Cancha Rayada, 200 años de un revés patriota

Lejos de considerarlo un “desastre” como lo califican algunos autores, el combate fue un grave contraste operacional.

Cancha Rayada, 200 años de un revés patriota
Cancha Rayada, 200 años de un revés patriota

Cancha Rayada fue un imprevisto y desafortunado suceso para las armas patriotas, resultado de un oportuno ataque nocturno del ejército realista.

Pero de ninguna manera compartimos exactamente la denominación de “desastre” ni “derrota”, como sostienen algunos autores, sino que consideramos que fue un grave contraste operacional que podría haber tenido importantes consecuencias estratégicas. Las mismas no las tuvo.

Todo ello muy propio de las peripecias e imponderables, muy comunes en las operaciones militares. De todos modos, la inicial euforia que tuvo el mando español ante este éxito no tuvo más que una fugaz proyección que sólo duró esos muy escasos 17 días transcurridos entre este hecho de armas y la aplastante derrota española en la Batalla de Maipú, ocurrida el 5 de abril de ese año, resultado de la inconmovible certeza patriota del triunfo final de su causa, y de su genial conductor, el general San Martín.

Para comprender plenamente los acontecimientos funestos de esa infeliz jornada debemos conocer ciertos importantes antecedentes. La evidente intención del general San Martín era obligar a los realistas a dar batalla. Como ya eran pasadas las cuatro de la tarde del 19 de marzo de 1818, fecha que hoy recordamos, y creyendo muy avanzada la hora para comprometer una batalla formal con tan estrecho margen de luz (a las seis de la tarde comenzaba el crepúsculo vespertino) y al notar además, el cansancio de  su tropa después de dos días de marchas forzadas, dispuso San Martín la reconcentración de todas sus fuerzas en un campo llamado Cancha Rayada. Este era una extensa planicie denominada así por estar el campo surcado por numerosas zanjas, ubicado a 4.000 metros de la ciudad de Talca, a espaldas de esta zona el caudaloso y torrentoso río Maule.

Desde los campanarios de la ciudad pudieron los realistas corroborar las fuerzas superiores del ejército unido y, en consecuencia, asumieron que se hallaban en una posición desesperada. Acordado el plan de asalto al campamento enemigo, revisaba el brigadier José Ordoñez la columna expedicionaria, la proclamaba y le infundía su heroico espíritu.

Sin perder tiempo, a partir de las siete de la tarde, las tropas destinadas a ejecutar este osado golpe de mano, formaron silenciosamente en tres columnas de unos 4.000 hombres. La de la derecha, al mando del jefe de Estado Mayor coronel Primo de Rivera; la del centro al mando directo del brigadier Ordóñez y la de la izquierda al mando del teniente coronel Bernardo de la Torre.

A su vez, el ejército unido estaba dispuesto en tres líneas paralelas, que constaba de 6.600 soldados de línea, entre los cuales 1.600 eran de caballería. La primera, ubicada al frente, era la división comandada por el coronel Hilarión de la Quintana con el coronel Juan Gregorio de Las Heras.

La Segunda Línea, situada unos quinientos metros detrás, estaba bajo el mando del general Bernardo O’Higgins, y en la última línea se ubicaba la reserva, situada al pie de los cerrillos de Baeza.

El general San Martín, que tenía la evidente intención de iniciar una batalla al día siguiente, durante la noche recibió el aviso de que los realistas pensaban atacar por sorpresa. Ordenó entonces un cambio de posiciones a manera de una contra emboscada, lo cual resultaba lógico tomando en cuenta que los realistas atentos y conscientes de su inferioridad, bien podrían intentar atacar su campamento en horas de la noche. Atento a lo cual, concibió un plan para desbaratarlo, que consistió en cambiar la posición de las divisiones de su ejército. Es decir, reubicarlo del noroeste al norte de la ciudad de Talca. Una vez adoptado el nuevo dispositivo, quedarían las tropas formando un ángulo de unos 100 grados, respecto de su anterior posición. La idea operativa era que los realistas encontrarían sólo un espacio vacío, y que el ejército patriota quedaría ubicado sobre el flanco izquierdo de las posibles columnas enemigas de ataque.

Fue evidente que la correcta planificación patriota para rechazar a los españoles, se basó en que el enemigo español atacaría más tarde. La información de que ya las tropas de asalto españolas estaban en marcha indudablemente fue el factor de sorpresa.

De esta manera, en pleno desarrollo de los preparativos del cambio de posición, recibió San Martín el sorpresivo informe de que los españoles ya estaban saliendo de Talca para atacar a los patriotas. A partir de ese momento comenzaron las confusiones. Sin tiempo a adoptar las nuevas posiciones defensivas se produjo el ataque español introduciendo desconcierto, pánico y desorganización en las fuerzas patriotas.

Pero hubo hechos que pusieron a salvo la absoluta destrucción de los patriotas. La importante y poderosa división de la derecha del coronel Hilarión de la Quintana (de la cual formaba parte el Batallón N°11), compuesta por unos 3.000 soldados en la primera línea patriota, logró completar el desplazamiento ordenado y mantenerse intacto. La no presencia del coronel De la Quintana, que por desorientación probablemente se había ausentado a recibir órdenes en pleno combate, hizo que el coronel Las Heras lograra preservar tan importante fuerza de desbande generalizado, escapando de la zona de la acción a menos de 200 metros de la retaguardia española e iniciando inmediatamente una disciplinada y bien organizada retirada del campo de la acción rumbo al Norte. De esta manera, este gran patriota argentino preservó más de 3.500 hombres, animales, artillería y municiones.

La división que salvó Las Heras marchó consecutivamente  desde el 15 de marzo al 28 del mismo mes. Fueron 14 días de recorrido entre San Fernando y Talca-Santiago, unos 400 kilómetros (a razón de 28 diarios), de los cuales 150 fueron cubiertos a marcha forzada y sin un día de descanso.

Desde el 18 de marzo hasta el 20 a la noche, estos infatigables hombres sólo probaron una ración de carne asada, que según consta en los documentos no excedió los 50 gramos. Habían marchado unos 120 kilómetros sin racionar.

Reflexión final

Los españoles se dirigieron con lentitud y no llegaron a  alcanzar a los patriotas. Retrocedieron en la noche del 19 sin adelantar más de una milla o dos, y se ocuparon de saquear el bagaje que encontraron en la posición de los patriotas, y enseguida regresar a Talca. Este precioso intervalo lo aprovecharon activamente el director supremo O’Higgins y San Martín, reuniendo los fugitivos y reorganizando el ejército, que acampó a dos leguas de la ciudad de Santiago a la espera del enemigo, con fe inquebrantable en el triunfo final.

San Martín previó el posible accionar enemigo. Por ello, en el momento en que se inició el combate, la división de O’Higgins, se encontraba en movimiento para modificar su posición. La “sorpresa”, en este caso, fue parcial.

El mayor efecto está dado, porque las tropas se estaban desplazando de noche y en consecuencia, la confusión se incrementó. Más  si le agregamos que O’Higgins fue herido y uno de los ayudantes chilenos, el joven Juan de Dios Larraín Aguirre (emparentado con la que después fuera esposa de Las Heras) murió cerca de San Martín. Tal fue el caos que incluso se temió por la vida del general San Martín.

Carta de San Martín a Las Heras

San Fernando. Marzo 22

S.D Juan Gregorio de las Heras

Mi amado amigo: la experiencia me ha hecho ver que en este pueblo se consuma la dispersión absolutamente, por eso convendrá que usted, para preservar a ese ejército, se acampe (sin entrar en la Villa) en los cerritos de Gálvez, o González. Allí le tengo usted preparados víveres, y mañana tendrá el gusto de abrazarlo su amigo afectuosamente.

San Martín

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