1929: el asesinato de Lencinas

Esta es la crónica de la muerte del doctor Carlos Washington Lencinas

1929: el asesinato de Lencinas

Poco después de haber llegado a esta capital, procedente de Buenos Aires, el doctor Carlos Washington Lencinas, quien fue acompañado por sus partidarios hasta el Círculo de Armas, donde, después de haberse pronunciado varios discursos, se originó un tiroteo, a consecuencias del cual resultó muerto el citado dirigente político y heridas numerosas personas.

A continuación informamos sobre este luctuoso hecho, consignando los detalles en forma cronológica.

EL Dr LENCINAS EN LA PAZ

Tal como se había anunciado, en La Paz, el doctor Lencinas fue saludado por las delegaciones que habían ido a presentarle sus saludos en nombre de los elementos partidarios, formando luego parte de su comitiva.

En las demás estaciones intermedias, fué igualmente saludado por sus correligionarios, quienes les testimoniaron entusiastamente su simpatía y adhesión.

En esta forma, el doctor Lencinas y sus acompañantes llegaron a Mendoza a las 16.45.

EL ARRIBO DEL Dr. LENCINAS

Una vez detenido el convoy, descendió del mismo el doctor Carlos Washington Lencinas, a quien acompañaba el señor Antonio García Pintos.

Cuando el doctor Lencinas bajó del  coche en que viajaba, dejóse oír una prolongada serie de aplausos y vítores entre la numerosísima concurrencia que llenaba, como decimos, los andenes y la calle de acceso a la Estación del Pacífico.

El doctor Lencinas recibió entonces cariñosas manifestaciones del público asistente al acto, traducidas en vítores y aplausos prolongados.

Seguidamente, se organizó la columna de la manifestación, sacándose en andas al doctor Lencinas, quien en tal posición recorrió varios metros.

EL SERVICIO DE VIGILANCIA

La Central de Policía había dispuesto, en consecuencia, un servicio de vigilancia, que si bien no llenó las necesidades del acto, ya que pudo haberse destacado un personal uniformado más superior, por lo menos alcanzó a hacerse visible en representación de la policía en tal acto, mediante un grupo de unos veinte hombres, armados únicamente con sable. A este respecto el comisario inspector de la policía, señor Eduardo Gutiérrez Posse, nos informó que tal repartición había dispuesto que el servicio aludido no portara otra clase de armas, con el objeto de evitar la ostentación de las mismas.

SE ORGANIZA LA MANIFESTACIÓN

Luego que e1 doctor Lencinas y su comitiva hubo llegado a 1a esquina de calle Belgrano y Las Heras, se organizó la manifestación en una compacta columna que llenaba totalmente la calzada y veredas en un trayecto de más de una cuadra y media.
La manifestación en completo orden y a los gritos de viva Lencinas recorrió las calles Las Heras, Perú, Necochea y por Avenida España hasta el Círculo de Armas.

FRENTE AL CÍRCULO  DE ARMAS

Una vez que la columna llegó al Círculo de Armas en donde desde temprano se había aglomerado una cantidad respetable de personas que se disponían a escuchar la palabra de los oradores que había sido designados; el doctor Lencinas, acompañado de numerosas personas, hizo entonces la entrada al local del Círculo, ocupando instantes después uno de los balcones del edificio. Rodeaban en esos momentos al doctor Lencinas, varios de los más destacados correligionarios.

Acallados los aplausos que provocó su aparición en el balcón aludido, inició una serie de discursos el doctor Juan Carri Pérez, quien en breves palabras señaló el entusiasmo reinante en la concurrencia, provocado por la anunciada llegada del doctor Lencinas a Mendoza. El doctor Carri Pérez dió entonces, en nombre de la Juventud Lencinista de Mendoza, en cuya representación hablaba la bienvenida al jefe de la agrupación política aludida al doctor Lencinas.

Seguidamente, usaron de la palabra los señores Alberto Saá y Carlos Gallegos Moyano. A continuación, el señor Antonio García Pintos usó de la palabra, iniciando una recia arenga.

LOS PRIMEROS DISPAROS

En tanto, el orador arriba aludido continuaba su improvisación, entre la nutrida concurrencia se escuchaban algunas voces apagadas hostiles al régimen presidencial, que los concurrentes sofocaban con expresiones que imponían silencio. Al notar esta inquietud en el ambiente, el mismo jefe del radicalismo lencinista, desde el balcón que escuchaba los discursos, trató de normalizar el orden con ademanes. En ese instante, se escuchó el primer disparo, que partió del grupo ubicado entre la puerta central del Círculo de Armas y el balcón cercano al teatro Municipal. Breves segundos después de haberse escuchado esta detonación, se escucharon tres o cuatro más, generalizándose luego el tiroteo, ascendiendo los disparos a un número aproximado de veinte.

EL PÁNICO

Al escucharse la primera detonación, el público inició el desbande en forma desordenada, aumentando el temor que presto se tradujo en pánico al sucederse los disparos.

La mayor parte del público se el volcó sobre la plaza San Martín, invadiendo sus a avenidas y jardines, guareciéndose los más temerosos tras el basamento de la estatua al genera1 San Martín y las fuentes del paseo. A1 propio tiempo, algunos de los pequeños grupos que llevaban la delantera, buscando refugio seguro, penetraron presurosos por la puerta falsa de la residencia del interventor federal y las casas particulares cercanas que mantenían abiertas sus puertas.

Asimismo, hacia las calles Gutiérrez, Necochea y Avenida España, el público trataba de ponerse a salvo.

EL DOCTOR CARLOS W. LENCINAS ASESINADO

Mientras la cuadra  en que se realizaba la manifestación y las avenidas de la plaza quedaban desiertas, en el Círculo de Armas se notaba una gran agitación. En las dependencias del edificio y especialmente en el zaguán y salón que dan a la calle.

Las personas corrían y se aglomeraban confusamente. Las puertas y ventanas se entornaban o se cerraban. En estos momentos, según nos han expresado algunos testigos presenciales, los que se encontraban más cerca del doctor Lencinas, trataban de cubrirlo y conducirlo al interior de la sala de billar.

Hasta ese instante, nadie sospechaba que el doctor Lencinas hubiese sido herido. Notaron, sin embargo, que éste se llevaba una mano al pecho, sin conseguir hablar. Cuando alguien le indicaba que tratara en definitiva de ponerse a salvo, los presentes notaron que el doctor Lencinas se desplomaba, arrojando sangre por la boca. Levantado por varios y colocado sobre la mesa de billar, cercionaron que a hemorragia interna era cada vez mayor.

Fué entonces que el doctor Rafael Néstor Lencinas, que había auxiliado a su hermano, dijo a los presentes: “Carlos se muere, muchachos. Lo han asesinado”.

EL SEGUNDO TIROTEO

Cuando la gente había abandonado el lugar, hasta dejar completamente despoblada aquella calle, que momentos antes ofrecía un aspecto imponente, atestada de concurrencia, el jefe del Cuerpo de Seguridad, señor Ovidio M. Bertiller, se dispuso a efectuar una recorrida por frente al Círculo de Armas...

En tales circunstancias, es decir, cuando el caballo que montaba, enfrentó el Círculo de Armas, varias de las personas que se encontraban en el interior del local, abrieron una de las ventanas del edificio y dispararon una serie de tiros contra el aludido funciona

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