Hace exactamente un año se desató la profunda crisis cambiaria que marcó el inicio de dos tragedias hermanadas y vigentes: la recesión de la economía agravada por la desenfrenada inflación y la desconfianza de los inversores, que aceleraron su éxodo para abandonar activos argentinos al ritmo de la batalla electoral.
La corrida no sólo provocó un descalabro en todas las variables económicas sino que además puso en jaque al gobierno de Mauricio Macri, que emprendió un sendero de acciones cargadas de costo político como lo fue el regreso al financiamiento del FMI para evitar otro default.
El miércoles 25 de abril del año pasado se recordará como el punto de partida, porque fue cuando el dólar (que cotizaba a $ 20,56 en la plaza minorista y a $ 20,26 en la mayorista) inició una escalada imparable incluso para las masivas ventas de divisas que realizaba el Banco Central conducido por Federico Sturzenegger. Desde marzo, la autoridad monetaria inyectaba hasta U$S 413 millones diarios para saciar a la demanda del mercado.
El recalentamiento cambiario blanqueó la situación crítica en la que había ingresado la Argentina por la combinación de escenarios adversos en el frente externo y puertas adentro. Es que la histórica sequía en la región y la consecuente falta de los dólares que generan los sectores agroexportadores expuso al país más que al resto de las economías emergentes ante la guerra comercial entre EEUU y China.
Y además de esos acontecimientos, que formaron parte de las explicaciones oficiales, el terreno suponía mayores dificultades porque los inversores comenzaron a moverse con desconfianza desde el 28D (28 de diciembre de 2017), cuando Sturzenegger sorprendió al modificar metas de inflación.
El 8 de mayo, apenas días más tarde de haberse declarado la turbulencia cambiaria, Macri anunció que negociaba con el FMI un megacrédito para garantizar el pago de los vencimientos de la deuda soberana. Pero lejos de aliviar la tensión, la noticia marcó el inicio de otro frente de conflicto, el de la política.
La danza del Central
“En los últimos meses diversos factores fueron deteriorando mi credibilidad”, reconoció Sturzenegger en la carta que le envió a Macri para oficializar su salida el 14 de junio del año pasado.
Renunció con el dólar minorista a $ 28,43, un stock de Lebac de $ 1,2 billones y tras confirmarse el impacto de la crisis cambiaria en la inflación (en mayo pasado fue de 2,1%, pero ese resultado quedó opacado con el resultado de los meses siguientes y con el pico que los precios tocaron en septiembre, del 6,5%).
Macri designó en su reemplazo a Luis Caputo y el enroque en el Central se completó con cambios en el Gabinete para darle oxígeno al Gobierno nacional. Se fueron Juan José Aranguren de Energía y Francisco Cabrera de Producción.
El nuevo mapa empoderó también al titular de Hacienda, Nicolás Dujovne, quien más tarde se transformó en el ministro coordinador para concretar el ajuste solicitado por el FMI, que a mediados de junio desembolsó los primeros U$S 15.000 millones.
Caputo estuvo 103 días al frente del BCRA y centró su gestión en la tarea de disminuir el stock de Lebac hasta los $ 330.000 millones y en tratar de calmar la fiebre verde
con la inyección en el mercado de reservas y parte de los dólares del FMI .
Por cuestiones personales (como alegó), por diferencias con las condiciones que estableció el FMI para ampliar el crédito o por cortocircuitos con Dujovne, Caputo decidió ponerle fin a su era en el Central el 25 de setiembre.
Así fue que al Central llegó Guido Sandleris, quien puso en marcha el agresivo programa monetario para tratar de revertir la corrida cambiaria y de contrarrestar la inflación, que por aquel entonces acumulaba un avance de 24,3%. Estableció la zona de no intervención, llevó las tasas por encima del 70% y fijó como objetivo el crecimiento cero de la base monetaria.
Más dólares del FMI
Ya por agosto, cuando el dólar minorista sobrepasaba la barrera de los $ 30 y la economía sumaba su primer trimestre en rojo, Macri aceleró la renegociación con el FMI para ampliar el paquete de asistencia y modificar el esquema de los desembolsos. A cambio, el organismo multilateral de crédito pidió profundizar el ajuste para alcanzar el déficit cero a fines de 2019.
Las demandas obligaron a Macri a negociar con los gobernadores peronistas y a acelerar acciones incómodas, como el traspaso de los subsidios a la energía y al transporte a las órbitas de la Ciudad y de la provincia de Buenos Aires. Además, puso en marcha un esquema de retenciones a las exportaciones para incrementar la recaudación.
Finalmente, el Fondo accedió a entregar U$S 56.300 millones y liberar la mayor parte de los dólares antes de diciembre próximo.
Los esfuerzos oficiales no evitaron en 2018 una devaluación del 51,3%, que la inflación avance 47,6%, que la economía ingrese oficialmente en recesión con un desplome total de 2,5% y que el poder adquisitivo se contraiga 11,65%. Esos son algunos de los números de la crisis que todavía no muestra un claro final.
La incertidumbre política
El plan Sandleris trajo algo de alivio y el mercado cambiario transitó una suerte de veranito en el inicio del año, pero la calma llegó a su fin con el arranque de la disputa electoral por la Presidencia.
En el nuevo escenario no ayudan ni los números sobre la economía ni las proyecciones de las encuestas: el mercado reactivó su salida de activos argentinos apenas se conocieron los datos sobre el recalentamiento de la inflación (que en marzo tocó un pico de 4,7% y suma en lo que va del año un incremento del 11,8%) y ante el creciente malestar que genera la crisis y que atenta contra la carrera de Macri para lograr la reelección.
Para sortear los obstáculos del nuevo terreno, el Gobierno acordó con el FMI colocar dólares en el mercado y ampliar la asistencia social para reactivar el consumo.
Los desafíos del rumbo económico siguen vigentes, aunque ya sin los problemas que ocasionaron la sequía y la guerra comercial con la suba de tasas de la Reserva Federal. Y un claro reflejo es el riesgo país, que mide la desconfianza de los inversores, y que ayer sobrepasó los 960 puntos básicos.
Advertencia de supermercadistas
Juan Vasco Martínez, director ejecutivo de la Asociación de Supermercados Unidos, admitió ayer que la segunda parte del mes de abril está siendo "muy dificil" y advirtió que el lunes podrían faltar algunos de los 64 productos de precios esenciales, el nuevo programa que lanzó el Gobierno la semana pasada.
"Nosotros tenemos la expectativa que el lunes estén los precios esenciales, sabemos que hay productos que están en fase de producción. Sabemos que algunos tienen fecha el 7 de mayo, pero se está haciendo todo el esfuerzo como para que el lunes esté completo el listado de Productos Esenciales, con la nueva señalética que dispuso la secretaría de Comercio", afirmó a radio La Red.
Vasco Martínez contó que los supermercadistas tuvieron una participación minúscula en la confección de esta lista: solo garantizaron el abastecimiento: "Nos llegó el listado con los precios de venta finales y nada más".