Abrazados por la inmensidad recibieron al sol y con él, dieron una fraternal bienvenida a una "nueva era", marcada por un sentimiento de cambio profundo. Así, unas 400 personas recibieron ayer la llegada del 21 de diciembre en Mendoza. La fecha, que había sido interpretada por muchos como el "fin del mundo", en alusión al complejo calendario acuñado por los mayas hace cientos de años, fue celebrada por personas que vivieron una experiencia que consideran única: el descubrimiento espiritual.
En la villa de Uspallata, el escenario invita a la reflexión y el silencio obliga a indagar en el interior de sí mismo. Allí, enclavado en plena cordillera se encuentra el cerro Tunduqueral, sitio considerado sagrado por quienes han elegido el camino de la sencillez y la armonía, pues es en este lugar donde se dice que los ancestros y sabios otorgan sabiduría y ayudan a mitigar cualquier miedo.
La evidencia de que este cerro fue elegido desde tiempo inmemorial por los chamanes prehistóricos como un centro energético por excelencia, ha quedado documentada en los escritos que ellos dejaron grabados en las rocas. Eso explica por qué el Tunduqueral es una reliquia arqueológica y a la vez, un punto en el que cientos de almas se acercan en busca de paz.
Fue en este mítico rincón de la provincia donde mendocinos y visitantes se convocaron para meditar desde la madrugada. Ni bien el cielo se impregnó de un rosa vivo para regalar un nuevo día, la multitud inició su momento de oración. Estaban los que creen en los astros, los que siguen las enseñanzas de Jesús y aquellos que leyeron con detenimiento las escrituras de Sai Baba. No importó el cómo sino el qué fueron a hacer. En palabras de ellos mismos, todos lograron una experiencia que nunca borrarán de sus mentes ni de sus corazones: descubrir el amor hacia sí mismos, hacia el prójimo y para con la naturaleza.
A las 8 y 13 minutos exactos, fue el momento en que los planetas se alinearon. Luego, entre cánticos y danzas, la madre tierra fue homenajeada. Silvana Apichela (38) forma parte de la comunidad Estación Cielo y para vivir la experiencia viajó desde Tucumán. Mientras retornaba por el camino que lleva hacia el cerro -considerado un santuario-, la mujer aseguró que la sensación vivida fue de unión, plenitud y paz "con tus hermanos y con la Tierra".
Detrás y delante de ella, el contingente avanzaba a paso lento para continuar con el resto de las actividades que continuarán hoy y mañana. "Este es un paso más para entender que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. Es una oportunidad para recomenzar con alegría y unión", reflexionó Eugenia Arboit (35).
A un millar de km de su ciudad natal, Buenos Aires, Susana (61) aseguró que gracias a esta vivencia logró "bañarse de luz", mientras que Josefa (61) interpretó que no fue casual que la madrugada del viernes la encontrara rodeada de naturaleza y amor. "Esta experiencia nos dejó la conciencia de un mañana mejor, sin tanto materialismo. Es la oportunidad para generar una nueva conciencia", expresó la mujer con tono relajado.
Una elección de vida
Hace tres meses que Emanuel (28) eligió la montaña como el sitio donde trabajar y vivir. Pero antes que todo, el joven mencionó que su búsqueda personal, tiene que ver con una filosofía de vida. "Nos preocupamos mucho por tener cosas materiales, pero en definitiva no estamos viviendo. La Pachamama es la que nos da todo, no necesitamos nada más", dijo y confesó que ahora sí se considera una persona plena.
Todos los días, muy temprano en la mañana, va a su trabajo (construcción de cabañas), pero no sin antes ir al cerro a rendir su homenaje contemplativo al sol. En su caso, el camino para encontrar la paz interior comenzó hace seis años. "En todo ese tiempo he aprendido mucho; mi vida cambió radicalmente", aseguró Emanuel.