En el origen, una nena piensa que la palabra cisne no alcanza para decir la experiencia de ese cuello blanco elevándose hasta el cielo que ve por primera vez. Así comienza "Éramos unos niños", las memorias que le valieron a Patti Smith el National Book Award y la consagraron en el mundo literario. Nadie habría adivinado en la década del '70 que la chica desaliñada terminaría siendo venerada como la madrina del punk rock y la poesía. Claro que esa escena es premonitoria: antes de ser música, Smith ya era poesía.
De ahí el entusiasmo que despierta la versión bilingüe de "Augurios de inocencia", el poemario que llega por primera vez al país, y fuera originalmente editado después de diez años de no publicar poesía.
Parece que a Smith le gustan las escenas iniciáticas. También el poemario tiene la suya: con solo ocho años, se enamora de William Blake cuando su mamá le regala "Canciones de inocencia y de experiencia". Conservó ese libro hasta que ahora le rindió homenaje, no solo usando como título el nombre de uno de los poemas de Blake, sino desplegando en toda su poesía el espíritu de esos versos: la naturaleza, la violencia y la posibilidad del hombre de encontrar un camino liberador. Al igual que el cisne de su niñez, Smith traza en sus versos relaciones insólitas con las cosas que la rodean.
En verdad, esa mirada no es una novedad. Mucho antes de grabar su primer disco, antes de escribir, dibujar o sacar fotos, Patti ya habitaba el mundo con una sensibilidad de artista. Con esa búsqueda en mente, viajó del campo a Nueva York. No tenía ni plata, ni trabajo y vivió deambulando hasta que en el verano de 1967 conoció a Robert Mapplethorpe. Juntos comenzaron una búsqueda frenética hacia la voz personal, que finalmente, los iba a consagrar a él como fotógrafo y a ella como una artista multifacética.
Pero todavía faltaba un tiempo para llegar a eso. En 1969, deja la librería donde trabaja y va a vivir a París con su hermana. En esa ciudad, Smith tiene un sueño recurrente: Brian Jones, por entonces ex miembro de los Rolling Stones, aparece amenazado de distintas maneras por el agua. Tanto se angustia que adelanta su regreso a Nueva York y trata de avisarle que corre peligro. Al llegar, se encuentra con la noticia de la muerte de Jones en todos los diarios, se había ahogado en una pileta. Ese es el primero de muchos encuentros con la muerte que serían cruciales para su obra.
Recién en 1974, después de escribir, trabajar en obras de teatro y dibujar, forma una banda de rock con la que graba su primer disco, "Horses". Y descubre una forma de combinar la lírica y el poder del rock; la alta cultura y lo popular. Es decir, compone su música con ojo poético. Desde ese momento, graba once discos con canciones que se vuelven himnos como "Because the night" y ¨People have the power". Su voz atraviesa el cuerpo hasta quebrar el frío que lo aísla.
Algo similar sucede en su poesía. Solo que no hay que caer en el malentendido de pensar que sus versos son canciones. Smith tiene la versatilidad para cruzar de la música a la poesía, dándole un ritmo singular a cada una de ellas. "Augurios de inocencia" capta la rebeldía romántica de insistir para encontrar una consciencia nueva, y a la vez, rinde homenaje a una tradición de poetas que la autora admira, como Arthur Rimbaud. En el primer poema se lee "Vi el libro en la estantería/Te vi a ti que eras yo/Vi al fin el saco vacío/Vi la rama que te daba sombra". Una especie de pequeño aleph que prefigura el conjunto.
A Smith le gusta decir que canta cuando quiere comunicarse con el pueblo y, en cambio, si quiere ver algo para ella misma escribe poesía. De ahí que sus nuevos versos tramen un itinerario íntimo por los vínculos insólitos entre la naturaleza, las emociones y el lenguaje como una constelación sobre la oscuridad y el sinsentido del mundo. Hay maravilla, pero también la desolación que provoca la muerte.
A pesar de la contradicción, o justo por ella, la muerte es impulso de creación para la poeta. La elegía que cerraba "Horses", por ejemplo, sirve de despedida a muchos de los artistas que la acompañan en su camino como Morrison, Hendrix, Kurt Cobain, Lou Reed y su propio marido, Fred Smith, guitarra de los revolucionarios MC5. Sin embargo, Smith siguió confiando en el poder sanador del arte, incluso en el período de silencio que siguió a la muerte de su esposo y la tuvo recluida en Michigan cuidando a sus dos hijos. En ese período, escribe fragmentos de una suerte de diario, en servilletas y trozos de papel, que terminan integrando otra de sus obras, "M Train".
"Ahora conocemos la muerte no tanto al hombre/ una flor silvestre escondida en el harapiento pecho/ las colinas han llorado su inocencia...", escribe en "Muerte de un vagabundo", como si sus versos unieran su vida y su obra en un mapa para encontrar en la expresividad del lenguaje un espacio de redención.
Ficha del libro
Augurios de inocencia, Patti Smith. Trad. Ana Mata Buil. Lumen, 144 págs.