A casi un año de los Juegos Olímpicos de 2016, la inseguridad persiste en Río de Janeiro, con enfrentamientos armados cotidianos en favelas entre bandas rivales de narcotraficantes y con la policía, aunque las autoridades están determinadas a “pacificar” las favelas.
Con el fusil al hombro, vistiendo uniforme camuflado gris, chaleco y casco antibalas, decenas de policías de élite del temido Batallón de Operaciones Especiales (Bope) y del Batallón de Choque patrullan desde la madrugada las estrechas callejuelas de dos de las 16 favelas del Complexo da Maré, una mini-ciudad de 140.000 habitantes cerca del aeropuerto internacional de Río de Janeiro.
Hace un año, la policía, con apoyo de las fuerzas armadas, entró por primera vez en décadas a este territorio plano de 7 km2, que fue luego ocupado por unos 3.300 militares del Ejército y la Marina. Ayer, la policía comenzó a reemplazar gradualmente a los militares, una decisión prevista desde hace meses por el gobierno pero que fue aplazada varias veces debido a la inseguridad.
“El proceso de 'pacificación' continúa y comenzamos (a retirar a los militares) por las favelas Praia de Ramos y Roquette Pinto, que son las más tranquilas”, dijo el portavoz de la policía militar, Frederico Caldas, durante la operación en Maré.
“A partir de mayo, entraremos en las de Nova Holanda y Parque Uniao, donde esperamos resistencia” de parte de narcotraficantes, “pero debemos mostrar nuestra determinación” en mantener el proceso de “pacificación” en esta región, agregó.
La sustitución de los militares por la policía concluirá el 30 de junio con la implantación de cuatro comisarías conocidas como Unidades de Policía Pacificadoras (UPP), donde trabajarán 1.600 policías, “una cifra que puede cambiar en función de las necesidades”, dijo Caldas.
La “pacificación” de las favelas de Río comenzó en 2008, en previsión de la Copa del Mundo de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
Desde entonces, el gobierno de Río de Janeiro ha reconquistado 264 favelas donde viven más de 1,5 millón de personas de manos de narcotraficantes y milicianos, e instaló en ellas 38 UPP. Durante más de tres décadas la policía no entró a estas barriadas, que carecían también de servicios públicos esenciales como clínicas o saneamiento.
Actualmente cerca de 10.000 policías están desplegados en estos territorios, pero aunque la población reconoce que ya los traficantes no se pasean armados con fusiles por las calles, en muchos de ellas continúa la violencia entre diferentes facciones narco, entre narcos y policías y hasta la brutalidad policial con habitantes.
En zonas donde actúan 17 de las 38 UPP la violencia ha aumentado y son necesarios ajustes, según el gobierno.
El secretario de Seguridad del estado de Río, José Mariano Beltrame, admitió que la entrada de la policía a Maré “no será fácil”.
“El programa de 'pacificación' llegó a zonas que nunca fueron atendidas por el Estado. El narcotráfico echó allí raíces. Son regiones donde los crímenes son cometidos por bandas que están en la tercera generación de bandidos”, dijo Beltrame al diario O Globo del martes.
Beltrame anunció “ajustes” a este programa que ha logrado bajar la tasa de homicidios pero que demanda aún, en su opinión, mejores servicios sociales y más compromiso de parte del gobierno.
Los policías que lleguen a Maré enfrentarán las mismas dificultades que aquellos que operan las grandes favelas pacificadas, con bandas muy organizadas y muchas armas en circulación, según la secretaría de Seguridad.
“La seguridad pública es una especie de paciente febril con picos de temperatura, pero en algún momento esta temperatura va a bajar”, confió Beltrame.
El fin de semana pasado, enfrentamientos entre narcos -principalmente en la favela Rocinha, en la zona más turística de Río- dejaron seis heridos de bala, dos de ellos policías. Cuatro sospechosos fueron muertos por la policía en otras dos favelas. Solo en enero, tres personas murieron y 22 resultaron heridas por balas perdidas.