“No quiero que me lloren cuando me vaya a la eternidad, quiero que me recuerden como a la misma felicidad”. Así lo cantaba Roberto Sánchez, conocido mundialmente como “Sandro”, y así se lo recuerda. Aunque el 4 de enero de 2010 a las 20:40, cuando “se fue a la eternidad” en el Hospital Italiano de Mendoza; se lo lloró en todo América. Y mucho.
Este martes se cumplen 12 años de la muerte del Gitano, quien había recibido un trasplante cardiopulmonar el 20 de noviembre de 2009 en el hospital de Guaymallén y quien “la peleó” durante 45 días en la terapia. Una infección generalizada en su organismo fue la causa del deceso; y el mito -que ya era tal, independientemente de su fallecimiento- incluyó a Mendoza como un escenario trascendental.
“Sandro sobrevivió 45 días después del trasplante. Y fueron 45 días de muchísimo movimiento en el hospital e inmediaciones. Todos los días había 14 ó 15 vehículos con antenas de los canales estacionados afuera, que transmitían permanentemente, no faltaba ningún medio. A ello se sumaban las fanáticas y fanáticos que estaban en la puerta del hospital haciendo vigilia durante todo el día. Nosotros estábamos en una doble encrucijada, porque la familia nunca quiso que tomara estado público la enfermedad de Sandro. Entonces teníamos que estar tomando todos los recaudos para garantizar la privacidad”, rememoró a Los Andes el director de Cirugía Cardiovascular del hospital Italiano de Mendoza, Claudio Burgos en una nota publicada el 4 de enero de 2020 y cuando se cumplieron 10 años de la muerte de Roberto Sánchez.
El viernes 20 de noviembre de 2009 -un mes y medio antes del fallecimiento-, Sandro recibió un pulmón y un corazón en el Italiano. El donante de los órganos para el doble trasplante fue un joven de 22 años, de Buenos Aires, quien se había quitado la vida. Y la cirugía se concretó de forma exitosa en el hospital ubicado al costado del Acceso Este mendocino. El detalle es que, operación, evolucionó también el germen Acinetobacter baumannii que había afectado al cantautor y bailarín.
“Al principio se fue controlando con antibióticos, y evolucionó bien durante más de 20 días. Pero luego hizo un rechazo pulmonar, el cuadro comenzó a tratarse con una medicación anti rechazo y esto derivó en que el germen se torne más agresivo. Se hizo multi resistente, y los infectólogos empezaron a trabajar con distintos antibióticos. Pero los mismos dejaron de hacer efecto, hizo un cuadro de shock séptico y Sandro falleció por una falla multiorgánica”, rememoró Burgos en aquella nota.
El mundo giró alrededor de Sandro
Según las palabras de Burgos, durante los 45 días en que el Gitano estuvo en el hospital, cambió la rutina de todas las personas que trabajaban en el lugar. “Fueron días de locura, permanentemente todos teníamos que estar atentos para que no se metiesen cámaras; y al mismo tiempo trabajando permanentemente con él. Realmente fueron una locura total esos días, pero él recibió la oportunidad que pretendía. El sabía que era un paciente de alto riesgo, y ya venía con 8 años de internaciones. Incluso yo le dije que había 70% de posibilidades de que no funcionara, y 30% de que sí. Pero el dijo que le pareció ‘fantástico’, porque consideraba que estaba con su vida terminada”, recordó el cardiocirujano.
Al voltear la cabeza y mirar hacia atrás, Burgos no se reprochó nada de lo que hicieron tanto desde el hospital como los profesionales que allí se desempeñaban en aquel momento. “No hubo ninguna alternativa de esas que uno diga: ‘podríamos haber hecho esto’. Se trabajó con todas las posibilidades médicas. Uno hace siempre, pero Dios dispone”, sintetizó el referente, quien destacó que desde el primer momento se sabían los riesgos que acarreaba un trasplante cardiopulmonar.
Revolución gitana
No sólo los medios de todo el país -y también extranjeros, como algunos de Chile- se mudaron con guardias permanentes a la puerta e inmediaciones del hospital Italiano durante el mes y medio que Sandro estuvo internado en el lugar. También lo hicieron fanáticos, de aquellos más fervorosos y de los que no lo eran tanto.
“Fue realmente una locura. Venía gente de todos lados, a cualquier hora. Los camiones de los medios, pero gente que también bajaba a sacar una foto a la puerta y seguía de largo. Allí habían puesto un poste con fotos, velas y estampitas”, recordó por su parte Javier Enrique Mercado, quien desde hace más de 15 años cuida autos en el predio ubicado exactamente frente al hospital. Y durante esos días estuvo desbordado de trabajo y movimiento.
“Con los camiones y vehículos de prensa, de los que transmitían en vivo, habíamos llegado a un acuerdo para que durante el día se estacionaran un poco más lejos así no ocupaban la playa de la gente que venía por rutina al hospital. Y de noche, volvían a estacionarse acá. Pero a las 10:30 u 11 de la mañana salían a leer el parte médico todos los días, y esos eran los momentos en que más explotado estaba todo”, siguió el cuidacoches.
Entre los fanáticos y las fanáticas que copaban el ingreso principal del Italiano a diario, sobresalían “las nenas” (denominación emblemática para las fans del cantante) y también 2 o 3 imitadores del Gitano. A ellos los tiene bien presente el cuidador de autos. “Venían, cantaban y se armaban bailes entre las oraciones de la gente. Todos los días había un mundo de gente que se daba ánimo entre sí, había como tristeza y felicidad a la vez. Si hasta vino un contingente de Chile especialmente a sacar fotos y participar de la vigilia, y después se iban”, concluyó Mercado.
El canto que anunció la muerte
Julio Calderón tiene actualmente 67 años. Y aunque no se reconoce como un fanático de Sandro, hace dos años destacaba que los temas del artista son sinónimo de su juventud. “De por sí la zona es bastante tranquila, por lo que todo se revolucionó con el permanente desfile de gente que hubo durante todos esos días en el lugar. Todos los canales de televisión estaban instalados en frente”, sintetizó el hombre al cumplirse los 10 años de la muerte de Sandro. Por aquelo entonces, Calderón vive y tiene su despensa a la vuelta del hospital (por calle Pedernera).
"Llenaron la puerta del hospital de estampitas, ofrendas florales. Y todo el tiempo había gente rezando. Permanentemente había gente en el lugar, y a mí me venían a preguntar todos los días si vendía fotos de Sandro. La verdad es que fueron días muy movidos, y también se vio en las ventas", destacó Calderón, quien agregó que algunas veces caminó hasta el lugar para observar y vivir de cerca todo el mundo que se había montado y transcurría afuera del hospital.
“El momento en que murió Sandro, me impactó sentir la sirena y ver pasar la ambulancia del código rojo a toda velocidad por la puerta de mi casa. Un ratito antes yo había estado en el patio de casa, y pasó algo muy extraño: justo sentí un pájaro que cantaba. No sé por qué pensé: ‘murió’. Y lamentablemente no me había equivocado: prendí la radio y era la noticia que estaban dando todos. Cerramos la despensa y nos fuimos para allá, era un corredero de gente. Tardaron 2 horas en sacar el féretro, y la gente no lo dejaba salir”. concluyó.