Llegar, mirarse extraño y, de repente, desempolvar cientos de recuerdos de cuando jugaban juntos hace diez, quince o cincuenta años atrás. Eso le pasó a gran parte de los 163 integrantes de la familia Hirschegger que se reunieron para celebrar el Año Nuevo en Mendoza.
Arribaron desde desde Buenos Aires, Misiones y Bariloche. Más de 160 entre tíos, hermanos, primos, cuñados. Otros, los más lejanos, no pudieron viajar y brindaron desde Italia, Holanda o Eslovenia, país de origen de los Hirschegger.
Se juntaron también para despedir el año 2015, que además marcó los setenta años del éxodo esloveno, cuando varios de los que estaban sentados en las mesas, alzando nietos y recordando anécdotas, escaparon del régimen comunista instalado en la actual Eslovenia (antes parte de Yugoslavia) después de la Segunda Guerra Mundial, en mayo de 1945.
Entre esos migrantes obligados a abandonar la lejana Europa estaban los hermanos Ernesto y Rudolf Hirschegger; el primero casado Minka Kosanc y el segundo con María Kraner. Ellos dejaron de existir, pero formaron la gigantesca familia que el 31 de diciembre a la noche y madrugada del 1 de enero festejó a lo grande. En el caso de Ernesto, dejó trece hijos, 48 nietos y 71 bisnietos.
Decenas de chicos corriendo entre las mesas de aquí para allá, una interminable mesa de delicias con el típico lechón y los sanguchitos primereando en la punta, una montaña de heladeritas de camping amontonadas con las bebidas y las sonrisas de todos, a cada rato, cada vez que miraban a su alrededor y veían el “familión” del que son parte. Ésa fue la esencia de la fiesta que armaron los Hirschegger el 31 para recibir el año nuevo.
Ahora habrá que esperar a ver qué nueva excusa buscan para volver a juntarse; claro está que reunir a más de 160 personas de distintas partes del país es una tarea que merece un nuevo brindis.