Cabeza de chorlito - Por María del Rosario Ramallo

Cabeza de chorlito - Por María del Rosario Ramallo
Cabeza de chorlito - Por María del Rosario Ramallo

Que los hablantes mayores usamos expresiones diferentes y, en muchos casos, ya obsoletas, no constituye ninguna novedad; tampoco lo es el hecho de escuchar en boca de los adolescentes y jóvenes algunas formas no canónicas que nos dejan pensando por qué no podemos decodificar un mensaje, para nosotros, encriptado.

Así, un hombre de mediana edad le recrimina a un muchacho el olvido de un documento importante y lo llama ‘cabeza de chorlito’. La respuesta del joven no se hace esperar; se ríe y le grita a un compañero: “-¿En qué idioma habla este señor?”; ellos, tan afectos al uso del celular, parecen ignorar que pueden consultar el diccionario académico desde la aplicación que posee la Academia. En efecto, lo corroboramos: bajo la entrada ‘cabeza’, localizamos la locución ‘cabeza de chorlito’; verificamos que se trata de una expresión coloquial, que se puede usar para calificar tanto a un hombre como a una mujer y que significa “persona ligera, de poco juicio, que actúa sin pensar, de modo irresponsable”:

Es un ‘cabeza de chorlito’ que no tiene nada útil en el cerebro. Lo interesante es que se puede usar ‘un’ o ‘una cabeza de chorlito’, según se le atribuya la falta de inteligencia a un hombre o a una mujer; puede decirse, también, ‘cabeza fresca’. ¿Por qué el chorlito en la locución?  Se trata de un ave de cabeza pequeña, en relación con el resto de su cuerpo; se dice que posee poca inteligencia ya que arma su nido a ras del suelo, con lo cual deja los huevos a merced de cualquier otro animal.

Otras locuciones con ‘cabeza’ connotan diferentes realidades: si alguien ocupa el primer lugar o un puesto de mando, se dice que está ‘a la cabeza’; en cambio, cuando dos personas, equipos o instituciones poseen desempeños similares, sin predominio o ventaja de ninguno de ellos, se dirá que marchan ‘cabeza a cabeza’; no es agradable que se diga de alguien que es ‘cabeza de turco’, ya que, coloquialmente, es la persona a la que se le echa la culpa de algo que no hizo o que es responsabilidad de varios: Alguien tenía que ser cabeza de turco. Al respecto, Héctor Zimmermann, en su obra Tres mil historias de frases y palabras, nos explica: “La expresión nació en Francia (“servir de tête de turc”) y pronto se difundió en España y América. Proviene de las ferias de diversiones y se debe a los juegos de tiro al muñeco. En ellos nunca faltaba alguno vestido de turco: quien lo descabezaba o le volteaba el fez rojo, ganaba un premio”. Otras fuentes, indican que, en el período de las Cruzadas, los cruzados libraron cruentas batallas contra los turcos; si un cristiano le cortaba la cabeza a un turco, se consideraba un gran logro; en esta ocasión, los cruzados colgaban la cabeza en un mástil de barco o la ensartaban en una lanza; los soldados lo acusaban de diferentes males. Así, por extensión, se llama a alguien ‘cabeza de turco’ cuando es objeto de acusaciones de las que otros son culpables. Algo similar connota la locución ‘chivo expiatorio/emisario’.

Las generaciones más jóvenes utilizan dos locuciones ya incorporadas al uso general: ‘estar de la cabeza’ y ‘hacerse la cabeza’. La primera de ellas posee dos aplicaciones, siempre a nivel coloquial: que una persona tiene sus facultades mentales alteradas o que se encuentra bajo los efectos de una droga. La segunda alude al pensar insistentemente en algo, con preocupación: Todo el día me hago la cabeza con ese problema. También, coloquialmente, puede referirse a experimentar una fuerte atracción por alguien y a tener fantasías eróticas con esa persona. Se construye con la preposición ‘con’: Después de conocerlo, comenzó a hacerse la cabeza con él. Otro uso de esta locución se aplica a entusiasmarse con una idea e imaginar cosas en relación con ella:

Cuando me hizo esa propuesta, no pude dejar de hacerme la cabeza con la sugerencia.
Hacen alusión a modos de ser las locuciones 'cabeza dura' y 'cabeza hueca'; la primera, hace referencia a una persona obcecada y testaruda. No en vano, 'testarudo' estaba formado por dos vocablos latinos: "testa', que significó "vasija de barro", en primer término, y "cabeza", en la evolución al romance; a su lado, el adjetivo "rudis", que calificaba a la persona áspera, a quien le costaba aprender. En relación con la testarudez, la obstinación y el encaprichamiento, se da la locución 'ponérsele (algo) en la cabeza (a alguien)'. En lenguaje coloquial, se llama 'cabeza hueca' a quien razona con dificultad y parece no tener sentido común: Es bastante cabeza hueca como para desempeñarse en esas funciones. Si, en cambio, la persona posee un modo de pensar rígido y estructurado, se lo llamará 'cabeza cuadrada'; y si alguien, mujer u hombre, es sumamente distraído, se dirá que es 'cabeza de novia'.

También expresan cualidades negativas las expresiones ‘cabeza redonda’ (“de rudo entendimiento”) y ‘cabeza torcida’ (“hipócrita”).

La desesperación ante un fracaso se puede expresar con la locución ‘darse la cabeza contra la pared’: Ante un resultado tan adverso, se daba la cabeza contra la pared.

Y la locución ‘bajar la cabeza’ puede indicar obediencia y ejecución, sin réplica, de una orden o mandato, o conformismo y resignación, frente a lo ya decidido. Lo contrario, ‘levantar cabeza’, alude a la recuperación de una mala situación o de una enfermedad.

Malo es ‘perder la cabeza’, locución que indica cómo la razón o el juicio se han ofuscado u obnubilado por algún accidente: Su violencia le hizo perder la cabeza. También, cuando la persona es víctima del aturdimiento, por algo material, como el vino o la riqueza, o inmaterial, como el éxito, se dice que ellos se le ‘subieron a la cabeza’. Lo contrario es ‘quebrarse la cabeza’ pues se quiere significar la diligencia y el empeño evidenciados para lograr algo difícil o imposible.

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