Bozidar Bajuk (75) y Teresa Grintal (73) llevan 49 años de casados y tienen seis hijos. Él como arquitecto y ella como psicóloga y profesora de Ciencias de la Educación, se desarrollaron con total normalidad en Mendoza.
Pero tiempo atrás, exactamente hace 70 años, fueron testigos de un hecho histórico que cambió sus vidas para siempre: el éxodo esloveno. Él con cinco años y ella con tres cruzaron junto a sus familias los Alpes en carros tirados por caballos, bicicletas y a pie. El objetivo era escapar del régimen comunista instalado en la actual Eslovenia (antes parte de Yugoslavia) después de la Segunda Guerra Mundial, en mayo de 1945.
En un principio ambos llegaron a Austria, donde permanecieron en campos de refugiados por tres años a la espera de una mejora en la situación de su país.
Pero como todo continuó igual cruzaron el océano Atlántico para llegar a la Argentina y radicarse en Mendoza, sitio de montañas similar a su tierra natal. Como ellos, entre agosto de 1948 y mediados de 1949, llegaron a nuestra provincia 65 parejas, 6 solteros y 125 niños provenientes de aquellas tierras europeas.
“Actualmente, la comunidad eslovena en Mendoza alberga a 600 residentes, con terceras y cuartas generaciones hijos de emigrados”, señaló Bozidar, secretario de la Sociedad Eslovena de la provincia.
Él junto a su esposa y toda la comisión directiva de la organización decidieron aprovechar el aniversario de aquel episodio histórico para transmitir a sus hijos, nietos y a toda la sociedad mendocina las dificultades que vivieron en esos días y cómo salieron fortalecidos.
“Por eso preparamos una edición especial de nuestro boletín informativo ‘Glasnik’ con fragmentos de diarios de quienes vivieron en esa época y testimonios de personas que actualmente viven en Mendoza”, explicó a la vez que detalló que si bien la revista siempre se edita en idioma esloveno, esta vez se incluyó la traducción en español para que pueda ser leída por toda la comunidad. Además han organizado una exposición de fotografías que se desarrollará desde 5 de junio hasta el 30.
En busca de paz
“El primer domingo soleado de mayo de 1945, desbordados por la inseguridad comenzamos el camino hacia Karavanke, límite norte con Austria. La terrible y larga guerra mundial llegaba a su fin. Eslovenia comenzaba el triste capítulo de su historia, se acercaba el período del comunismo. Nuestros padres decidieron abandonar el territorio de Eslovenia, decidieron abandonar su querida patria. Deseaban a cualquier costo, asegurarnos un futuro de paz y libertad. En ese entonces, se desconocía el significado del camino iniciado”, escribió Bozidar como parte del testimonio volcado en el boletín informativo. Su familia en ese entonces estaba compuesta por sus padres y cuatro hermanos.
“Mis papás tenían una incertidumbre terrible de cruzar los Alpes caminando con dos chicos en cochecito en una procesión de varios kilómetros de gente que escapaba”, aseveró.
Por su parte, Teresa contó que sus padres eran chacareros y tenían su propio terreno que debieron abandonar. “Como mi papá era parte del ejército esloveno tuvo que irse antes y partimos las mujeres solas con mi mamá, mi abuela y mis hermanas”, relató. “Salimos con un trozo de pan encima y con lo que teníamos puesto, hasta las zapatillas mojadas porque llovía”, añadió.
El gran problema que se encontraron los primeros que cruzaron fue que ese territorio austríaco era dominado por los británicos quienes en vez de refugiarlos, desarmaron al ejército y los mandaron de vuelta hacia Eslovenia donde los mataron por ser considerados traidores a la patria.
“En total, fueron 12.800 los eslovenos que fueron torturados y asesinados en fosas comunes”, precisó el hombre a lo que su mujer agregó: “Encima fueron engañados porque les prometieron que los llevarían a Italia en camiones, pero fueron devueltos y los mataron”.
Por eso, es que ambos se consideran sobrevivientes: “Por ser de los últimos que fuimos llegando nos salvamos, porque ya teníamos las noticias de que los demás habían sido entregados. Fue un hecho milagroso”, destacó la psicóloga y docente.
Vida de refugiados
Una vez que todo volvió a la calma, las personas que cruzaron fueron albergadas en campos de refugiados. "Ocupamos unas barracas que antes habían sido de los soldados con grandes piezas y pasillos en el medio; primero, en la zona de influencia británica y luego, estadounidense", recordó Bozidar.
Allí toda la comunidad eslovena se organizó para continuar con su vida de la mejor manera posible. “Se crearon jardines de infantes, la escuela primaria, técnica y secundaria. Se organizaron círculos de lectura, cursos de idiomas y de artesanías, talleres de herrería, zapatería, ropa y juguetes. Una de las barracas se destinó para la capilla, otra para el teatro y música y también una para las actividades sociales de los jóvenes”, detalló el secretario de la Sociedad Eslovena.
Si bien estaban en paz, fueron épocas duras. “Cuando tomé la comunión, después de la misa nos dieron un pedazo de pan; fue la primera vez que en la vida vi un pedazo de pan blanco, porque antes nos daban uno hecho con afrecho que era la comida para los chanchos. Inmediatamente me fui corriendo para compartirlo con mi familia”, recordó el hombre.
Por su parte, su esposa narró que tenían que hacer cola para recibir la comida. “Yo me acuerdo haber estado haciendo fila con el tarrito parecido al de leche en polvo con alambre en una mano esperando a que nos sirvieran una sopa”, contó.
Bienvenidos a Argentina
En los campos de refugiados, las familias eslovenas pasaron tres años, pero como la situación no mejoraba como para volver a su patria, empezaron a vislumbrar la posibilidad de salir de Europa.
“Pero nosotros teníamos un problema porque a las familias numerosas nos las querían en ningún país”, aseguró Bozidar, a la vez que rememoró que Venezuela sólo buscaba solteros y musculosos. “Nos hacían sacar la camisa para ver nuestras condiciones físicas; era terrible la discriminación, a veces iban varones solos y dejaban solas a las madres viudas”, señaló.
Por eso para ellos, la llegada del cónsul argentino fue la verdadera salvación. “Él vino, nos puso en fila a toda mi familia y nos dijo: ‘En mi país hay lugar y trabajo para todos’”, expuso el marido.
Así fue como tanto la familia de Grintal como los Bajuk se trasladaron a Argentina. “Cuando llegamos a Buenos Aires mi papá preguntó dónde había montaña porque nosotros somos de los Alpes amantes de la montaña. Nos indicaron Mendoza y por eso estamos acá”, precisó Teresa.
Otra ventaja que ambos mencionaron de venir a la Argentina fue que se les dio total libertad a los inmigrantes. "Había países que sólo nos querían para las minas subterráneas y acá cada uno tenía la libertad de hacer lo que quisieran y lo que conseguía era fruto de su trabajo", remarcó la esposa.
Con gran esfuerzo todas las familias eslovenas se fueron acomodando.
“Construyeron acá lo que dejaron allá, integrándonos desde el trabajo, la educación y siempre estando atentos a ver qué hacía el resto de sus compatriotas”, apuntó Teresa. Tanto es así que desde el primer momento que llegaron, la comunidad eslovena se organizó para garantizar el bien común.
“De hecho cuatro hombres: Pablo Boznar, Lucas Grintal, Rodolfo Hieschegger y Vladimirp Smon adquirieron una vieja casona en la calle Urquiza y la pusieron a disposición de la Sciedad eslovena para que desarrolle su vida, antes de tener su propia vivienda”, recalcó.
Por muchos años en su país natal ellos fueron considerados “criminales de guerra”, hasta que en 1991 luego del referéndum que le dio la independencia a Eslovenia, fueron considerados nuevamente como ciudadanos de ese país. “Hasta tengo el orgullo de decir que mi hermano menor Andrej Bajuk, quien llegó junto a familia en 1948 a Mendoza, fue en 2000 primer ministro esloveno”, subrayó el hombre.
Exposición fotográfica
A partir del viernes a las 20.30 quedará inaugurada en el Archivo General de la Provincia la exposición “150 fotografías de los campos de refugiados en Austria y de la cultura eslovena” que estará vigente hasta el 30 de junio. El objetivo es mostrar a aquellos que vivieron el éxodo y también la vida que luego desarrollaron en estas tierras recuperando y manteniendo tradiciones y cultura.
“Queremos destacar el esfuerzo que hicieron los eslovenos en los campos de refugiados en cuanto a educación, teatro, talleres de calzados y hasta de juguetes para los más chicos. También cómo la actualidad de este pueblo luchador, que siempre luchó por preservar su identidad, cultura y tradiciones”, expuso Bozidar Bajuk, secretario de la Sociedad Eslovena de Mendoza.
Colectividad activa
La Sociedad Eslovena de Mendoza, que nuclea a todos los eslovenos, sus hijos y nietos, es una organización activa que cuenta con 130 socios y promueve distintas actividades. Una de ellas es la escuela sabatina para jardín de infantes y primaria (donde se enseña a los niños y niñas el idioma). También se dictan cursos de esloveno para adultos.
En la parte artística han desarrollado un coro mixto, el octeto esloveno masculino, teatro, folclore, bailes eslovenos y argentinos. Además, el refugio esloveno de Los Penitentes les permite realizar actividades de montaña.
Las celebraciones religiosas de Navidad, Pascua y Año Nuevo son encabezadas por un sacerdote esloveno que también ofrece la misa dominical.
Para los más jóvenes se promueve el viaje de los egresados de la escuela secundaria a Eslovenia, con apoyo del Gobierno de Eslovenia. Además organizan cursos de cocina eslovena y celebraciones típicas como el Día de la Juventud, El Carneo, entre otros. Su sede está ubicada en Urquiza 335 de Ciudad.