A 50 años de Woodstoc: drogas, barro y mucho amor

Hace exactamente medio siglo, finalizaba un encuentro que definiría la contracultura del mundo en los años ‘60.

A 50 años de Woodstoc: drogas, barro y mucho amor
A 50 años de Woodstoc: drogas, barro y mucho amor

Había muchas postales de Woodstock, pero pocas que le hicieran honor a su dimensión, a su significado y al sentimiento que unió a quienes participaron en este evento, ocurrido exactamente hace  50 años en el pequeño pueblito de Bethel, a escasos kilómetros de Nueva York. Había pocas, hasta que (con motivo de este aniversario) se desempolvaron, además de recuerdos, algunos negativos fotográficos.

Fueron los que, en el marco de una investigación más amplia por esta fecha, consiguió en una subasta John Kane, y que llevan la firma del reportero Richard F. Bellak, quien falleció en 2015, sin haberlas sacado a la luz.

En una de estas fotos se ve cómo una mujer le besa la mano a un niño. Puede que sea incluso su hijo. Y el besito, sumado al gesto de agacharse, pareciera darle la bienvenida al mundo al niño. Le da la bienvenida con una alegría reposada, con colores a flor de piel y una blusa blanca, que es el color de la paz. Pareciera darle la bienvenida a un mundo nuevo; al mundo que pudo ser. El niño, de espaldas, recibe la bienvenida desnudo.


En el lodazal. Entre 400 y 500 mil personas se dieron cita entre el 15 y el 18 de agosto del ‘69 para hacer historia | Gentileza
En el lodazal. Entre 400 y 500 mil personas se dieron cita entre el 15 y el 18 de agosto del ‘69 para hacer historia | Gentileza

I. Qué pasó realmente en Woodstock

No hay números certeros sobre cuánta gente acudió entre el 15 y el 18 de agosto de 1969 a Woodstock. Todos coinciden en que fueron entre 400 y 500 mil personas. La mayoría jóvenes, la mayoría hippies. 

Abundan, sí, cientos de historias en torno a lo que sucedió en esa granja de 240 hectáreas, que es donde terminó llevándose a cabo un festival que primeramente iba a realizarse en Woodstock (condado de Ulster), antes de que sus pobladores rechazaran a la masa hippie.

Todo ocurrió en tiempo récord: Michael Lang, cerebro y artífice, leyó en un diario que John Roberts (heredero de un imperio farmacéutico) y Joel Rosenman buscaban proyectos para financiar. La idea loca fermentó en su cabeza, y se empezó a hacer realidad cuando, entre cientos de propuestas, le dijeron que sí. El equipo armó el festival en 28 días, de los cuales llovió en 18.

La idea era unir música y mensaje político, bajo el lema de "Tres días de paz y música". Pero afinemos el retrovisor: eran las postrimerías de la década del '60, con una sangrienta y absurda Guerra de Vietnam en primera plana y una larga Guerra Fría de fondo. Eran los tiempos del Mayo Francés, del estructuralismo y de los jóvenes desencantados. En América Latina (aunque no era el foco de atención) se estaban gestando dictaduras espeluznantes. El mundo se debatía entre dos modelos económicos, y ciertamente nada parecía imposible.

En ese contexto, Woodstock unió a toda la (contra)cultura de Estados Unidos. Hizo eso y se convirtió en una de las vivencias colectivas más impactantes del siglo pasado. 

De más está decir que, cuando se pensó el proyecto, jamás se imaginó su alcance, porque la convocatoria superó las expectativas y, hablando simple, a Lang la cosa se le fue de las manos. Fue tanta la gente que acudió que, en un momento dado, la módica entrada de siete dólares por día se dejó atrás, se levantaron las vallas y todo fue gratuito. Y colosal.

II. La larga noche mágica

Para esos días estaban convocadas algunas de las estrellas del momento: The Who, Janis Joplin, The Jefferson Airplane, Joan Baez, Jimi Hendrix o Richie Havens, entre muchos otros. En total, un "line up" con 32 intervenciones. Sin embargo, para su importancia, hubo algunos faltazos significativos: Bob Dylan, Led Zeppelin, The Beatles (icónicos, a punto de separarse) y The Rolling Stones, entre otros.

Aun así, todo se prestó para una aventura larga, lisérgica y sin pausa, con shows que comenzaban temprano y terminaban con la noche muy avanzada. Los más recordados son los de Janis Joplin, una chica tejana y de voz desgarrada que moriría solo un año después. Esa noche, actuando de madrugada en medio de un trance etílico y psicodélico, dio una de las performances más cautivantes jamás grabadas. Pocas horas antes, un joven y desconocido Carlos Santana había alucinado al público eligiendo el sonido sensual de las congas como base para su improvisación en guitarra (rugiente, desvergonzada). Aurificó el instante, convirtiéndolo en el mito fundacional de su carrera.

El predio era caótico: carpas, bolsas de dormir y frazadas por todas partes.

Descamisados, semidesnudos y muchos bajo el efecto de la droga que circulaba como agua. El agua de una tormenta monumental previo al último día, de hecho, había empapado todo y el barro fue una excusa más para ser libres: se bailaba, se comía y se hacía el amor entre el lodazal. “Han dicho que circula un ácido envenenado -comunicaron en un momento desde la organización-, pero no es verdad. Solo es de baja calidad. Si quieren experimentar, tomen solo media pastilla”. Al día de hoy, no se sabe a ciencia cierta cuántos tomaron el consejo.

III. Mirando hacia atrás

Desde esos días, ha habido varias "reediciones" del festival (1979, 1989, 1994 y 1999). Aunque nunca con esa trascendencia. Este año, el propio Lang quiso traerlo a la vida y en el mismo lugar, aunque fracasó al poco tiempo de anunciarlo. Se bajaron los sponsors y tuvo la negativa del dueño actual del predio original. La plantilla artística, por otra parte, no prometía mucho (Santana y Miley Cyrus en la misma grillla).

Los tiempos han cambiado, y a veces de forma traumática. Dylan, la voz abanderada de la canción contestataria, fue distinguido con un Nobel, que huele a establishment escandinavo. Baez, quien cantó en ese entonces embarazada de seis meses, acaba de retirarse de los escenarios. El hippismo ya no es un movimiento ni tan masivo ni tan revolucionario.

Woodstock no fue el primer festival de este tipo, pero sí fue el que más esperanza irradió, pues demostró que 400 mil personas podían reunirse abrazadas por un sentimiento fraternal y diverso.

¿Hay cosas parecidas hoy? Los festivales, un formato tan en boga, congregan a cientos de miles de personas en el mundo. El Lollapalooza es uno, aunque sus entradas lo convierten en un festival ciertamente restrictivo y por ende clasista. Las misas ricoteras sanmartinianas tuvieron la impronta hipermasiva, rebelde, mística y hasta descontrolada de Woodstock, aunque también hubo tragedia y no se han reeditado. Es que Woodstock, desde el momento en que se nombra en los libros de historia, empezó a tener el sabor de lo irrepetible, de lo pasado.

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