A lo Trump: los muros que separan barrios en Mendoza

La paredes que dividen a la gente son una realidad en la provincia hace tiempo, a partir del auge de los barrios cerrados. El caso del Covirpol, donde volvieron a levantar una contra sus vecinos.

A lo Trump: los muros que separan barrios en Mendoza

Mucho se habla del muro que el flamante presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tiene intenciones de construir en la frontera para separar su país de México, tal y como prometió durante la campaña.

Incluso, el escándalo y la incredulidad han tomado protagonismo mundial por lo descabellado de la idea del mandatario norteamericano, puesto que pretende que sea México quien pague por esta obra que acentúa la discriminación y el aislamiento.

Sin embargo, en Mendoza a diario nos cruzamos, convivimos y hasta lidiamos con pequeños muros como el que plantea Trump, y si bien tienen dimensiones y causales distintos, terminan siendo barreras que separan a la población de la misma población.

Se trata de los barrios privados o cerrados (ya sea porque nacieron así o porque en un determinado momento sus habitantes decidieron cerrarlos para “vivir más seguros”).

Según el libro “Como una gran pecera” (del politólogo mendocino Alberto Molina, editado por Ediunc en 2013), donde se analiza el fenómeno de las urbanizaciones cerradas en el Gran Mendoza, el Área Metropolitana de la provincia tiene la mayor cantidad de barrios privados del país luego del Gran Buenos Aires.

Incluso, según este trabajo el “boom” se  acentuó en la última década ya que 60% de estos barrios cerrados se construyeron -y se siguen construyendo- desde 2004.

“La gente que convive a diario con muros más pequeños (countries o barrios privados) se escandaliza con el anuncio de Trump porque no es el mismo fenómeno. Pero una vez que reconocemos que son cosas disímiles, la idea de Trump genera rechazo por la mediatización que ha tenido el tema y porque responde a una cuestión racial (en Mendoza los muros no separan por razas sino que se basan en la ‘seguridad’).

También tiene mayor efecto que se trate de algo internacional. Una vez que se entienden que son cosas disímiles patentizadas, se puede intentar hacer una diferenciación sobre cómo impacta una y otra”, indicó Molina a Los Andes.

“Esta alarma del muro de Estados Unidos tiene que llevar a que tengamos herramientas en lo cotidiano para evitar la jerarquización. Hay mucha similitud en este análisis y lo que el Papa Francisco llama ‘cultura del encuentro’, de las civilizaciones, entre países y en las prácticas cotidianas de la vida. Si se siguen generando circuitos distintos de recolección de residuos para la Quinta Sección y para el oeste -por poner un ejemplo-, se alimentan estas diferencias, estos ‘muros’. Si se diferencia o jerarquiza la salud, el transporte, la seguridad, estas políticas promueven la separación y promueven muros como los de Trump. No tenemos que romper con las políticas públicas heterogéneas y de integración”, agregó el especialista, haciendo hincapié en este “enfrentamiento” que se da hoy entre los dos máximos referentes sociales del mundo: el presidente de los Estados Unidos y el Papa.

Otro ladrillo en la pared

Además de los barrios privados que se van diseminando cada vez más por el suelo mendocino, también están aquellos casos de sitios en los que los propios vecinos optaron por cerrar las calles.

En 2013, los vecinos del barrio Covirpol (Las Heras) -con el apoyo de la anterior gestión municipal- decidieron levantar un muro que los aislara del asentamiento que linda con el lugar hacia el este, norte y sur. En aquel momento la decisión generó polémica, sobre todo porque cortaba la vinculación con la avenida San Martín de algunas de las calles del lugar.

Pero lo dueños de las 115 viviendas del barrio donde viven policías, militares y gendarmes (en actividad y retirados) no pararon hasta levantar las 3 paredes.

Hace unos días, según denuncian los vecinos, algunos habitantes del asentamiento decidieron romper el muro que da hacia el este con un martillo mecánico para liberar la circulación, aunque el jueves quienes viven en el Covirpol reconstruyeron el boquete y volvieron a aislarse de sus “enemigos”: los habitantes del muy humilde barrio de al lado.

"Con este muro nos cambió la vida por completo. Sin el muro no se puede vivir, porque constantemente había enfrentamientos entre bandas del mismo asentamiento y se tiroteaban y mataban en las calles. Era una locura", destacaron ayer a Los Andes dos vecinos a pocos metros del paredón en el que sobresalía el flamante parche de ladrillos y cemento colocado horas antes.

“La Municipalidad no nos dio material ni facilidades para el muro, por lo que lo compramos nosotros y terminamos de levantarlo ayer al mediodía (por el jueves). Sin el muro no podés dejar ni al perro afuera, porque se lo llevan”, indicó otro vecino.

Desde hace tres años -con la salvedad del boquete que abrieron y en menos de un día cerraron-, los vecinos del Covirpol y del asentamiento en cuestión han estado separados por esta imponente cortina de concreto. “Ellos tienen armas, nosotros también ya que somos muchos policías o militares. No queremos que esto termine siendo como en la época de los cowboy”, agregaron los vecinos.

Del otro lado viven 240 familias, muchas de las cuales llegaron con la falsa promesa de que si se instalaban en el lugar se les iba a entregar un terreno y una casa.

Más allá de las bandas y los enfrentamientos que acusan los vecinos del Covirpol, también están aquellas personas que simplemente necesitan un lugar donde vivir y trabajan rebuscándosela como pueden.

Desde la comuna lasherina resaltaron que el muro fue levantado durante la gestión del ex intendente Rubén Miranda, al tiempo que explicaron que los propios vecinos del barrio policial se presentaron hace unos días para solicitar ayuda con los materiales.

“Hemos dejado en claro que esta gestión no está de acuerdo con el muro, por lo que no se les va a dar el material que vinieron a pedir”, indicaron. No obstante, hoy el barrio Covirpol está cerrado nuevamente.

Desde la comuna agregaron que también los vecinos del asentamiento les han solicitado mayor seguridad por los problemas internos que hay en el lugar. Por esta razón, trasladaron la inquietud al Ministerio de Seguridad.

“Estamos viviendo un enfrentamiento entre la cultura del muro y la cultura del encuentro. El muro de Trump es uno de los enlaces más pertinentes y es algo que pasa a menudo, por una cuestión cultural: uno se escandaliza por un muro grande, pero en el día a día va aceptando pequeños. O uno se escandaliza por la pobreza en África, y al lado de su casa hay gente que tampoco tiene para comer y no le damos importancia. Estamos viviendo una política de ordenamiento territorial global”, agregó Molina, quien incluso resaltó los disparatados costos de la obra norteamericana (entre 20.000 y 40.000 millones de dólares).

“Sin embargo, lo que significa este muro no es lo mismo que lo que ocurre con los que interactuamos en el día a día. En el caso de los barrios cerrados hay 3 cuestiones por las que uno decide irse allí y ‘levantar’ ese muro: una sensación de seguridad, esnobismo (una idea de jerarquía y estatus por vivir en estos espacios) y la necesidad de tener espacios verdes. Pero en el muro de Estados Unidos hay otras cosas en juego que involucran a Trump y sus electores, y es la idea de retomar el poder en mano de los estadounidenses, de que vuelva a gobernar el ‘yankee white’. Se acaba la diversidad, ellos vuelven a tener su propia frontera y su poder”, sentenció el especialista.

Un Plan de Ordenamiento contra muros

El secretario de Ambiente y Ordenamiento Territorial de la provincia, Humberto Mingorance, se refirió a la problemática que significa la falta de control de barrios privados y cerrados.

“Si hay un emprendimiento privado, siempre hay que priorizar la circulación libre por las calles y la vinculación de las áreas. Eso es parte del Plan de Ordenamiento Territorial que ya está listo y que entre febrero y marzo se enviará a la Legislatura para que sea tratado”.

El funcionario dio a entender que se pondrá fin a esta práctica: “Hay que entender que es inconstitucional que se cierren calles y se interrumpa el tránsito, por ello es que se desestiman estos pedidos en los barrios privados. Y los que sigan funcionando deberán hacerlo sin interrumpir el tránsito en las calles importantes”.

Mientras él se desempeñaba en la Municipalidad de Godoy Cruz (en 2013 y casi en la misma época en que se levantó el muro del barrio Covirpol), un grupo de vecinos del barrio ATSA hizo un pedido similar en la comuna por los episodios de inseguridad en el lugar.

Pero no prosperó: “El Plan de Ordenamiento desestima la idea de barrios privados, y si se da lugar la condición sería que no cierre la vinculación. El objetivo es que los municipios desarrollen acciones que mitiguen lo que se hizo mal durante tantos años en los barrios que ya existen, mientras que aquellos que se vayan construyendo tendrán que regirse con el plan”.

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