A un año del crimen del médico: el sicario no aparece y la “Bruja” salió de la cárcel

Mientras la fiscalía sigue sin identificar al autor material del homicidio de León Burela en Las Heras, Mónica Castro logró la domiciliaria.

A un año del crimen del médico: el sicario no aparece y la “Bruja” salió de la cárcel
A un año del crimen del médico: el sicario no aparece y la “Bruja” salió de la cárcel

“Creer o reventar: al final, los gualichos de la “bruja” contra la (fiscal de Homicidios Claudia) Ríos parece que hicieron efecto: un año después de crimen, la “vidente” está en su casa con la ayudita del coronavirus, no se han encontrado nuevas pruebas contra la esposa del doctor y el famoso sicario nunca apareció”.

La frase, dicha en tono irónico por alguien que conoce en detalle la causa, resume con precisión el actual estado de la investigación por el crimen de León Domingo Burela Yanchina (64), el médico jubilado que, hace un año, mientras estaba sentado en un sillón del living de su casa del barrio Kolton de Las Heras, fue asesinado de 4 disparos ejecutados por un tirador cuya identidad –se supone- solo conocen las dos presuntas autoras intelectuales, la viuda  de la víctima, Elizabeth Ventura y su amiga y confidente, la "vidente natural" Mónica Castro.

El crimen de Burela tuvo amplia repercusión en los medios por varios motivos: el primero, la forma en que fue asesinado: los investigadores, ni bien inspeccionaron la escena, sospecharon que se trataba de un homicidio por encargo.

En segundo lugar, resultó llamativo un asunto que podría considerarse casi folclórico: los “trabajos” que fueron encontrados en la casa de Castro, cientos de papelitos con nombres de personas  -la fiscal y un juez, entre ellos-, metidos en frascos y también en el freezer, con mensajes un tanto “intimidatorios”.

Lo cierto es que los investigadores jugaron sus fichas a que la mujeres tras ser detenidas "se iban a quebrar" y confesar el crimen. Luego de un año presas, ninguna confesó. Tampoco resultaron "efectivos" los 100 mil pesos de recompensa que dio el Gobierno para quien aportara datos sobre "un joven de unos 20 años, de contextura delgada, 1,60 metro de altura, tez morena y pelo oscuro" que el 15 de abril de año pasado salió de la casa de Burela, luego de que se escucharan 4 detonaciones.

La prueba que envió a las dos mujeres a la cárcel fue un diálogo telefónico interceptado por la Policía. En la escucha, Castro le dice que está "redesilusionada" y ya no sabe "cómo enfocarla" porque "le ha contado a Antonia" (su empleada) sobre los "sacrificios" que ella hace.

Y luego viene la frase que las compromete: "La Antonia sabe lo del auto Eli.. vos estás enferma.. realmente... ¿vos sos la que guardás secretos? Decile pues que mataste a tu marido... que mandaste a matar a tu marido... si le contás todo, decile que vos mandaste a matar a tu marido... no, realmente se me cayó todo...", dice la vidente.

En relación a estas escuchas, los abogados Cristian Vaira  Leyton, Edgardo Isura y Agustín Magdalena –defensores de Ventura- esperan que la Corte provincial se expida sobre la legalidad de las mismas.

Por su parte, la defensora de Castro consiguió ayer que su clienta siga en prisión pero en su casa, junto a sus dos hijos (ver aparte).

La causa, en los últimos meses, según cuentan los abogados, no ha tenido mayores movimientos y consideran que pocas pruebas puedan agregarse al expediente que tramita la Fiscalía de Homicidios.

Con fianza y por un tiempo regresa con sus hijos  

En una audiencia realizada ayer por videoconferencia, el juez Federico Martínez le otorgó a Mónica Castro la prisión domiciliaria por cuestiones de salud. Es la primera reclusa acusada de un asesinato que logra el beneficio, tras la aparición de la pandemia de coronavirus.

El juez decretó una medida excepcional y transitoria con pulsera georeferencial, una caución de $800mil y la prohibición de contacto con familiares de la víctima.
Susana Soleti, abogada de la acusada,  ya había solicitado esto en dos oportunidades.

La primera en octubre pasado, advirtiendo que el padre de la imputada estaba enfermo, pero el pedido no prosperó. Luego, en diciembre , cuando el hombre falleció, la letrada insistió  argumentando que lo dos hijos de Castro –de 12 y 21 años- se habían quedado sin su abuelo, quien era el sostén económico de ambos, aportando su jubilación. El informe social no se había realizado y por eso el pedido se rechazó.

Ahora la situación cambió: la abogada sostuvo que las autoridades del penal de Agua de Las Avispas enviaron a la Justicia un listado de mujeres que forman un grupo de riesgo frente a la pandemia de coronavirus y allí está la "Bruja", quien es hipertensa y tiene problemas respiratorios ya que es asmática.

Además, con la muerte de su padre los hijos no disponen del dinero que el hombre aportaba al hogar con su jubilación. Y el pequeño no tiene con quién quedarse cuando el mayor sale a trabajar.

El caso 

Burela fue ejecutado en en la tranquila mañana del 15 de abril pasado, en la casa 17 de la manzana D, del barrio Kolton. El médico estaba solo porque  su mujer se había ido al gimnasio. Cerca de las 11, La víctima, en bata y cursando un posoperatorio, estaba sentado en un sillón del living, frente al televisor.

Entonces el asesino traspasó el portón de rejas, ingresó al patio de la vivienda, donde estaba estacionado un Toyota Etios de color rojo, y abrió la puerta. Ni bien ingresó al living, encontró al médico sentado y lo ejecutó de cuatro balazos que salieron de una 22.

Según las pericias iniciales el médico no pudo hacer nada salvo, tal vez, levantar intuitivamente el brazo izquierdo para protegerse por lo que el primer proyectil le ingresó por la axila. El segundo disparo le rozó el cuello y el plomo terminó incrustado en la ventana del frente de la vivienda.

Pero tirador fue por más: como un profesional, se acercó a la víctima y disparó dos veces más: El tercer disparo le dio en un hombro y el cuarto fue directo al cráneo.

Terminado el trabajo, el delincuente salió por la puerta llevándose el teléfono de la víctima y dos armas de puño: una calibre 9 milímetros y una 22 que el médico -según su esposa- tenía siempre a mano ya que era un obsesivo de la seguridad. Por eso resultó extraño que las tres puertas de la vivienda estuvieran abiertas, cuando llegó la policía.

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