Desde el año pasado la Municipalidad de la Capital ha empezado a generalizar el uso de un logo creado a fines de 2015, basado en la letra M (mayúscula) de Mendoza que, en su núcleo o corazón, tiene un árbol de copa armada. En la presentación oficial de este logo -vía Twitter- el intendente capitalino afirmó:
"El nuevo imago-tipo tiene como núcleo al árbol [¿y la acequia?] que representa el gran punto de consenso ciudadano de los vecinos a lo largo de la historia" (…) "A partir de la marca queremos viralizar conductas que mejoren la convivencia: respeto [¿también de las acequias urbanas?], educación, responsabilidad, solidaridad e innovación" [el agregado es nuestro]
La primera vez que vimos aparecer un escudo municipal de Mendoza fue en el Plano de 1854 "de la Compañía de Jesús". El núcleo de este "escudo municipal", oval, muestra un horizonte de montañas delante del cual se yergue un gorro frigio (idea e imagen que viene de la Revolución Francesa para simbolizar la libertad que pregonaban los revolucionarios) sostenido por dos brazos, todo el conjunto bordeado de laureles, al que flanquean banderas argentinas que se pierden en la perspectiva. El Sol de Mayo corona el óvalo en la parte superior.
Desde las montañas desciende un río-un canal-una acequia. No hay árbol en la ciudad en 1854. ¿O sea? Para que pudiera aparecer el árbol urbano antes debió crearse un sistema de acequias urbanas con el que pudiera regárselos. Hecho que ocurrió a partir de 1872.
En 1911 se rediseñó el escudo municipal conservando la idea del río-canal-acequia que baja de la montaña a la ciudad y es el que se usó en la papelería oficial hasta los tiempos recientes, gestión de Fayad (1987/91) cuando apareció la imagen de la "ciudad en flor". ¿Recuerdan?
Una historia antigua
Como somos una sociedad a la cual le da pereza sostener los símbolos e íconos históricos, apostando siempre "a la modernización permanente" y al reemplazo de las imágenes, logos, edificios históricos valiosos, etc. Siempre con esa actitud "fundacional" que nos caracteriza, al imaginar que la historia empieza con nosotros, con nuestra gestión, con nuestra impronta, diseños que, inevitablemente, cambiará la próxima gestión de otro signo político, u otra que se sienta, también ella, fundacional.
Y, como si de cambiar se trata, y viendo que el nuevo logo se consolida, en su uso y en su visualización, es que me propongo no criticar el imagotipo elegido por la gestión Suárez, sino sugerir a la comuna mejorarlo (creo) al incorporarle aquel curso de agua del Escudo de 1854 y 1911, inexplicablemente ausente en la nueva imagen municipal (logo de la izquierda).
Ya que sin la acequia callejera no habría árbol, ni ciudad-bosque, ni patrimonio cultural urbano. Ni tampoco existiría Mendoza como "…un oasis de verdura en los confines del desierto", como tan bellamente la definiera el político e historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna en 1855.
Paradójicamente, si alguna vez llegásemos a ser declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco no sería -seguramente- por nuestros afamados vinos ni por nuestra popular Fiesta de la Vendimia, ni por nuestro sol o nuestra arquitectura, ni por nuestro trazado urbano o nuestros monumentos, sería, precisamente, por nuestro "ancestral sistema de acequias urbanas" que se remonta a la cultura incaica, de la cual Mendoza fue su extremo más austral, y el ecosistema conexo (arboleda urbana, microclima, trazado, etc.).
Por ello, no sólo se merecen estar en el logo de la "ciudad de las acequias". Eslogan que, inexplicablemente, a nadie se le ha ocurrido usar turísticamente. Las acequias mendocinas se merecen, por sí mismas, su propio monumento. Aunque las descuidemos tanto. Espero llegar a verlo.
