1927: La tragedia de Alpatacal

"El tren en el que viajaban los cadetes chilenos para asistir al homenaje a Mitre chocó con el tren que venía del litoral"

1927: La tragedia  de	Alpatacal

Una catástrofe sin precedentes en nuestro país ha llenado de consternación a dos pueblos hermanos. El choque de trenes acaecido en la estación Alpatacal está rodeado de tantas circunstancias dolorosas (...).

Por la magnitud luctuosa del desastre, en cuanto a la calidad de muchas de sus vidas y el momento en que se ha producido, este acontecimiento funesto ha de perdurar en el recuerdo y en el sentimiento unánime de nuestro país.

Una parte de la juventud (...) del ejército chileno ha experimentado la terrible desgracia. Esa juventud caballeresca y gentil había venido en representación de la institución de su patria para asociarse a las jubilosas festividades de nuestro aniversario de julio.

(...) Una hecatombe insospechada interrumpe el viaje y siembra el luto y el dolor en los corazones de dos países hermanos. El  destino ha sido cruel y ha sido horriblemente injusto.

Relato de un  testigo presencial

Nos refiere un testigo presencial,  que el tren de Buenos Aires aguardaba en la línea principal de llegada de los cadetes, para,  una vez éste en el desvío, continuar su marcha hacia  Mendoza.

Pero ante la sorpresa consiguiente, el tren especial continuó velozmente por el desvío y en forma espectacular trepó hasta el furgón de encomiendas del convoy que se encontraba detenido.

Apenas pudo salvarse el foguista, el cual, advirtiendo el peligro, se tiró hacia un costado de la vía.

Cómo se componía el   convoy de los cadetes

El tren especial que, conduciendo a los alumnos de la Escuela Militar chilena, había salido de ésta en el día de ayer a la 0.50 hora, estaba compuesto de dos máquinas, diez vagones dormitorio, dos coches comedores, un coche de primera clase, un furgón y una jaula de ganado.

Era conducido por el inspector Tomás Buntig y los maquinistas A. Bavio y José Busso y foguista Luis Bordín, los cuales resultaron muertos a consecuencia del accidente, y el foguista Gumersindo Quintero que resultó herido.

La catástrofe

Un formidable ruido, mezcla del crugir del maderamen y los fierros que rompíanse en mil pedazos, combinado con la explosión de las calderas, dió a los pasajeros la sensación de que acababa de producirse una espantosa catástrofe.

(...) Y mientras cada uno buscaba ponerse a salvo, los ayes de los heridos que las vigas y el maderaje no dejaban arrastrarse fuera de los coches, producían el desorden por doquier.

Pero el espíritu patriota y el concepto de valor hecho carne en los pechos jóvenes de los cadetes chilenos, pudo más que el dolor del momento y supo sobreponerse a la enorme desgracia.

Y fué así que la tarea de salvamento fue rápida e inteligente.

Nada podía hacerse con los primeros coches, volcados y completamente envueltos en llamas. Allí un grupo de cadetes se limitó a sacrificar a ocho hermosos caballos que justamente parecían víctimas de las llamas en las jaulas de transporte...

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