Era una semana clave. Luego del fracaso del canje del Bono Dual AF2020 se esperaba una reacción del Gobierno. El jueves debía pagar $ 95.000 millones y la única salida era emitir esa cantidad de dinero, que hubiera presionado sobre el dólar y sobre los precios.
Otra salida era la que, finalmente, tomó el Ejecutivo. Se comunicó que se postergaba el pago de dicho bono hasta fin de setiembre tanto de capital como de intereses. El jueves sólo se pagaron unos $ 6.400 millones correspondientes a intereses ya devengados y se generaron muchos debates. El Gobierno utilizó términos muy duros con los acreedores (muy de la ortodoxia kirchnerista), pero aprovechó que es un bono regido por la ley argentina y tiene menos requisitos.
Hasta aquí fue una batalla aprovechando ventajas, pero el Gobierno tiene vencimientos de $ 300.000 millones hasta abril próximo y no se sabe si tomará las mismas medidas.
Lo cierto es que el ministro Guzmán, anoticiado de la dureza del mercado, ya piensa en incluir a los bonos en pesos y dólares bajo jurisdicción argentina en la negociación total de la deuda.
También el ministro tiene claro que los mismos fondos que no quisieron el canje de este bono son fuertes tenedores de la deuda con jurisdicción en Nueva York, para la cual se requiere juntar un 75% de aceptación para que el canje de bonos de la renegociación sea válido, ya que incluirá postergación de fecha de pago, menos intereses y hasta quitas de capital.
Más allá de los debates, estaba claro que el Gobierno no tenía otro camino y, de alguna forma, refuerza algunas definiciones de las políticas prometidas por el presiden te Alberto Fernández en el sentido de cuidar el frente fiscal, evitando fuertes emisiones monetarias.
Lo que queda en duda es cuál será el plan real que aplicará el Gobierno porque para poder pagar deberá tener superávit fiscal y necesita reactivar la economía, algo difícil de conseguir si no se bajan las cargas impositivas. Éste es parte del examen que deberá rendir el equipo de economía ante los auditores del FMI que llegaron esta semana para analizar los números del Gobierno.
No obstante, el miércoles Guzmán estuvo en el Congreso y dejó algunas definiciones que permiten avizorar algunos escenarios y generan algunas preocupaciones. En principio anticipó que la negociación será muy dura y que los acreedores no quedarán para nada satisfechos y luego dijo que se sostendrá el déficit y que recién en 2023 podría haber 0,3% de equilibrio fiscal.
Con esto el ministro anticipa que, más allá de las quitas de capital o de intereses, los plazos de pago se estirarán mucho más de 5 años ya que con ese superávit no estará en condiciones de afrontar los pagos. Lo preocupante es que, con déficit, deberá seguir pagando a los organismos multilaterales (BID, Banco Mundial) y al FMI por lo cual su renuencia a tener austeridad fiscal es muy peligrosa.
Otra señal preocupante es que al afirmar que no puede haber austeridad fiscal con recesión no sólo anticipa más déficit sino que anuncia que habrá mayor emisión monetaria, asegurando la perdurabilidad del proceso de inflación, pero eso no garantiza que la economía salga del estancamiento en el que está postrada en los últimos diez años.
Actividad, inflación y dólar
Estos tres elementos juegan en la Argentina un rol muy importante porque, además, van de la mano y se mueven en forma coordinada. El nivel de actividad nos muestra un estancamiento -progresivo en los últimos diez años-, de la mano de una creciente presión impositiva que ha llegado a niveles asfixiantes.
El problema que se vislumbra es que si no se piensa bajar el gasto, si se anuncia sostener el déficit y tampoco se prevé bajar los impuestos, de esa manera no aparecerán las inversiones ni la creación de nuevos puestos de trabajo. Si la economía no crece (este año caerá 1,5%) es imposible pensar en la sostenibilidad de la deuda, aunque hagan una quita del 50% a los acreedores. Mantener el déficit implica financiarlo con emisión monetaria y es probable que ante procesos de mayor oferta también caiga la demanda de pesos y se refuerce la presión sobre el dólar en los mercados marginales. Además, con mayor oferta monetaria, el BCRA no podrá seguir bajando las tasas ante el riesgo de un estallido inflacionario.
El ministro Martín Guzmán dice que no puede haber austeridad fiscal en un contexto recesivo, pero se olvida que estamos en un proceso de estanflación y esto cambia la concepción clásica keynesiana que postula que la inflación generada por el gasto público es reactivante. En el caso argentino la inflación agudizó el estancamiento y es una trampa mortal.
Otro problema es el dólar. Si bien hay un súper cepo, que impide a los particulares hacerse de dólares y el impuesto PAIS, que grava con un 30% los gastos en el exterior con tarjetas, la presión se genera hacia los mercados marginales. Pero además, ante la inflación existente, no puede desactualizar el tipo de cambio porque complicaría las exportaciones.
El BCRA ha dejado deslizar el valor del dólar mayorista en forma gradual y también ha comenzado el mismo proceso con el precio de los billetes minoristas. Esto es razonable, pero lo que no es razonable es sostener altas tasa de inflación. Por ahora la tiene contenida en torno al 3%, pero con fórceps por el congelamiento tarifario, pero en algún momento deberán comenzar a destrabarlas. Claramente los planes son un misterio y no hay nada claro hacia el futuro.