Al igual que la del año anterior, la vendimia 2018 arrancó entrada la segunda quincena de febrero. No obstante, al cabo de la quinta semana de cosecha, los poco más de 10,3 millones de quintales ya ingresados a las bodegas y plantas elaboradoras de mosto confirman que, si bien está en progreso, el avance de la recolección se volvió un poco más lento.
Si bien deja a salvo a las blancas y se centra en tintas, frente al ritmo de la cosecha 2017 esa ralentización se hace un poco más evidente. A esta altura del año pasado, a los lagares habían llegado cerca de 11,2 millones de quintales de uva, pese a haber sido una de las producciones más pobres de las últimas tres décadas.
Al respecto, no hay paralelismo posible. Mientras la temporada pasada dejó apenas 19,6 millones de quintales, actualmente los productores y técnicos están a la expectativa de alcanzar entre 22 y 23,1 millones de quintales, de acuerdo a la estimación que presentó el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) en febrero.
De ubicarse en ese rango, el balance arrojará alrededor de un 20% más de producción, lo que de entrada confirmaría una buena noticia al margen de cuantificar cómo puede reaccionar un mercado maltrecho ante un eventual impacto en los precios de la materia prima. Sería repetir la performance del ciclo productivo 2012 (22,4 millones de quintales en total).
Otra lectura se desprende del porcentaje de progreso de la cosecha sobre el total. En este caso, los 10,3 millones de quintales de uva representan casi un 47% de lo pronosticado; para la misma época, en 2017 la industria se había asegurado cerca del 57%.
Pero, ¿qué tanto afecta haber "bajado un cambio"? Según la mirada experta, a priori no constituye algo preocupante por demás.
Avance dispar
"Al menos en la zona de Luján la cosecha viene muy bien en tiempos y grado, y existe una buena sanidad. Claro que hay excepciones en las zonas afectadas por las heladas, como Lavalle", retrata Hernán Vila, director del área de Viticultura del INTA.
Para Vila, se debe contemplar aquellos oasis que son de maduración tardía por la amplitud térmica predominante y las condiciones de cierto tipo de uva. Es el caso del Valle de Uco y de las criollas para mosto, "que suelen atrasarse".
A propósito, quienes se mueven en las zonas más selectas tienen motivos para estar alertas. Mariano Di Paola, gerente de producción y enología de Rutini Wines, es uno de los que advierten a qué prestarle atención.
Como responsable de los viñedos de la firma en Tupungato y en la exclusiva Altamira, le preocupa que, tras un verano seco, los primeros fríos conviertan la recta final en un desafío.
"Mientras el año pasado a esta altura ya se había completado el 60% de la cosecha, ahora no llegamos al 40%. Venimos de un febrero seco y no hizo tanto calor como se esperaba, lo que en zonas con viñas de altura implica riesgo de heladas, además de que sucesivos frentes fríos en esta época pueden llegar a complicar el panorama", analiza Di Paola.
En cuanto a las variedades, a poco de comenzar con la uva malbec, a su criterio hay cierta disparidad. "De haber esperado una semana más tal vez hubiera sido mejor su maduración. En cambio, al cabernet, por su elevada acidez y a pesar del riesgo de heladas, hay que esperarlo entre 15 y 20 días, a diferencia de 2017, en que ya había madurado", indicó.
Aun así, basta para calificar a la calidad del ciclo de “increíble, y con una sanidad única”.
Un mix en el Sur
En base al monitoreo que hacen sobre la vendimia, desde el departamento vitícola del INV asumen que, aun con la incidencia del clima, el ciclo está encaminado hacia los 22 millones de quintales pronosticados como piso este año.
No obstante, parece ser menos alentador el horizonte en el Sur vitivinícola provincial, donde de a poco se orienta la demanda de uva de algunas de las grandes bodegas del Gran Mendoza, en busca de un diferencial de precios.
En San Rafael, productores y elaboradores observan como algunas variedades que habitualmente empiezan a llenar los camiones a principios de marzo, recién comenzarán a cosecharse esta semana o en el peor de los casos en abril, debido al retraso madurativo.
Más allá de esa situación puntual, explicaron por qué sólo se han recogido 19 millones de kilos contra 24 millones del ciclo pasado.
"La cosecha se solapó con la de la ciruela, que se extendió más de lo normal y hace que falten cosechadores. Además, tampoco hay una madurez pareja en las uvas, que viene demorada de una semana a diez días, dado que se aceleró el nivel glucométrico en enero y febrero, no así la madurez fenólica", detalló Pablo Asens, de la específica Vitivinícola de la Cámara de Agricultura, Industria y Comercio de San Rafael.
Entre las tintas B, tempranillo y merlot empiezan casi dos semana después, como antesala a las tipo A (malbec y cabernet). Un contexto en el que el pronóstico ya confirma 20% menos volumen que el promedio histórico de 85 millones de kilos.
De acuerdo a Asens, los cinco días en los que no se cosechará por Semana Santa servirán para que las uvas maduren.
Mientras tanto, la pulseada por los precios no parece moverse de lo que terminó pagándose en 2017 (entre $ 15 y $ 16 el kilo) por las uvas más cotizadas, que amenazan con empezar a trepar por la demanda agregada de otros oasis. Mientras que las B, como tempranillo, syrah y bonarda, parten de un piso interanual hasta 10% inferior ($ 10 promedio).
En el polo provincial del mercado de los espumantes (San Rafael produce 22% del total país), pinot noir, cerca de los $ 12, parece perforar el techo general, al menos por ahora.