El terremoto más destructivo de la historia argentina se produjo en Mendoza el 20 de marzo de 1861. La noticia llegó incluso al viejo continente dónde los diarios señalaron que nuestra provincia había desaparecido. Aunque la ciudad fue reconstruida, teniendo en cuenta los conocimientos de entonces para hacerla más resistente a este tipo de calamidades, los verdaderos cambios en cuanto a construcción llegaron a partir de 1985 debido al violento sismo del que se cumplen hoy 35 años.
Durante la madrugada del 26 de enero de 1985, apenas pasada la medianoche, una vez más la tierra comenzó a temblar. El pánico se apoderó de la provincia y la tragedia se hizo sentir con una intensidad de 7 grados en la escala Mercalli Modificada y 6,3 en la Escala Richter. Cerca de doce mil viviendas fueron destruidas, en su mayoría de adobe, y perdieron la vida seis personas, mientras que los heridos sumaron casi trescientos.
La zona más dañada
Godoy Cruz se quedó con el triste podio de ser el departamento más afectado, el viejo y querido Hospital El Carmen prácticamente se desplomó. Los enfermos y el personal terminaron ubicados en el patio interno de la institución, intentando resguardarse de los posibles derrumbes. Esta escena se repitió en plazas y calles de todo el Gran Mendoza. Las réplicas fueron numerosas y pasaron muchas horas hasta que la población volvió a sentirse segura.
De todas maneras la mayoría pasó en vela aquella noche, tratando de resguardar sus pertenencias del esperado vandalismo que generalmente acompaña este tipo de tragedias. Por suerte esos casos fueron ínfimos y primó la solidaridad.
Segundos eternos
Sólo bastaron nueve segundos para demostrar que Mendoza no estaba preparada para hacer frente a catástrofes de este tipo. El terremoto demostró que las normativas de construcción reglamentadas en 1970 eran insuficientes. Como señaló la ingeniera Noemí Maldonado, esta experiencia "dio origen al Código de Construcciones Sismorresistentes de 1987, que no todos los municipios adoptaron y que produjeron desarrollos inmobiliarios con distintos niveles de seguridad, separados solamente por el ancho de una calle. También se aprobó la primera reglamentación sobre estudios de suelos, de referencia nacional".
El Código buscó establecer requisitos básicos a la hora de construir, garantizando el efecto antisísmico. Sus páginas, llenas de fórmulas y definiciones técnicas, están encabezadas por un par de objetivos primordiales: evitar la pérdida de vidas y disminuir los daños físicos a personas. Pero esa no fue la única consecuencia de la tragedia.
A diferencia de otros sismos, este generó muchas especulaciones conspirativas, tales como que fue producto de un misil, pruebas del ejército norteamericano o, incluso, fenómeno extraterrestre.
Muchas de estas consideraciones parten de las luces que miles alcanzaron a ver segundos antes de producirse el movimiento. La ciencia buscó explicarlo identificándolo con un fenómeno conocido como "luces sísmicas", reportado en muchas oportunidades a lo largo de la historia. Las primeras menciones a esta especie de "aurora boreal" datan del Antiguo Egipto, pasan por Grecia y Roma y saltan a los siguientes milenios. En Japón, por ejemplo, un reporte del sismo de Shinano sucedido en 1847 señala: "Bajo el cielo oscuro, apareció una nube ardiente en dirección del monte Izuna. Se le vio hacer giros y luego desaparecer. Inmediatamente después se escuchó un tremendo fragor, seguido por varios temblores".
Actualmente gracias a la tecnología se pueden registrar este tipo de fenómenos y abundan los videos o fotos que lo reflejan en los terremotos de Chile en 2010, Ecuador en 2016 y México en 2017. Llamativamente los científicos no encuentran aún una explicación satisfactoria sobre su origen.
Volviendo a 1985, gobernaba la provincia el radical Santiago Felipe Llaver, quién tuvo la difícil tarea de asistir a cientos de familias que quedaron en la calle. Por entonces se armaron verdaderos campamentos de refugiados y gracias a una serie de créditos que pidió la provincia se lograron construir hogares para los damnificados. El proceso fue lento, teniendo en cuenta que algunas casas se entregaron ya en los noventa.
No todos los mendocinos contaron con ayuda y tuvieron que empezar solos desde cero, conviviendo con las ruinas de sus viejos hogares y sueños. Sus testimonios son un recuerdo vívido de aquella noche cuando, hace 35 años, la tierra despertó a Mendoza.