Quienes conocen a María Figueroa -y no son pocos en el Este de la provincia, donde nació y vivió gran parte de su vida- no se sorprenden por lo que está haciendo ahora. Es que "Chicha", que ya cuenta 89 abriles, ha dedicado gran parte de su vida a acciones solidarias y a ayudar a quienes más lo necesitan.
Por eso es que su idea de confeccionar barbijos para entregar a familiares, amigos y conocidos en tiempos de pandemia no sorprende a quienes la conocen, mucho o poco.
Su vida ha tenido de todo: enviudó dos veces, crió a cinco hijos y además dedicó (y dedica aún) gran parte de su tiempo y energías a ayudar.
"Mi mamá siempre ha sido una persona muy dada, dedicada a los demás y sensible. Siempre le dijimos que tendría que dirigir una fundación solidaria, pero no le gusta mucho figurar", resume uno de sus hijos, Sergio Figueroa Figueroa (el segundo esposo de Chicha era su primo, y por ello sus últimos tres hijos repiten su apellido paterno y materno).
La huella de la solidaridad de "Chicha" quedará marcada en varias vidas: en Tres Porteñas, donde ayudó a personas en situación vulnerable y a chicos que apenas podían ir a la escuela en la década del 60', y en la Cuarta Sección de Ciudad, no sólo con estos barbijos, sino también con ropa y alimentos que aún hoy recolecta y dona para personas en situación de calle.
Es tan fuerte su voluntad y predisposición para ayudar a los demás que ni siquiera el tropezón que sufrió hace 8 meses en una vereda de calle San Martín frenó su espíritu solidario. Eso sí, le produjo una fractura de su muñeca derecha y una dificultad en el habla, pero sus ganas de colaborar siguen intactas.
Una vida para ayudar
María Figueroa nació en 1930 en la localidad sanmartiniana de Tres Porteñas. Con el tiempo acabaría por convertirse en "Chicha" y su nombre pasaría a ser sinónimo de solidaridad en el Este. "La gente grande ha tenido la suerte de ver todo. Cuando era chica, alumbraban con grasa, cocinaban a fuego e iban a buscar agua al pozo luego de correr hojas y sapos", acota su hijo.
Su primer marido era de La Plata, su apellido era Villadeamigo y tuvo un corralón muy grande en el Este. El mismo del que la mujer tuvo que hacerse cargo con 21 años, cuando murió su esposo. Ya tenía dos hijos.
"Llegaba el tren a San Martín con ropa y zapatillas que enviaba Eva Perón, pero no a todos les llegaba el talle que eran. Entonces la Chicha reunía todo e iba cambiándole a la gente para que cada uno tuviese ropa o zapatillas a su medida", rememora Sergio, quien no había nacido todavía, pero a quien le han repetido una y otra vez la historia.
Al tiempo, María se casó con su segundo esposo (el padre de Sergio y de otros dos hijos). "Mi papá era el médico del barrio y había mucha carencia. Había una sola escuela en Tres Porteñas y en 1965 mi mamá y otras mujeres de la zona hicieron guardapolvos para todos los chicos. De la misma forma en que ahora está haciendo los barbijos, en aquella época hizo guardapolvos", continúa Sergio, quien siguió los pasos de su padre en el rubro de la salud y es oftalmólogo. "Mi mamá fue emprendedora de chica, fue solidaria y siempre le dio para adelante", resalta.
A mediados de la década del 70, Chicha se mudó a Villa Marini (Godoy Cruz). No obstante, su vínculo solidario con su tierra natal siguió intacto. Acompañó en distintas acciones al cura Benicio Baggio, con quien siguió trabajando en la comunidad de Tres Porteñas y de las zonas rurales del Este. "El padre Baggio creó el hogar para niños Jesús de Nazaret en el centro de San Martín y se encargaban de buscar familias que cuidaran a los chicos hasta que saliera el trámite de adopción. Mi mamá permanentemente colaboraba organizando té solidarios, a beneficio de todo lo que hacía el padre Baggio", reconstruye Sergio Figueroa.
La Pastoral de Salud y el Próvolo
La vocación de ayudar nunca desapareció en Chicha. Ya instalada en Godoy Cruz, su solidaridad la llevó a la Pastoral de Salud de la Iglesia de Mendoza. Así recaló en el hospital Central, donde conoció al cura Nicola Corradi y a la monja Asunción Martínez.
Estos nombres se convirtieron en tristemente célebres en los últimos años a raíz del caso Próvolo, sobre todo el de Corradi, quien fue condenado en noviembre del año pasado a 42 años de prisión tras ser encontrado culpable de los delitos de abuso sexual y corrupción de niños y niñas.
Cuando la mujer se vinculó con ellos por su labor social, recién había inaugurado el instituto religioso para chicos sordos en Carrodilla. "Fue a colaborar varias veces, con actividades solidarias concretas. Y cuando se enteró de todo lo que pasaba puertas adentro, se quiso morir de la angustia. Fue un caso que también afectó a la gente que ayudaba desinteresadamente en el lugar, y que le había puesto mucho amor y solidaridad", agrega Sergio.
Muñecas
Hubo un juguete que marcó la infancia de Chicha: una muñeca de porcelana. No era de ella -su familia era muy humilde-, sino de una vecina que se la prestaba para que jugara.
"Ella soñaba con las muñecas. Quizás por eso, cuando mi papá enfermó, empezó a fabricarlas. Primero vendió una, después otra y con el tiempo ese se convirtió en el sostén de la familia. Sus tres hijos pudieron recibirse", sigue Sergio, y dedica unas palabras a su hermano mayor, Luis Villadeamigo (o "Quico"), a quien define como "un pilar muy importante para la contención familiar".
Primero, con los guardapolvos. Luego, con las muñecas. Actualmente, con los barbijos. Chicha Figueroa siempre fue una artesana -incluso, hasta en la crianza de sus hijos- y mantiene su vocación solidaria.
"Todavía sigue con acciones solidarias. Actualmente vive en la zona de la Alameda, y siempre está juntando comida y ropa para llevar a Don Bosco o a La Merced. Siempre ha sido muy humilde y muy alegre, y es algo que mantiene. Por eso es que tampoco sorprende que de vez en cuando se ponga una peluca y empiece a jugar con los demás", concluye su hijo Sergio.