Sin embargo, ya en 1855 se había dado inicio al origen de la industria petrolera en nuestra provincia, 19 años antes.
El primero que se aventuró en la explotación fue el comerciante español Leonardo Villa, que en 1865 solicitaba al gobierno de Jujuy una habilitación, que no fue concedida. Por esos años se creó también la primera empresa en esa provincia, denominada “Compañía Jujeña del Kerosene”, la cual por problemas técnicos y financieros no prosperó.
Otro pionero fue don Teodosio López, quien obtuvo en 1875 una concesión para explotar un yacimiento de petróleo localizado en Ledesma (Jujuy). Su empresa tampoco pudo subsistir por el costo financiero y las altas tarifas que cobraba el transporte ferroviario. En Neuquén se realizaron también algunos proyectos de explotación, sin resultados positivos.
Sin embargo, el antecedente más importante se sitúa en Mendoza, en 1885: nuestra provincia dio inicio al origen de la industria petrolera argentina, 19 años antes del descubrimiento en Comodoro Rivadavia.
¿Una casualidad?
El descubrimiento del petróleo patagónico se suele atribuir a la casualidad. Esto es verdadero en alguna medida, pero no del todo, ya que el hallazgo tuvo causas no azarosas que lo facilitaron. Esto fue sostenido por el ingeniero Enrique Hermitte, quien escribió: “El descubrimiento de Comodoro Rivadavia es una consecuencia no directa, por lo menos mediata, del decreto de octubre de 1904, disponiendo la confección de un mapa geológico en la república y de las leyes especiales que en distintas oportunidades destinaron fondos para la adquisición de máquinas perforadoras”.
El pozo descubridor en Comodoro Rivadavia no tenía por objeto comprobar deducciones hechas por estudios geológicos de superficie, sino buscar agua. Pero cada perfil de perforación realizado por la División de Minas, Geología e Hidrología era un documento de gran valor que sería aprovechado oportunamente.
Ya en 1903, el ministro de Agricultura Wenceslao Escalante, al fundar el proyecto de presupuesto para el período siguiente y referirse a los pastos demandados por la actividad minera, expresó que éstos serían “grandemente compensados por el hallazgo de una sola región y por una sola de las máquinas, de yacimientos de agua, de carbón o petróleo de importancia”.
El primer pozo en Comodoro
Comodoro, población formada en torno a un establecimiento de don Francisco Pietrobelli, era un precario puerto de salida de los frutos de la ganadería patagónica, sin agua potable. En 1903 llegó hasta allí la primera máquina perforadora enviada por la División Minas, Geología e Hidrología.
El primer pozo, ubicado en el centro del caserío, sólo alcanzó los 170 metros de profundidad. La máquina, inadecuada para el terreno, debió suspender la perforación. Sin embargo, los operarios observaron manchas aceitosas en el agua de inyección que salía del pozo, pero al no haber un especialista capacitado las mismas fueron atribuidas a un exceso del lubricante de la bomba de inyección.
Máquinas austríacas
Un nuevo pedido de los vecinos de Comodoro Rivadavia originó el envío de la máquina perforadora “Wenceslao Escalante”, una de las cuatro del sistema Fauck y Cía. adquiridas en Austria, que fue descargada en un sitio para la provisión de agua, a tres kilómetros al norte del pueblo. La perforadora empezó con su tarea el 24 de marzo de 1907, ya que la torre, armada en enero, se voló con un huracán. El sondeo estaba a cargo de José Fuchs, técnico contratado en Europa.
Cuando la “Wenceslao Escalante” llegó a 180 metros de profundidad la labor quedó interrumpida por los actos de indisciplina de algunos hombres del equipo. Normalizados los trabajos gracias a la presencia del técnico Humberto Beghin, el pozo 2 sobrepasó los 500 metros de profundidad a fines de noviembre y llegó a los límites de capacidad de la máquina. Fue entonces cuando el telégrafo jugó un papel fundamental en el curso de la perforación.
Krause, Beghin y Fuchs
El ingeniero Julio Krause, jefe de la sección Hidrología, consultó las posibilidades de continuar la tarea sin peligro para la perforadora. Fuchs estuvo de acuerdo en seguir un poco más allá del poder teórico de su máquina, y continuó.
En la mañana del 11 de diciembre, Fuchs y Beghin percibieron un fuerte olor a gas de kerosene. El telegrama enviado a Buenos Aires decía: “Comunícole señor jefe que se cree haber dado con una napa de kerosene. Aumento en la inyección no se nota aún, pero sube toda mezclada con globitos y se siente olor a gas de kerosene. Irá cada dos horas el estado de la perforación. Se esperan instrucciones. Se continúa perforando. Beghin y Fuchs”.
¡Encontramos kerosene!
En respuesta del día 12, Krause indicó a Beghin: “Para comprobar si encontró petróleo, suspenda trabajos de perforación y saque toda el agua del interior”. Los datos posteriores confirmaron las sospechas del jefe del campamento y de Fuchs. En la mañana del 13 de diciembre, alrededor de las 8 de la mañana, Beghin se aproximó a la canaleta, hizo una cuchara con las manos y ya no tuvo dudas sobre la existencia del hidrocarburo. Brotó entonces de su pecho la histórica frase: “¡Gran Dios!. ¡Encontramos kerosene!. Es del Estado, vamos a comunicarlo”.
La perforación estaba por los 535 metros de profundidad y había roto “la costra que mantenía oprimido al mineral”, para usar la expresión del ingeniero Krause. Un nuevo telegrama enviado después a la División Minas daba cuenta del acontecimiento mediante el texto que ya forma parte de la historia económica de la Argentina: “Garantizamos que es kerosene de la mejor calidad. Todo en buen estado. Beghin y Fuchs”. En verdad, el descubrimiento del petróleo patagónico no pudo ser más oportuno. El país había entrado en una etapa de transformación y crecimiento que reclamaba el desarrollo de una fuente adecuada de energía local, capaz de remplazar los combustibles de importación y romper así con un factor de dependencia del exterior, en cuanto a su aprovisionamiento y gasto en el extranjero. / Carlos Campana
La historia petrolera en Mendoza
A principios de 1885, el empresario e ingeniero alemán Carlos Fader llegó a Mendoza para explorar en Luján vertientes de petróleo. Se asoció con Guillermo White, Emilio y Francisco Civit, José Vicente Zapata y otros accionistas para crear la Compañía Mendocina de Petróleo. El lugar era Cacheuta, y Fader se encargó de realizar un convenio con los Aguirre, propietarios de los terrenos en aquella zona, para la explotación del petróleo. El doctor Engler analizó las muestras del hidrocarburo y verificó su contenido, y a fines de junio de 1886, el ingeniero polaco Rodolfo Súber, contratado por Fader, informó que en la zona de Cacheuta y su contorno había petróleo en abundancia.
Pero Fader no se conformó con la etapa de extracción, sino que planificó la construcción del primer oleoducto del país. A finales de 1887 ordenó su construcción; un año después, la Compañía Mendocina del Petróleo puso en producción el pozo Víctor, e inició la edificación de un oleoducto de 40 km que llevaba el crudo hasta Godoy Cruz. Pese a los numerosos inconvenientes, la compañía siguió con la explotación, aunque a fines del siglo XIX comenzó a mermar la actividad.
La empresa de Fader dejó de producir en 1913, luego de haber obtenido un acumulado de 8.000 metros cúbicos de petróleo. Llegó a perforar cerca de 30 pozos y terminó el primer oleoducto del país. El 7 de agosto de 1931, luego de numerosas gestiones, YPF firmó con la Compañía Mendocina del Petróleo un contrato de cesión de derechos mineros, por el cual la compañía le cedía todos sus derechos sobre una extensión de 19.255 hectáreas.