El día de Navidad de 1957 se estrenó en los Estados Unidos La patrulla infernal, clásico film de Stanley Kubrick sobre un episodio verídico ocurrido en la Primera Guerra Mundial. Como su protagonista Kirk Douglas –101 años cumplidos recientemente–, ha envejecido con dignidad.
Una crítica del New York Times, publicada al día siguiente del estreno, se enfocó en dos aspectos: el uso (desacertado, según el autor) de un acento y un lenguaje propios de los estadounidenses de los años 50 antes que de los franceses combatientes de las trincheras, lo que según él le restaba verosimilitud al film, y la importancia y valía de la producción.
El crítico opinaba entonces que “su demostración de la injusticia es como una muestra en un frasco en un museo de medicina. Es grotesca, deprimente, nauseabunda, pero tan aislada que, cuando salís de la película, te quedás con la sensación de haber sido testigo de nada más que un incidente horriblemente chocante”.
Consideraré declaraciones de críticos y personalidades relacionadas al film, y evaluaré si la noción del Times respecto de su calidad tuvo algo de acertada.
En una entrevista publicada en Esquire en 1969, Kirk Douglas recordaba una idea que Kubrick había tenido para hacer con él “la película pornográfica más grande del mundo. Gastar millones en ella, y tal vez mostrarla en un solo país, Suiza por ejemplo, y poner aviones para que la gente fuera a verla”.
A pesar de este delirio cinematográfico que nunca se concretó, Douglas considera con justicia que Kubrick era “un gran director”, y le agradece por “todo lo bueno que La patrulla infernal tiene”. Kubrick, con sólo 29 años, entró en el Olimpo de grandes directores precisamente gracias a este film, y comenzó a cimentar su estilo propio, sistemático y puntilloso.
Una de las anécdotas del set de filmación ilustra lo obsesivo de su método de trabajo: Kubrick filmó 17 veces una misma escena con el experimentado actor francés Adolphe Menjou, quien interpreta al General Broulard. Menjou, furioso con el director, sugirió hacer una pausa para almorzar, cuando ya había pasado un largo rato para hacerlo, Kubrick insistió con otra toma y Menjou, enrojecido de bronca, aludió de manera non sancta a la falta de experiencia del joven director. Kubrick sólo se limitó a responder, con calma: “OK, hagamos la escena una vez más”. Dócil, Menjou cumplió.
Douglas creía entonces que la película “siempre será buena, con el paso de los años. No tengo que esperar 50 años para saber eso; lo sé ahora”. En esta línea es que entiendo la relevancia del film, porque no hemos dejado de guerrear ni de acatar órdenes en cadenas de mando que no son infalibles.
Otras películas en la misma vena son La colina (1965), dirigida por Sidney Lumet, que trata sobre una prisión militar inglesa en medio de un desierto africano durante la Segunda Guerra Mundial, y Nacido para matar (1987), del mismo Kubrick, que desnuda la crueldad y la corrupción de un grupo de reclutas durante la guerra bde Vietnam. El cine bélico no necesariamente debe estar aliado al discurso dominante: también puede servir como crítica.
Por su tenor antibelicista, la película fue censurada en Francia –donde las fuerzas armadas se sintieron agraviadas y no fue estrenada hasta 1975–, en España –donde recién fue proyectada en 1986, 11 años después de la muerte de Franco– y en las bases militares de EEUU en Europa –donde se prohibió su exhibición–.
¿Qué dicen los críticos argentinos hoy?
Para medir la contemporaneidad y vigencia del film, consulté a algunos críticos argentinos. Pablo Suárez (sublimeobsesion.com, Buenos Aires Herald) considera que La patrulla infernal y Casta de malditos (1956) son “las dos mejores películas de Kubrick del período en blanco y negro”.
Sostiene que La patrulla... “no envejeció, y sigue siendo relevante porque expone cómo funciona una estructura de poder, en este caso la cadena de mando dentro de la institución militar, cuando se trata de dirimir conflictos: hay privilegiados que dan las órdenes, no ponen el cuerpo en el conflicto y nunca son dañados, y hay otros que ejecutan órdenes y mueren al hacerlo”.
Ya José Pablo Feinmann había escrito en 2004 que la película es “una honda reflexión sobre la guerra, el militarismo, la ambición y hasta la piedad”.
Uno añadiría que el film, a través de un caso particular, a través de un consejo de guerra absurdo, injusto, expone lo brutal de la condición humana en una guerra que se cobró unas diez millones de vidas.
Por su parte, Juan Pablo Cinelli (Página 12), enfocándose en aspectos más técnicos, opina que a través del film es posible percibir “la presencia de un tipo capaz de manejar ciertos recursos con maestría. Por ejemplo, el uso del plano secuencia y el travelling es realmente soberbio”.
Según Cinelli, “esas explosiones son lo único que Kubrick nos muestra del enemigo durante toda la película –hasta llegar a ese final increíble que debe estar entre los más conmovedores sino de la historia del cine, al menos del cine bélico– y alcanzan de sobra para ilustrar el pavor al que estaban expuestos los soldados, que son acusados de cobardía por quien almuerza cómodo en un castillo, a salvo hasta del ruido que esas explosiones provocan”.
Por último, Cinelli señala que se trata de “una película que podría ser proyectada en las academias militares y las escuelas de policía para que los alumnos entiendan que la autoridad del superior se acaba cuando sus órdenes van en contra de la ética y la moral. A la luz de las cosas que han pasado en la Argentina, si eso no la convierte en una película vigente no sé qué otra cosa lo haría”.
Tributo fantástico
La serie de terror Cuentos de la cripta, emitida en Argentina por HBO en los años 90, y en cierta medida heredera de la extraordinaria Dimensión desconocida, homenajeó a su manera al film de Kubrick en el episodio Yellow (1991, la tercera temporada).
Aquí Kirk Douglas interpreta a un implacable general del ejército norteamericano en el frente francés, y su hijo Eric, también su hijo en la ficción, a un teniente cobarde que desea cambiar su vida de soldado por una de lujos y consentimiento.
A un año de conmemorarse el centenario del final de la Primera Guerra, vale dedicarle una hora y algunos minutos a este portentoso film.