Un 23 de febrero, pero de 1986, cuatro andinistas fueron los primeros mendocinos en llegar al “techo de América” por la Pared Sur.
Hoy, a 30 años, cada uno de ellos puede recordar la frase con la que coronaron la cima: “Estamos arriba”. Fue un grito que ganó más altura y se perdió en ese azul infinito de la montaña más alta del continente.
Este cerro de 6.962 metros, que tiene muchas rutas, fue “abierto” al andinismo por el suizo Matthias Zurbriggen en 1897, mientras que esta pared, con casi 3 kilómetros de altura (la segunda más alta de la Tierra) y considerada por los expertos como de “extrema dificultad”, recién fue escalada por primera vez por los franceses Robert Paragot, Guy Poulet, Adrian Dagory, Lucien Berardini, Pierre Lesseur y E. Denisguye, en siete días de escalada, también en febrero pero del año 1954.
La otra historia
Sin embargo esta es otra historia con nombres y apellidos mendocinos: Alejandro Randis, Miguel Sánchez, Daniel Rodríguez y Domingo Álvarez.
Y las dificultades de ese camino que sólo se hace al andar quedan resumidas en que, en estos 30 años, sólo una veintena de escaladores lograron salir airosos de este emprendimiento, aunque ninguna de esas expediciones haya utilizado la salida por el espolón francés que fue precisamente la ruta elegida por los mendocinos.
La Pared Sur del Aconcagua se puede observar desde la ruta internacional 7 (en Puente del Inca) y más en profundidad desde la Laguna de Horcones. Sin embargo, frente a ella -pisando Plaza Francia- sólo la fortaleza física, la resistencia al agotamiento y el trabajo en equipo permiten superar las rocas tapizadas de hielo, verdaderas barreras heladas, con el peligro latente e inesperado de las avalanchas y donde perder la vida es una opción posible a raíz de una caída o el desprendimiento de la nieve.
Alvarez, Sánchez, Rodríguez y Randis, cada uno, sumaron la experiencia que solo se consigue con entrenamiento y subiendo miles de metros de paredes, escaladas en roca, hielo y terrenos mixtos. Es decir que estaban preparados para el mayor desafío.
Abrazo en la cumbre
Fueron en total seis días donde cada esfuerzo los llevaba un poco más alto y también más cerca de la meta. A los 6.700 metros fue necesario "tallar" el hielo para lograr el espacio indispensable para instalar la carpa, previo a atacar la cumbre .
Cada uno a su turno, pero sin perder el espíritu de grupo, los cuatro mendocinos (también los acompañaba el colombiano Manolo Barrios) lograron vencer las dificultades del terreno esquivando avalanchas, con la mente y la mirada puesta siempre más alto. Al final, el esfuerzo de seis días de travesía los encontró abrazados en la cumbre y con una pregunta que quedó flotando, en medio de un fuerte viento: “¿Y si nos quedamos a dormir acá...?”.
Pero la experiencia aconsejaba bajar y cuanto antes. Los cuatro lo hicieron “como jugando”, según hoy lo recuerdan, “deslizándonos por la nieve caída que lo permitía”.
Ayer, a tres décadas de aquel logro, Alejandro Randis, Miguel Sánchez, Daniel Rodríguez y Domingo Alvarez, creadores de la Escuela de Guías de Alta Montaña y Trekking Valentín Ugarte (institución que forma los guías profesionales que trabajan en el Aconcagua y en otras montañas del mundo), revivieron el irrepetible momento y, cerca de las 18, imaginaron escuchar los sonidos y el silencio en la soledad de la montaña para sentir, otra vez, la emoción que entrega esa verticalidad de color azul.