El simpatizante de Independiente tiene la garganta virgen. El único tanto en la B Nacional lo hizo Reinoso, en La Punta, ante Juventud Unida de San Luis, a los 15 minutos del segundo tiempo.
Desde allí, la Lepra acumula 210 minutos sin convertir. Y el hincha lleva tres partidos en fila sin gritos (Villa Dálmine, Godoy Cruz y Central Córdoba). Lo que más preocupa al cuerpo técnico es que no genera situaciones.
Con muy poco fútbol, al equipo le cuesta horrores poner un delantero cara a cara con el arquero y se ve obligado a repetirse en centros sin desbordes, que son una delicia para los defensores rivales.
Se siente incómodo cuando tiene la responsabilidad de ser protagonista. Hasta aquí lo mejor del Azul se vio en afuera. ¿Y cómo hizo para llegar al gol? Fue una pelota exquisita de González moviéndose como enlace (hoy juega como lateral derecho). La metió ‘colgada’ al segundo palo para la especialidad de Reinoso: el cabezazo. El Flaco ganó arriba, le cambió la dirección al balón y dejó sin chances a Perafán.
El gol no sirvió para sumar de a tres puntos: fue 1-1. El inconveniente no es la falta de definición; al Azul le falta juego. Sin grandes individualidades, el funcionamiento colectivo juega un papel preponderante. Si la Lepra no tiene ese jugador ‘distinto’ que puede romper el cero con una genialidad, el desequilibrio tiene que llegar indefectiblemente por habilidad ofensiva. Hoy, no tiene ninguno de los dos.
