A diez años de la muerte de Mercedes Sosa, la voz de América Latina

Un 4 de octubre de 2009 falleció “La Negra”, la artista más importante del folklore argentino que tuvo una profunda relación con Mendoza.

A diez años de la muerte de Mercedes Sosa, la voz de América Latina
A diez años de la muerte de Mercedes Sosa, la voz de América Latina

Cada 4 de octubre la música nacional se viste de luto en recuerdo del fallecimiento de Mercedes "La Negra" Sosa. Un día como hoy pero del 2009 dejaba este mundo a los 74 años para pasar a la eternidad y vivir para siempre en sus canciones.

Las casualidades no existen, la voz de América Latina nació un 9 de julio, día de la Independencia argentina, a metros de donde se plantaron los cimientos de nuestro país en Tucumán. Fue en 1935, el año que falleció Carlos Gardel. 

Quién iba imaginar que esa pequeña niña, de rasgos aborígenes, con sangre diaguita en sus venas, hija de un zafrero y una lavandera se iba a convertir en una de las artistas más importantes en la historia del folklore argentino y una de las más grandes referentes de la música en Latinoamérica, lo que la llevó a recorrer los principales escenarios del mundo dejando a Argentina en los más alto.

Su relación con Mendoza fue especial. En esta tierra comenzó su carrera musical junto al movimiento Nuevo Cancionero. De la provincia fue oriundo Fabián Matus, el padre de su único hijo. Aquí forjó grandes amistades como con Armando Tejada Gómez. Y un poco de ella vive en estas tierras para siempre, ya que en vida decidió que parte de sus restos fueran arrojados al canal Cacique Guaymallén. "Uno vuelve siempre, a los viejos sitios, donde amó la vida", supo cantar en "Canción de las simples cosas" y ella decidió volver a la tierra del sol y del buen vino para no irse más, para mezclar su voz con el agua que termina regando los viñedos.

Su talento le regaló merecidos homenajes, a lo largo de su se llevó premios como el Konex de platino, la orden del mérito en Francia, el Gardel, el Grammy latino y hasta fue declarada embajadora de la Unesco.

Comprometida políticamente con las ideas del Partido Comunista, se refugió en el exilio en 1979, cuando el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional la detuvo una vez y bastó para que armara la valijas y se instalara en París. Allí no acallaron su voz y continuó haciendo canciones y explorando la música latinoamericana.

Su regreso al país fue histórico. Con 13 conciertos en el Teatro Ópera, en 1982 se reencontró con el público argentino que la recibió con fervor.

Su grandeza seguía construyéndose año a año y su arte sumaba a nuevos artistas como Piero, León Gieco y Charly García. En Cantora, el álbum doble que editó poco antes de su muerte llegó a grabar con Gustavo Cerati y Luis Alberto Spinetta. Incluso compartió canciones con Shakira, Julieta Venegas, Jorge Drexler o René Pérez de Calle 13.

Su despedida, aunque inesperada, fue acorde a su aporte a la cultura de nuestro país. Sus restos fueron velados en el Congreso de la Nación donde pasaron sus grandes amigos de la música y personalidades de otros ámbitos como Diego Maradona o Susana Gimenez, con quien forjó una gran relación. Por su muerte se decretaron tres días de duelo nacional y las condolencias llegaron de todo el continente. La noticia tuvo repercusión mundial, y claro, no era para menos, la voz de de América Latina se había apagado.

Hoy, a diez años de su partida, lo mejor es recordarla donde ella se hizo inmortal, sus canciones.

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