Fue una diva de la era clásica del cine, una estrella de origen germano que brilló en Hollywood, donde se medía con grandes nombres como Greta Garbo y que, al igual que la bella sueca, se retiró tempranamente del cine, harta de las “películas idiotas” que producía la gran fábrica de sueños.
“Sólo se trataba de dinero, dinero, dinero. Pero yo quería buenos papeles”, contaba Luise Rainer sentada en un sofá de su vivienda inglesa al cumplir su centenario, hace cuatro años.
Había nacido en Düsseldorf, Alemania, el 12 de enero de 1910, aunque algunas fuentes la dan como nacida en Viena, Austria.
Comenzó a actuar de adolescente a las órdenes del innovador director austríaco Max Reinhardt y apareció en varias películas alemanas.
A mediados de la década de 1930 fue descubierta por un cazatalentos de la Metro-Goldwyn Mayer y se trasladó a Hollywood. Su primera cinta estadounidense pasó sin causar sensación, pero sus siguientes papeles la convirtieron en una estrella.
Con sus grandes ojos y sus elegantes pómulos, Rainer se ganó la inmortalidad en Hollywood al convertirse en la primera persona que ganó dos Oscar por interpretación en años consecutivos.
El primero fue como actriz de reparto en la biografía musical “El gran Ziegfield” (1936, junto a William Powell y Mirna Loy) y el segundo como actriz protagónica en el drama “La buena tierra (1937, junto a Paul Muni). Desde entonces, y hasta hoy, sólo cuatro actores lo consiguieron.
Esos trofeos marcaron la cumbre de su carrera, que declinó tan rápido que muchos la consideraron una de las primeras víctimas de la “maldición de los Oscar”.
Luchó con su estudio por el control de su carrera, dejó Hollywood por Nueva York y sufrió un breve e infeliz matrimonio con el dramaturgo Clifford Odets. Para principios de la década de 1940, su fama prácticamente había terminado.
Tras una última película en Hollywood -“Hostages”, en 1943-, pasó la mayor parte de su tiempo en Inglaterra. Hizo apariciones ocasionales en cine y televisión, incluyendo un episodio de la célebre serie de TV “El crucero del amor” en 1984.
En 1959 se negó a participar en “La Dolce Vita”, el célebre film de Federico Fellini, porque tenía que interpretar una escena de sexo con Marcello Mastroianni.
Su muerte fue confirmada ayer por su única hija, Francesca Knittel-Bowyer, quien anunció que Rainer había muerto en su casa de Londres a causa de una neumonía.
“Era más grande que la vida y podía encantar a los pájaros para que bajaran de los árboles”, dijo Knittel-Bowyer. “Si la veías, nunca la olvidabas”.