Más de 700 llamadas por día al 911 para denunciar robos y asaltos

El dato representa 20% de las comunicaciones que quedan fuera de las consideradas “falsas alarmas”. Se trata de asaltos domiciliarios y callejeros. Especialistas advierten sobre el impacto de estos hechos en el plano social y psicológico de la población.

Más de 700 llamadas por día al 911 para denunciar robos y asaltos
Más de 700 llamadas por día al 911 para denunciar robos y asaltos

Ni bien dobló la esquina para llegar a su casa, Emilia (30) -nombre ficticio- se dio cuenta de que la puerta, resistente, con doble cerradura y de hierro forjado había sido violentada. Al ingresar comprobó que en algunos minutos y a plena luz del día, los delincuentes le llevaron casi todo.

Días atrás, a Rodrigo (27), los ladrones no sólo le quitaron la billetera y el celular al bajar del colectivo: el golpe que le dieron en la cara fue tan fuerte que tuvo que ir de inmediato a un hospital para que le cosieran la nariz y le hicieran placas.

Dora (76) todavía no puede recuperarse de la rodilla después de que dos hombres la abordaran en plena calle San Martín de Godoy Cruz y la tiraran a una acequia para arrancarle la cartera.

De acuerdo a los datos del Ministerio de Seguridad, al menos 720 llamadas diarias se reciben en el 911 sólo por robo. Esa cantidad -que según las autoridades es estimativa y se mantiene a través de los años- representa 20 por ciento dentro del 30 por ciento de las comunicaciones que se realizan a diario a esta línea para alertar a la policía, que son en total, unas  12 mil.

El comisario Darío Irrutia, a cargo del Centro Estratégico de Operaciones (CEO), aseguró que dentro del universo de llamadas, se considera que un 70 por ciento son “falsas alarmas”, bromas, insultos o consultas equívocas.

El funcionario detalló que dentro del 30 por ciento restante se ubican los hechos de violencia familiar, accidentes y robos, siendo los últimos aquellos que se repiten con más frecuencia. Un aspecto preocupante, según aclaró Irrutia, tiene que ver con que los ataques a la integridad de las personas se desencadenan con un ritmo creciente de violencia.

Fragmentación que se retroalimenta

Que en la actualidad sean cada vez menos los mendocinos que no hayan sido víctimas de un robo, hurto o atraco, ya sea en la vía pública o en su propio domicilio, da cuenta de que la inseguridad en nuestra provincia no es una simple “sensación”.

En las charlas de café, en los negocios y en las calles, el tema es recurrente y las situaciones se repiten a diario. Más allá del barrio o la zona donde se habite, hoy la problemática atañe a todos.

Es que al igual que Emilia, muchos aseguran que lo más angustiante de vivir un robo no es simplemente haber perdido lo material, sino “pensar en que alguien más ha vigilado tus movimientos y los de su familia”. “Ahora hay que estar agradecidos de que no nos hicieron nada a nosotros”, dice preocupada la mujer que -según confió- ahora siente miedo todo el tiempo, incluso estando en su propio hogar. Justamente por eso, ella prefirió reservar su identidad.

La fragmentación social -que a la vez es causa y consecuencia de esta realidad- es tan profunda que incluso ha llegado a socavar la confianza en el prójimo. “A veces estoy tan pendiente de que me pueden robar o hacer algo que hasta tomo distancia o estoy a la defensiva si alguien se me acerca, por ejemplo, a preguntarme la hora”, confiesa Diego Astorga (36), quien hace dos meses sufrió un robo callejero.

Desamparo e impunidad

Para el psicólogo Daniel Venturini, es visible que los mendocinos se sienten desamparados e impotentes frente a la inseguridad. El especialista destacó que se trata de un tema muy complejo, puesto que si bien lo recomendable desde el punto de psicológico para quienes han sido víctimas de un delito es que no dejen de lado su vida social y que retornen a sus actividades, hoy en día no hay garantías, porque es como si la inseguridad se hubiese vuelto tan recurrente que se ha traspasado a la esfera de lo habitual.

Venturini opinó que la falta de adecuación a las normas e instituciones se ha potenciado en los últimos años y ha alimentado una sensación de impunidad entre quienes cometen los delitos. “Esto a su vez, lleva a que estemos en forma permanente en alerta. Eso impacta en nuestra calidad de vida y la de nuestros hijos”, reflexionó el especialista.

Por su parte, el sociólogo Leandro Hidalgo consideró que la inseguridad como sentimiento o “sensación” aparece entremezclada con la inseguridad como “realidad”. “Los mecanismos arquetípicos de aquello que nos acecha toma distintas formas de acuerdo a cada tiempo social. Reducirlo a la pura realidad o a la pura subjetividad será una equivocación. Pienso que el delito y la violencia participan de la estructura social de distintas maneras”, deslizó.

Políticas de fondo, el desafío

Según el Informe 2014 sobre Desarrollo Humano elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que fue presentado la semana pasada en la Universidad Nacional de Cuyo, la inseguridad ciudadana es de hecho, uno de los aspectos a resolver por los estados de América Latina y El Caribe.

Martín Appiolaza, investigador para Unicef sobre violencia armada -entre otros roles ligados a la temática- advirtió sobre la necesidad de que los gobiernos trabajen de manera profunda prestando atención no sólo en el corto plazo, sino también a la implementación de políticas de fondo que se planteen de manera preventiva para reducir el delito.

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