Por Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar
En vez de calmar las aguas del hiperactivismo político practicado por el kirchnerismo hasta el último de sus días, el macrismo decidió seguir con el mismo método frenético de generar hechos nuevos a cada instante y en todos los sectores. Como que quisiera aprovechar para sí el clima cultural al que los argentinos ya se habían acostumbrado, aunque no con placer. Parecieran querer decir: para lograr un país normal donde la vida política deje las sobreactuaciones de lado, antes hay que dar vuelta las anormalidades existentes, pero ellas hay que deshacerlas al mismo ritmo con que las impusieron porque, si no, corremos el riesgo de que debamos convivir con las mismas para siempre.
El diagnóstico central realizado por el nuevo gobierno indica que la Argentina pública es hoy un país atado con alambres o mejor dicho alambrado, donde el libre tránsito de personas, objetos e ideas está limitado por mil obstáculos. Alambres que hacen ineficiente el funcionamiento de casi todo pero cuyo origen es de tipo ideológico, de la torpe concepción de que la gestión no es una cosa importante, que lo que verdaderamente importa es la "idea", por lo que si ella es correcta sus consecuencias prácticas deben ser inevitablemente buenas.
O se gestiona desde la ideología, como hacemos nosotros, piensan los K, o se gestiona desde la gestión, que en el fondo es ocultar la verdadera ideología que es la neoliberal, piensan los K de los macristas. Pero en un caso u otro para ellos la gestión es lo de menos; lo que vale es siempre el relato. Y fue precisamente con su relato con el que se encargaron de tapar y alambrar la realidad y sus efectos.
Frente a ello, el macrismo se propone en sus inicios -a veces bien, a veces muy torpemente- que la realidad sea liberada de las trabas con que el gobierno anterior intentó alambrarla a ver si la podía derrotar y remplazarla por otra supuesta "realidad" que estaba en sus mentes.
Por eso las primeras acciones de gobierno están consistiendo en cortar los alambrados que convirtieron a la Argentina en un neofeudalismo donde para entrar o salir hay que pagar peaje en cada territorio dominado por su peculiar patrón de estancia. Hay que sacar los alambrados con los cuales se pretendió condicionar la marcha de la realidad con los obstáculos del relato, deformando sustancialmente la Argentina.
La televisión pública en su totalidad y los demás medios de comunicación estatales o privados estaban crecientemente alambrados por la doctrina oficial convertida en mera publicidad partidaria brutalmente ideologizada. Ni aún así lograron que sus medios o los cooptados fueran escuchados, vistos o leídos por las mayorías sociales, quienes no sólo siguieron sino que fortalecieron a la poca prensa independiente que soportó el feroz apriete presidencial.
Ahora son esos propagandistas disfrazados de periodistas quienes acusan de censura al gobierno porque no le interesa renovar contrato a programas como 6,7,8. Lo que el kirchnerismo pretendía es que se los dejara seguir, agregando programas similares pero macristas. Sería un doble error.
En realidad la comunicación pública que es pagada por todos los ciudadanos no debería permitir más estas bajadas de línea burdas y ofensivas, de un lado ni del otro. Si ellas quieren existir que lo hagan a nivel privado, pero es muy dudoso que alguien quiera comprar esos delirios si no es bancado por el gobierno. La prueba es que a un mes y medio de macrismo, los medios supuestamente privados que se encargaron de esas tarea sucia de propagandizar el régimen, están quebrando o se están borrando, con lo que se prueba que a sus dueños jamás les interesó el "proyecto" ni los "periodistas" del proyecto a los que hoy dejan en Pampa y la vía, sino la pauta y nada más que la pauta. ¿Alguien puede haber supuesto alguna otra cosa? ¿Que los mercenarios por hablar en chavista o cheguevarista dejaran de serlo?
Otro alambre que se intenta quebrar es el de los Estados dentro de los Estados, del cual el ejemplo superlativo es el reinado de Milagros Sala en Jujuy. Se está logrando mediante una combinación entre el nuevo gobernador radical Gerardo Morales que decidió desalambrar a los esclavizados por el patronazgo feudal de la Tupac Amarú, y la vieja (y hasta el 10 de diciembre complaciente) Justicia jujeña (dominada por peronistas) que ahora se dio vuelta y encarceló a la líder del movimiento. Peronistas contra peronistas, podría decirse, los cuales suelen ser entre ellos mismos más duros que nadie.
La eliminación del cepo cambiario fue el gran desalambrado económico, aquél contra el cual el kirchnerismo apostó todas sus fichas para que el país estallara a fin de poder transferir la culpa de todo lo que se hizo mal en la economía doble K (Kirchner-Kicillof) a la decisión desalambradora de Macri, acusándolo de ser un malvado devaluador con algo de Cavallo, algo de De la Rúa y algo de Duhalde. Sin embargo no pasó nada y eso dejó estupefactos a los profetas de catástrofes que, desde entonces, a falta de poder apoyarse en la economía para golpear a la nueva gestión, están buscando caracterizar al macrismo como una dictadura no republicana (¡justo ellos!), viendo si pueden conseguir, con los decretos de necesidad y urgencia, lo que no consiguieron con el dólar.
El cambio de política con los subsidios deberá ser la próxima gran política desalambradora, no tanto por su disminución que habrá que analizar caso por caso y sector por sector, sino por su cambio de concepción. Los subsidios requieren ser despersonalizados y desuniversalizados a diferencia de ahora, que son entregados clientelarmente con lo cual humillan al receptor, o cedidos a todos sin discriminación con lo cual se benefician con las tarifas de servicios públicos hasta los millonarios.
El debate sobre los ñoquis también es crucial dentro de esta cosmovisión política. El gobierno anterior, particularmente en los últimos seis meses pero en general desde hace varios años, intentó colonizar el Estado inundándolo con la incorporación de militancia rentada, vale decir gente que era convocada al empleo público por su adhesión política y no por sus habilidades profesionales. La idea era que ganara quien ganare, incluso Scioli, desde dentro de la administración pública estuvieran la mayoría de las instituciones estatales copadas por los defensores del antiguo régimen.
Hay que desalambrar también el caso Nisman, detrás del cual se vivió el alevoso intento del poder que se fue por tapar tanto la investigación del fiscal muerto como la muerte del fiscal, a fin de tratar que quede impune el enorme crimen de Estado que se intuye detrás de todo ello. Y que quede impune también la más increíble propuesta de viraje internacional que se intentó con la ridícula alianza con Irán a partir de un pacto miserable. Tan miserable que hasta el mismo Irán se dio el gusto de usarnos y tirarnos al exigir primero que la cumpliéramos haciendo cómplice al Congreso y al final incumpliéndola ellos cuando vieron que no les sacaban las alertas rojas internacionales a los acusados. Se rieron de nosotros a más no poder, en particular de los que quisieron acordar con ellos. En ese sentido la declaración definitiva de inconstitucionalidad del pacto con Irán puede ser la primera gran obra antiimpunidad de esta gestión si decide proseguir hasta las últimas consecuencias la investigación por la AMIA y por el pacto con Irán. También por la muerte del fiscal que estaba encargado de ambos temas.
Hay que seguir, en síntesis, desalambrando para que (como repetía hasta el cansancio alguien de origen peronista, mejor dicho el origen mismo del peronismo) la única verdad sea la realidad y el relato pase a formar parte de aquello que nunca dejó de ser: una ficción más del realismo mágico latinoamericano.