A la iglesia peronista le anda faltando un Papa - Por Carlos Salvador La Rosa

A la iglesia peronista le anda faltando un Papa - Por Carlos  Salvador La Rosa
A la iglesia peronista le anda faltando un Papa - Por Carlos Salvador La Rosa

La diferencia del peronismo con otros movimientos similares que surgieron en América Latina luego de la segunda guerra mundial fue, en gran parte, la consigna que Juan Perón repitió quizá más veces que ninguna otra a lo largo de su vida: la de que sólo la organización vence al tiempo.  Nuestra afirmación puede sonar paradójica o inexacta si se analiza la conducta del General a lo largo de toda su vida política, tiempo inmenso en el cual combatió contra todos los que quisieron compartir su poder o heredarlo.

El sindicalista Cipriano Reyes, que fue esencial para la realización de la movilización del 17 de octubre de 1945, estuvo encarcelado durante casi todo el gobierno de Perón.  El General Domingo Mercante, dos veces gobernador  de la provincia de Buenos Aires, apenas se insinuó como sucesor de Perón, debió dejar la gobernación y su reemplazo borró nombre, memoria y  huella del caído en desgracia. El sindicalista Augusto Timoteo Vandor, durante el exilio de Perón, intentó formar una alternativa que se dio en llamar peronismo sin Perón.

El General lo combatió politicamente (en Mendoza hubo una elección donde el candidato de Perón le ganó al de Vandor) y al final los Montoneros quisieron ofrecer un “trofeo” de supuesta lealtad y lo acribillaron a balazos. Para regresar al poder -imposibilitado de presentarse él- Perón eligió como su candidato al que se suponía -en la leyenda peronista- era el más obediente de todos sus partidarios, el símbolo de la lealtad a ultranza: Héctor Cámpora. Pero apenas duró 49 días en la presidencia al ser acusado de ser el más desleal, el que se unió con los Montoneros en contra de Perón, o sea, con el grupo guerrillero que también quería heredar al General. Tanta fue la desorganización y división del PJ, que Perón eligió como sucesora a su mujer, Isabel Martínez, absolutamente ignorante de la más mínima noción de política.

Sin embargo, muerto Perón el peronismo no sucumbió. Y como una enorme paradoja, se podría decir que durante los 45 años que pasaron desde su fallecimiento, el peronismo fue tan o más protagonista central de la vida política del país que en vida de su fundador. La organización venció al tiempo... aunque a lo peronista. Durante el exilio de Perón, el sindicalismo fue, como se dio en llamar certeramente, la columna vertebral del movimiento. Con su capacidad negociadora logró que todos los gobiernos, incluso los militares, incrementaran su poder corporativo en vez de debilitarlo, quizá con el mismo deseo de Vandor, que un peronismo sin Perón hiciera desaparecer políticamente a Perón. No obstante, se dio otra paradoja: el sindicalismo se fortaleció, pero Perón también.

Lo cierto es que, aún sin ningún heredero, los peronistas sobrevivientes a Perón tuvieron la misma capacidad de su líder de adaptarse a las tendencias e ideologías cambiantes de cada momento. O al revés: fueron capaces de adaptar todas las novedades históricas a su movimiento, de hacerlas peronistas aunque las desviaran significativamente de lo que ellas expresaban.

Esas dos cosas, el sindicalismo que mantuvo viva la organización peronista por encima de la existencia o no de líderes, y la habilidad de variar de ideología de acuerdo a la hegemónica de cada tiempo, gestó un movimiento postPerón que se pareció a la milenaria estructura organizativa de la Iglesia católica: un puñado de obispos (los líderes y señores feudales que detentan los poderes locales y legislativos) elige una especie de Papa Rey que ocupa el papel de Perón, pero no de por vida sino  mientras dure en el mundo la tendencia ideológica de moda que vino a representar.  Eso fue Antonio Cafiero y los renovadores que acabaron con los restos del viejo peronismo que quedaba de los años 70 para adaptarlo a la socialdemocracia imperante en los años 80. Pero en los años 90, con el triunfo del neoliberalismo, el peronismo tomó esas banderas y designó Papa Rey a Carlos Menem. Quien duró hasta que aparecieron las primeras crisis económicas neoliberales con el efecto Tequila o la devaluación brasilera.  Allí asumió un Papa de la transición, Eduardo Duhalde, cuya principal meta, más que suceder a Menem, era borrarlo políticamente del mapa.

Luego de lograrlo asumió un casi desconocido venido del sur,  Néstor Kirchner, que fue quien más claro tuvo su papel de Papa Rey, tanto que borró de modo implacable todo rastro de Menem y Duhalde (pretendió incluso borrar la  huella del mismísimo Perón) y se adaptó a la nueva realidad hegemónica en América Latina del populismo de izquierda antiglobalizador. Lo heredó su mujer, Cristina, quien predominó hasta que esa ideología entró en crisis en el continente, siendo sustituida por una mezcla confusa de liberalismo clásico y de populismo antiglobalizador pero de derechas.

Quizá sea esa confusión que hoy recorre casi todo el mundo (que en el fondo es una gran contradicción entre seguir adelante o volver atrás)  lo que le impide esta vez al peronismo asumir el espíritu de los tiempos y hacerlo peronista como lo hizo siempre antes.  Será tal vez por eso la extraordinaria timidez que muestra para dejar de lado el pasado, cuando antes lo que dominó fue su extraordinaria audacia para dejarlo de lado.  Salvo un obispo sin mucho predicamento, Miguel Pichetto, que es el único que parece querer acabar en serio con el pasado, los aspirantes a nuevo Papa Rey andan mendigando miserablemente los votos de Cristina, como Sergio Massa o pidiendo por su vuelta, como Felipe Solá.

En el mejor de los casos, algunos pretenden poner a una figura prestigiosa pero decorativa, que reine pero que no gobierne, como Roberto Lavagna.  Lo que nadie se anima a hacer es lo que el peronismo hizo siempre hasta ahora con singular éxito: romper del todo con el anterior rey o reina, manteniendo a los viejos obispos para que proclamen al nuevo emperador. Y de ese modo que en el peronismo todo cambie para que nada cambie.

Dejamos para el final otra rara paradoja, más bien metafórica: La única vez desde la muerte del General que el peronismo no puede proponer un nuevo Papa peronista, en el Vaticano lidera un Papa  ue es argentino, que alguna vez fue simpatizante peronista, que hoy los peronistas consideran suyo y que los antiperonistas consideran peronista.

Qué resultará para el país de estas novedades históricas es algo que por ahora es una gran incógnita.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA