribe. El pie de imprenta era de EseAche, Ediciones privadas.
En 1995 nos propuso a los nombrados escribir a partir de dibujos suyos, invertir la forma habitual. Sergio batalló por los fondos para publicar la obra y, como para 1999 no lo había conseguido, tuvo una idea magnífica: hizo una 'tirada limitada de siete ejemplares', fuera del circuito comercial. Y nos regaló uno a cada autor".
Una obra fundamental
En 2003 ve la luz un libro esencial: "Jorge Enrique Ramponi por él mismo. Credo poético". Allí Sergio Hocevar transcribe la conferencia titulada "Los oráculos del canto", que el poeta dictara en la Universidad Nacional de Cuyo en 1948. A esta entrega le seguirá en 2011 otra más sobre Ramponi: "Antología poética", en la que daba a conocer una serie de obras escritas por el poeta entre 1928 y 1935. Todo el conjunto conforma "una obra de rescate -dirá Correas- que Mendoza nunca le habrá agradecido lo suficiente".
Sus últimos días
En el momento de su partida, Sergio trabajaba de forma intermitente en un grafito sobre un atril diseñado por él mismo que apoyaba en uno de sus escritorios y. como hemos dicho, en la recopilación de datos para un segundo libro sobre la producción de Azzoni.
A la derecha del atril, como testimonio, quedaron sus lápices prolijamente alineados. En su caballete descansa un grafito terminado, parte de una serie lista para una “última muestra como cierre de la etapa de exposiciones” (una especie de mensaje encriptado que pensaba poner, según expresó, en el catálogo a modo de subtítulo). Y en otro de sus escritorios, una maqueta del catálogo para dicha muestra.
La familia confió a este cronista un pensamiento a modo de postrera definición sobre la finalidad estética. En un papel, de puño y letra, dejó escrito lo siguiente: "No siempre he entendido el arte / No siempre he estado de acuerdo con el arte / No siempre he estado en contacto con el arte / No siempre he sabido qué es el arte / Pero siempre he vivido en el arte".
Cómo lo recuerdan sus amigos
Algunos puntos de vista de actores del ámbito cultural:
Ligia Amadio, directora orquestal: Fue un artista notable, original y despretencioso, un hombre con un humor único, un amigo sincero. Es triste pensar en volver a Mendoza y no encontrar su mirada inteligente, su abrazo amigo. Yo le veo todos los días en los pájaros que tengo en mi casa, de su autoría. Ahora él es quien debe estar volando, liberado de las limitaciones humanas.
Liliana Rivera, cantante de tangos: Un ser entrañable, ético, de perfil bajo pese a su talento inmenso y fuego creativo… tan silencioso en el medio público. Nunca buscó reconocimientos.
Jaime Correas, escritor: Además de un amigo dedicado y siempre disponible, fue un gran artista, polifacético, talentoso, y un gran animador cultural. Luego de hacer el libro extraordinario sobre su padre inició una serie extensa de importantes obras dedicadas a pintores, como Roberto Azzoni y José Bermúdez, y a escritores, como Jorge Enrique Ramponi.
Pupi Agüero, gestora cultural: Tenía una sólida formación. Siempre nos juntábamos en los cumpleaños del maestro José Bermúdez. Poseedor de un humor irónico, agudo y además ingenioso. Le escuché entre sus muy interesantes conversaciones relatar la amistad de Julio Cortázar, cuando estuvo en Mendoza, con sus padres.
Antonio Sarelli, artista plástico: Recuerdo las primeras experiencias en la Academia Provincial de Bellas Artes. Allí el nuestro maestro Hernán Abal marcó fuertemente a nuestra generación. Sergio siempre fue un referente para nuestra memoria que supo reflejar los cambios que nos sucedieron. Practicó todas las disciplinas y en todas supo expresarse con ese rigor que se requiere para superar su extrema autocrítica. Se fue otro amigo, con Roberto (Rosas), Ángel (Gil) y "Pepe" Scacco, tal vez, estarán discutiendo lo que citaba Braque: "El arte es una herida hecha luz". Por lo pronto extrañaremos su presencia.
Un perfil en pocos trazos
Nació en Santa Fe en 1937 y vivió en Mendoza desde 1944. Estudió en la Academia Provincial de Bellas Artes e hizo especialización en el Fleisher Art Memorial de Philadelphia, Estados Unidos, donde residió nueve años. Realizó numerosas exposiciones individuales y colectivas y sus obras fueron seleccionadas en salones nacionales y provinciales.
Entre otros premios, recibió el Gran Premio de Honor del Fondo Nacional de las Artes en el Salón Provincial Vendimia 1991 (Sección Dibujo) y el Primer Premio de Pintura del Salón Regional Vendimia de Mendoza 2005.
Editó libros de arte y numerosas carpetas en serigrafía con trabajos de destacados artistas plásticos y humoristas del país. También recibió premios en concursos literarios.
Sus obras forman parte de colecciones privadas de Estados Unidos, Alemania, Uruguay, Argentina y de las colecciones del Museo Nacional del Grabado de Buenos Aires, Museo Municipal de Arte Moderno y Museo Fader de Mendoza.