Luis Abrego - labrego@losandes.com.ar
Está todo dicho. O casi. Sólo falta la precisión que esta noche emanará de las urnas. Por lo pronto, los discursos y las peleas de más de tres años dejarán de tener sentido (o no), según el resultado final de las PASO.
Unas primarias que -sin dudas- funcionarán como primera vuelta electoral y podrían dejar a las generales del 21 de junio casi como una mera instancia de ratificación de lo que hoy suceda, como ya aconteció en Capital y en San Carlos.
Esa es la principal expectativa de los integrantes del Frente Cambia Mendoza (CM), el poderoso armado multipartidario opositor que enarbola la candidatura del radical Alfredo Cornejo, favorito en todas las encuestas, incluso las oficialistas.
Desde la vereda del justicialismo, el Frente para la Victoria (FpV) llega no sólo con tres precandidatos (Adolfo Bermejo, Guillermo Carmona y Matías Roby) -lo que da cuenta de sus dificultades internas-, sino también del escaso liderazgo ordenador que cualquier conglomerado político necesita.
A ello se suman las dificultades de gestión que el gobierno de Francisco Pérez no ha sabido resolver durante este tiempo y que generó que dos de esos tres postulantes incluyeran en su campaña cuestionamientos hacia la tarea del Gobernador; y que el restante, Bermejo, marcara serias diferencias, en especial, con el vínculo con la Nación.
Un ítem que, hasta la reciente ruptura con el gobierno de Cristina Fernández, fue el casi exclusivo argumento de gobierno de la administración provincial.
Cornejo, de valorada labor en el municipio de Godoy Cruz, ha construido sus aspiraciones en base a la pelea con Pérez. Fue el más duro de los opositores, y el más implacable de sus críticos. Tuvo la constancia (o la ciega obstinación) de ir incluso en contra de la lógica política de la negociación. Pérez, también se obsesionó con él.
Vio su mano en todos sus errores y lo acusó de cuanta conspiración fuera posible. Está claro que se miden y se desconfían: hay una cuestión de piel que hoy podría empezar a quedar saldada definitivamente. Es más, el resultado de las elecciones de este domingo podría dejar al perdedor seriamente herido, o incluso, afuera de las futuras peleas.
Por estas horas, en el búnker de Cornejo ya festejan que la estrategia de la municipalización que propuso el PJ, dicen, fracasó. “La discusión y la agenda de la campaña han sido los temas provinciales, no los municipales. La gente va a elegir gobernador”, dicen los radicales.
Según sondeos propios de su encuestador, Elbio Rodríguez, estiman que la diferencia con Bermejo será de al menos 17 puntos (42% Cornejo, 25% Bermejo) y le asignan unos 7 puntos a Carmona y casi 5 a Roby. Así, la sumatoria del FpV alcanzaría el 37%, es decir, 7 abajo de CM.
Además, consideran que los votos que recoja el oficialismo no necesariamente se sumarán de manera automática para junio. Especulan que “el corte de boleta será más fácil en la general”, con lo que presumen que esa movida de votar a Cornejo y a un intendente peronista podría estirar las cifras finales del comicio definitivo, en el que, seguramente, votará más gente.
Pese a la confianza, se muestran cautos. Hacia dentro, en la UCR ya se rumorea la próxima definición de las listas nacionales, en las que Cornejo -si triunfa- puede ser el gran elector bajo la impronta del acuerdo nacional con el Pro y un reclamo interno creciente: la renovación generacional.
Hacia afuera, creen que en todo caso, y al margen de las diferencias finales de hoy con el FpV, aunque más si éstas son más holgadas que lo previsto, implicarán que forzosamente un nuevo escenario político ha cristalizado en Mendoza. “Pérez deberá comprender que deberá iniciar una transición ordenada. Si lo desconoce -advierten- entonces habrá más guerra...”.
En el peronismo se ilusionan con que la estrategia de reforzar el poder territorial de los intendentes y de los dirigentes que aspiran a serlo, se imponga sobre la tradicional tracción que genera la categoría superior (habitualmente la boleta de presidente de la Nación, ahora la del gobernador) sobre el resto de la lista sábana.
En esa jugada se resume la posibilidad de encauzar un comicio que aparece como complejo. A la lenta evaporación del kirchnerismo en Mendoza, de la que da cuenta el corrimiento del propio oficialismo partidario, también hay que sumarle el desgaste propio de un ciclo nunca consolidado que se inició con Celso Jaque en 2007 y que -justamente- por el arrastre nacional logró continuidad con Pérez en 2011.
Probablemente, hoy el PJ concluya que, en todo caso, el desdoblamiento de las elecciones provinciales puede haber sido un grueso error de apreciación política, condicionado entonces por el fantasma de la aparición de Julio Cobos en la boleta radical, ya sea como presidente o como gobernador.
Nada de eso ocurrió y no son pocos los que por esta hora se lamentan de no haber atado finalmente la suerte del peronismo local a la pelea nacional, que de la mano de Daniel Scioli -principalmente- por lo menos hubiera garantizado captar los votos de quienes dicen privilegiar la gobernabilidad antes que el rotundo cambio de timón que hoy proponen los principales presidenciables de la oposición nacional.
Con resignación, algunos referentes oficialistas sólo apuestan a que hoy la diferencia que Cornejo le saque al conjunto del lote kirchnerista no se estire al extremo más cercano a los diez puntos. Creen que si esto finalmente sucediera, la ventaja en junio podría ser irremontable.
Por el contrario, desde el búnker de Bermejo, casi seguro ganador de esa interna, estiman que Cornejo “no le va a sacar más de cuatro o cinco puntos al PJ en general”. Suponen que el maipucino se llevará entre 20 y 22 puntos de los casi 40 que podría tener el oficialismo con sus tres expresiones, según las mediciones de la encuestadora Analía Franco.
Asimismo, apuestan que esta noche, cualquiera sea el resultado, Bermejo, Carmona y Roby brinden una esperadísima “foto de unidad” prometida pero no confirmada, que permita hacer una traslación del total de los votos hacia el futuro.
El mismo Carmona la puso en duda el jueves durante la visita de Florencio Randazzo cuando, al recordarle la disyuntiva peronista de que el que “gana conduce” y el que “pierde acompaña”, lanzó un lacónico y enigmático “yo ya acompañé...”. Algo similar pasa por la cabeza de Roby. Cree que no tiene por qué sacarse ninguna foto con aquellos que hicieron todo lo imposible por bajarlo, condicionarlo y ningunearlo.
Cuestión aparte, en el PJ también creen que el resultado de hoy podrá condicionar la definición de las listas de diputados y senadores nacionales, la batalla que se viene. “Si Carmona no hace una buena elección o sale tercero, que se despida de intentar renovar su banca...”, especulan.
Por el contrario, si el oficialismo recibiera hoy una derrota catastrófica, todas las miradas apuntarán a Pérez y también a su pretensión de encabezar la lista de legisladores nacionales que tanto irritó a la Casa Rosada.
En el PJ y la UCR se especula también con la afluencia de votantes. El radicalismo cree que, por ejemplo, las complicaciones que tendrá Guaymallén favorecerán la desmotivación del ciudadano común y el triunfo del aparato peronista. En el oficialismo, guiñan un ojo y no creen que la asistencia supere el 60% del padrón, con lo que asienten sobre la desconfianza radical.
Como en los viejos westerns, los archirrivales se verán hoy cara a cara. Sus posturas y sus reflejos les pueden dar una victoria que exceda sus enconos personales y que ojalá se traslade al resto de un pueblo del Oeste que busca algo más que un sheriff y un villano con el cual entretenerse.