"El desarrollo nacional estaba en marcha y sólo pudo detenerlo una amarga encrucijada histórica que todos los argentinos atravesamos sin adivinar qué cerca estuvimos de consolidar la grandeza y la unión nacional"
(Antonio Cafiero, "Cinco años después", Bs.As, 1961)
La amarga encrucijada histórica arranca el 16 de setiembre de 1955 cuando el Gral. Lonardi se alza contra el gobierno constitucional del Gral. Perón.
Lonardi, nacionalista y muy católico, actuaba influenciado por la presión social que agitaba la Iglesia Católica, muy enojada con Perón porque había perdido la centralidad en la enseñanza escolar y en 1954 se había promulgado la Ley de Divorcio.
El sector militar liberal aducía alta inflación y la entrega de recursos petroleros a la California Argentina, escondiendo que el beneficioso acuerdo concedía solo zonas nuevas a explorar; el riesgo económico era exclusivo de la empresa privada y si el resultado era positivo, en la etapa de explotación, YPF pasaba a ser socio reservándose la tenencia, uso y comercialización del 50% del producido.
Los nacionalistas católicos cometieron un grave error: “Confundieron política con religión y terminaron trabajando para los liberales”; condujeron al golpe de setiembre del ‘55 y a los tres meses fueron derrocados por los militares vinculados al sector liberal de la economía y las finanzas,
Antonio Cafiero, hasta entonces Ministro de Comercio Exterior, también era católico y toma distancia del gobierno pero lejos estaba de ser golpista. Sufre la cárcel y persecución como cientos de funcionarios y legisladores depuestos, a merced de la prensa oficialista que instaba a delatarlos, minuciosamente investigados por un centenar de comisiones cuyo resultado judicial concluyó en que solamente en el uno por ciento de los casos hubo corrupción.
En abril de 1961 Cafiero publica un libro que titula “Cinco años después”, cuya abundante información con fuente principal en estadísticas de la Cepa, permite afirmar que las medias verdades repetidas mil veces sobre los 70 años de inflación y decadencia que culpan al peruanismo son falsas.
La grave crisis que azotó el país entre 1949 y 1952 en el que efectivamente hubo inflación y caída de la actividad económica, sumó tres factores: 1) la brutal sequía y los magros resultados de las cosechas 1949/50 y 1951/52, que también diezmó sensiblemente la producción ganadera, 2) la caída de los precios de nuestras exportaciones agrarias y el aumento de precio de los insumos industriales y maquinarias que importábamos que entre Junio de 1946 y diciembre de 1947 crecen en EE.UU. a un ritmo del ¡46%! y 3) la pérdida de valor de reservas acumuladas en el transcurso de la Segunda guerra mundial, depositadas en Londres y NE York. “No obstante la palabra empeñada, el gobierno Británico declaró inconvertible la libra el 20 de agosto de 1947 y así quedaron bloqueadas en Gran Bretaña para hacer pagos exclusivamente dentro del área esterlina, 2039 millones de pesos” apunta Cafiero.
Para superar la crisis Perón apeló “a las reservas morales del pueblo y de sus organizaciones económicas y sociales de trabajadores y empresarios. Sin ‘ayuda’ exterior, sin convocatoria de acreedores, sin lamentos ni llorosas claudicaciones”. Con grandes esfuerzos y sacrificios: “fracasada totalmente la cosecha de trigo, se sustituyeron las importaciones necesarias mediante mezclas de mijo y centeno que llevaron a la mesa de los argentinos un Pan carente de la tradicional y envidiable blancura” en 1953 la inflación anual cayó al 4%, en 1954 al 3% pero en 1955 trepó al 12,3%, al compás de los bombardeos y asesinatos cometidos en Plaza de Mayo por la aviación de la Marina de Guerra y los tres meses de desgobierno militar. Fue el resultado de un exitoso Segundo plan quinquenal, que desmiente categóricamente la infamia y la mentira de “70 años de inflación y decadencia”. Junto al primer plan quinquenal dejaron un claro balance a favor del país: modificó radicalmente su estructura económica y social, consolidó una poderosa industria manufacturera, nacionalizó los principales servicios públicos de propiedad extranjera, rescató totalmente su deuda externa y capitalizó un aumento del producto Bruto interno del 69%, pasando de 36.747 millones de pesos en el período 1931/39 a 62.072 millones de pesos entre 1946 y 1955, valores homogéneos a 1950 según datos extraídos de la Cepa y del “Economice Saray” de setiembre de 1957.
La caída de Perón en 1955, refrendada con los fusilamientos de 1956, nos vuelven al país colonial de principios del siglo XX. Argentina abandona el desarrollo industrial científico y tecnológico propio, con el que acompañaba al mundo de postguerra. A partir de 1976, se consolida el proceso de descapitalización y dependencia mediante el mecanismo del endeudamiento externo, creciente, perpetuo, en base a intereses compuestos con tasas que duplican o triplican la media internacional. Deuda pagada con desindustrialización, desempleo, y el vaciamiento económico del país rematado con las privatizaciones de Menem/ Cavallo. Allí encontraremos la verdadera razón de la pobreza y miseria de varias generaciones de argentinos, que perdieron junto a su trabajo el manejo de su destino.
El holocausto viviente argentino que en 2020 muestra tres millones de personas sobreviviendo, hacinadas en casas sin ventanas con techo de lata y pisos de tierra, y millones de desempleados y subocupados que malviven debajo de la línea de la pobreza y dignidad, es el fruto directo de las políticas económicas, sociales, tributarias y financieras impuestas a la fuerza -sangre de por medio- tras la caída de los gobiernos peronistas en setiembre del 55 y marzo del 76, y continuadas al pie de la letra por gobiernos de distintos signos partidarios por lo que resulta ocioso especular sobre cuántos años gobernó uno u otro sector. La liberación de nuestro humilde pueblo y un país entero preso de tantas injusticias y arbitrariedades, requiere de un ejército heroico de argentinos capaces y honestos, que sin demasiado margen para el error, sin estúpidos egoísmos, estén dispuestos a cambiar drásticamente la historia, piensen como piensen y sientan como sientan, con el acompañamiento de una sociedad dispuesta a deponer la codicia, la indiferencia y el odio alimentados por tanta prédica insidiosa.