Queremos referirnos a nuestras ciudades, la Capital y las principales de los departamentos que conforman el Gran Mendoza y las del resto de los oasis. Sostenemos que se puede hacer mucho para conseguir que sean más confortables y en armonía con mejores estándares de vida. Deberán contribuir para esos objetivos las políticas públicas del Gobierno provincial y de las municipalidades, pero nada se podrá hacer sin la colaboración y el aporte de los ciudadanos, por lo menos de aquellos que sienten compromiso y empatía con los lugares que habitan.
Pasemos revista a unos pocos y sencillos ejemplos. Todo el verano los mendocinos hemos sufrido el agobio del fuerte calor del estío, matizado con intensas lluvias y la acumulación de basura. En este último aspecto, hace mucho tiempo que no se veían diversos sectores de la región metropolitana cubiertos de pequeños y grandes basurales a cielo abierto.
La situación se controló con el trabajo de los municipios que salieron a levantar los residuos de la vía pública que tenían a mal traer a los vecinos. Sin embargo muchos de esos sitios que habían quedado limpios se volvían a cubrir de desperdicios y escombros. Evidentemente hay personas a quienes no les gusta ver las calles aseadas y, por desconocimiento o mala fe, volvieron a sembrar de suciedad sectores que habían sido atendidos.
Los jóvenes que realizan sus reuniones previas antes de ir a bailar en determinados lugares, abandonan esos puntos de encuentro en un estado lamentable, como si un pequeño tsunami se hubiera desatado por la cantidad de botellas, envases plásticos y otros desperdicios que abandonan.
Los ejemplos se dispersan por diferentes zonas, como la rotonda de la Virgen, en el oeste de Luján de Cuyo, en el borde con Vistalba, en los fines de semana. Esa actitud contrasta con el generoso y espontáneo servicio que llevaron a muchachos/as a ocupar parte de sus vacaciones para pintar la escuela 4-001 José Vicente Zapata, en Capital.
Entonces, no son grandes los esfuerzos que se necesitan para optar por una forma de vivir armónica y saludable. Paradas de colectivos, sitios en la vereda donde se consumen bebidas alcohólicas, parques y prados, son frecuentemente blanco del abandono por quienes usan o pasan por esos lugares.
Ni qué hablar del hostigamiento que sufre ese lujo que tenemos los mendocinos, el Parque General San Martín que, beneficiario de un bajo o apenas elemental mantenimiento por parte de sus administradores, es sometido a un hostigamiento por parte del público que le quita su belleza natural y espontánea. En otro orden, grandes descampados abiertos y llenos de escombros, como el que se enseñorea al norte del Parque Central, también aportan su cuotaparte de atraso urbanístico y vulnerabilidad.
Si los ciudadanos se proponen respetar la ciudad, el ambiente, no ensuciar o limpiar cuando se incurre en algún desatino; si cuidamos nuestro arbolado público -envidiado en todo el mundo, pero poco vigilado en el medio-; si algunas de estas cosas ocurren, tal vez podamos doblegar la desidia que a veces nos invade y proyecta a una realidad chata y mezquina.
Todos estos factores no son estáticos y se pueden mejorar, dependiendo de la capacidad de los ciudadanos de militar la buena senda del cuidado del ambiente y exigiendo a los funcionarios la realización de obras de infraestructura necesarias.
Hace pocas semanas, observamos y padecimos una ciudad en crisis, inundada e intransitable por las lluvias de fin de año y el comienzo del actual que, si bien fueron importantes, distaron de ser catastróficas, no obstante lo cual la urbe quedó en un estado lamentable.