Eran más o menos las 7 y media de la mañana y la inconfundible voz chillona de Manuel Sojit, más conocido como Córner, se escuchaba lejana y ruidosa por Radio Belgrano. Era un viernes con una mañana cálida y agradable, como suelen ser las de noviembre. Pero en la época del tranvía, las calles de adoquines, el traje, el sombrero y las faldas entalladas, por supuesto hasta debajo de la rodilla.
Esa misma mañana en la que Pascualito hizo madrugar a los mendocinos, quienes se pegaron a la radio, fue inaugurado el barrio ferroviario General Belgrano, en San José, y en el otro extremo, en Lavalle, se constituía la Federación de Viñateros de Mendoza.
El Gordo -mi viejo-, que era un fanático de Pérez, me contaba que a esa hora ya había sacado una silla de patas recortadas, esas de totora, y se había sentado a escuchar la pelea en el patio de tierra que tenía la casa de la Calle Larga, como le decían en ese entonces muchos pobladores al Carril Nacional.
Otro amigo del barrio, que en esos días iba a la escuela Leonardo Murialdo, recuerda que durante uno de los recreos algunos curas escuchaban también la pelea. “Cuando nos enteramos que había salido campeón todos festejábamos como locos. Me acuerdo que en un momento se paró todo en la escuela. La magia de la radio era realmente asombrosa. Eran otros tiempos”, dice con nostalgia.
Mientras que en San Martín al 1049 sonaba la sirena de Diario Los Andes una y otra vez anunciando que Argentina tenía a su primer campeón mundial de boxeo: Pascual Pérez, que en la categoría mosca había vencido por puntos al japonés Yoshio Shirai, en 15 rounds, en el estadio Korakuen de Tokio, Japón.
Los Andes lo publicó en la tapa al día siguiente, donde la única imagen era la de Pascualito, acompañado de un extenso despliegue periodístico.
“Pascualito era un ídolo, pero un ídolo con todas las letras. Era un hecho histórico para el deporte. ¡Se paró la provincia, pibe!... Imaginate, había sido campeón olímpico en el 48. Les ganó a todos. No les pegaba, los mataba. En esa época yo trabajaba en una empresa llamada Agarcros; allí estábamos todos prendidos a la radio. Al japonés, Pérez lo tuvo por el piso varias veces.
Era rapidísimo. Pegaba con la misma potencia tanto con la derecha como con la izquierda. Era un mosca que tenía la pegada de un liviano”, sostiene Pablo Rodríguez, quien fue periodista de boxeo del ex diario Mendoza.
También explicó que cuando el relator Manuel Sojit, anunció que el León Mendocino era el campeón del mundo, los festejos de la gente en nuestra ciudad se escucharon entonces como cuando actualmente la Selección Argentina hace un gol.
Pascualito estuvo tan ligado al peronismo como El Mono Gatica. Por eso no caben dudas de que ese 26 de noviembre fue un “día peronista”; es que se conmemoraban 28 meses de la muerte de Evita.
En el plano deportivo, el equipo de fútbol Sacachispas de Buenos Aires jugó un partido amistoso frente a Leonardo Murialdo. Empataron 3 a 3. En su casa de Jorge A. Calle esquina Misiones los Pérez vivían un día especial.
“Pedí permiso en mi trabajo para escuchar la pelea de mi hermano, pero no me lo dieron. Así que directamente ni fui a trabajar. Nos levantamos como a las 6 de la mañana. Con mis padres nos emocionamos tanto con el triunfo... Se vino todo el barrio a la casa a felicitarnos”, recuerda Eduardo Pérez, hermano menor de Pascualito, y quien lo cubría en las primeras épocas cuando comenzó a boxear, ya que su papá Francisco no quería que el León fuera boxeador.
Francisco Romero, ex campeón argentino y uno de sus amigos de la adolescencia, fue quien motivó a Pérez en sus inicios. “Yo practicaba desde hacía tiempo. Él vivía cerca del Km 11 en Rodeo de la Cruz y como tenía una bolsa y un par de guantes que me había regalado un médico amigo, él venía a mi casa a practicar, aunque al centro de Rodeo lo mandaban a estudiar guitarra. Lo único que aprendió fue ‘Puentecito de mi río’. Dejaba la guitarra en mi casa. De allí nos veníamos en bicicleta hasta la calle Sarmiento antes de llegar a Belgrano, donde tenía el gimnasio don Felipe Segura. Fue en el 42 o el 43”.
Así empezó el León Mendocino o el Pequeño Gigante, como lo llamaban. Lo demás es historia conocida. Pérez fue líder en uno de los períodos más duros y exigentes de la historia; cuando sólo había un campeón mundial, creíble y notable, en las 8 categorías que exhibía el mundillo de los guantes.
Algunos periodistas de esos tiempos contaban que para Pascualito las penas del corazón fueron los golpes más duros que recibió en su carrera. El amor de su vida, su esposa Herminia Frech, fue su gran debilidad y la responsable de que con el tiempo se sumergiera en una gran depresión, que incluso lo llevó a perder el título mundial. Se sabía que la hermosa Herminia mantenía un romance con quien fuera su manager y socio, Lázaro Koci, noticia que abatió al campeón.
Un peón de viña que hizo todo para boxear
Desde chico, con solo 5 años, aprendió a usar el azadón para colaborar con su padre y sus hermanos en las tareas que realizaban en una finca que la familia administraba en el Valle de Uco.
Pascualito siempre recordaba que “yo era un peón de viña, empuñaba la zapa y la mancera del arado desde que amanecía hasta que anochecía. Quizás el trabajo rudo fortaleció mis músculos, por lo que pegaba muy fuerte para mi edad y pequeño físico”.
También vivió en Panquehua, Las Heras; Colonia Francesa, Lavalle y Rodeo de la Cruz, Guaymallén, por los trabajos de su padre como contratista. Se hizo boxeador a partir de los 11 años bajo el nombre de José Pérez porque el papá, que era un vasco español muy cerrado, no le daba permiso para que fuera pugilista.
Fue la madre quien le dio permiso para concurrir al gimnasio del Club Sportivo Rodeo de la Cruz -hoy Club Deportivo Guaymallén-, donde comenzó a entrenarse bajo la dirección de Francisco “Nene” Romero, que lo quería como un hermano mayor.
En esa época se relacionó con el profesor Carlos Suárez y en 1952 se hizo profesional dirigido por Felipe Segura. Como aficionado había combatido desde 1944.