A diferencia de años anteriores, Mendoza fue una de las pocas provincias que -tras llegar a un acuerdo de incremento salarial para los docentes- comenzó las clases puntual; el 2 de marzo, tal como había quedado pautado en el calendario oficial. Sin embargo, con el transcurrir de los meses, la meta de llegar a los 183 y 178 días de cursado (en la primaria y la secundaria respectivamente) quedó como un sueño a medio cumplir y el tiempo que los chicos pasaron en las aulas fue desparejo según la realidad de cada establecimiento.
¿Los motivos? No sólo las jornadas de desinfección luego de cada una de las instancias para elegir autoridades o el viento Zonda que en varias ocasiones llevó a suspender las actividades en diferentes turnos hicieron cerrar las puertas de los colegios.
Amenazas de bomba, falta de gas, riesgos por derrumbes tras el sismo del 16 de setiembre, inconvenientes con el agua, reclamos de alumnos y padres, paros que generaron mayor ausentismo y hasta un faltazo masivo se sumaron entre los obstáculos que -en diferentes casos- restaron jornadas de aprendizaje.
El panorama se completó cuando el martes 1 de diciembre, a poco de culminar el ciclo y en un clima complicado por las demoras en el pago a los estatales, el gremio docente (SUTE) convocó a un paro.
A partir de ese día y hasta hoy -última jornada de cursado- la asistencia de los alumnos a las aulas fue parcial, pues muchos papás autorizaron a sus hijos “adelantar” las vacaciones luego de haber logrado todos los objetivos curriculares.
Los feriados fueron otra causa para dejar para después el dictado de los contenidos. A los once contemplados en el cronograma nacional transcurridos entre marzo y diciembre (incluyendo el último fin de semana extendido con motivo del día de la Inmaculada Concepción) se sumó el provincial por Santo Patrono Santiago y los departamentales, que se conmemoran en diferentes fechas con asueto.
Lo cierto es que en diferentes fechas y con plazos que llegaron hasta las quince jornadas sin actividades, los colegios dependientes de la Dirección General de Escuelas (DGE) tuvieron que enfrentarse a problemáticas que en algunos casos vienen acarreando desde hace años. Los privados y los que pertenecen a la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) tampoco quedaron exentos.
Reclamos, a la orden del día
Marzo comenzó con dos inconvenientes en materia educativa, a pesar del acuerdo logrado entre el Gobierno y el Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación (SUTE), en el marco del reclamo por mejoras salariales que había llevado adelante el sector. Ocurrió que a una semana de haber iniciado formalmente las actividades, en más de cien escuelas el retorno a las aulas se hizo esperar.
Los estudiantes afectados en este caso fueron los de los colegios privados que adhirieron a la medida de fuerza que llevó adelante de Sindicato Argentino de Docentes Privados (Sadop) por los haberes de febrero. En tanto, los alumnos de las escuelas técnicas suspendieron para más adelante el retorno a clase para solicitar que se derogara una resolución que estipulaba cambios en la currícula. En ese momento, ellos defendieron a rajatabla los talleres.
En junio, los colegios de la UNCuyo sumaron veinte días sin clases como consecuencia de los paros que los profesores nucleados en el gremio Fadiunc concretaron en el marco del pedido de mejoras salariales que los educadores universitarios sostuvieron a nivel nacional.
Durante los meses que siguieron, las situaciones que llevaron a perder días de clase se repitieron y fueron variadas.
Falta de gas y agua, lluvias, amenazas y faltazos masivos
El intenso frío de julio y las dificultades para hacer llegar gas para calentar las aulas y preparar los almuerzos (en las instituciones que cuentan con doble escolaridad) complicó el cursado en más de un colegio: La escuela Hogar Eva Perón, con sus 400 alumnos figuró entre las más afectadas, en tanto que las de zonas alejadas, como la Luis María Duhagon, de Puente de Inca y la Ricardo Palma (ubicada en La Carrera, Tupungato), pasaron quince días y más de una semana sin clases respectivamente.
En la escuela Normal Tomás Godoy Cruz, las amenazas de bomba que habían comenzado en 2014, continuaron entorpeciendo la enseñanza, dejando a toda la comunidad educativa atemorizada.
En el histórico edificio de la escuela Domingo Bombal, los problemas saltaron a la vista tras el terremoto de setiembre. Fueron los propios padres y alumnos del establecimiento los que se pusieron firmes para reclamar que se realizaran refacciones en paredes agrietadas e inestables columnas. Salieron a cortar calles del centro para hacerse oír y de hecho, el estado del colegio trascendió en los medios nacionales.
Para completar el panorama que ya venía complicado por las diferentes instancias de votación -que implicaron desinfectar los colegios elegidos en cada caso-, un faltazo masivo “decretado” por los propios estudiantes del secundario vació las aulas en los días que le siguieron a los festejos por el Día de la Primavera. Antes, en julio, cientos de chicos prefirieron sumar faltas para celebrar el Día del Amigo.
Las lluvias que fueron constantes en los últimos meses también colaboraron a restar días de clase. En noviembre, por ejemplo, la escuela de Niños Cantores de Mendoza tuvo que dejar de recibir a los alumnos para sanear las cinco aulas que se habían inundado. Por ese motivo, el 5 de noviembre los directivos decidieron suspender las actividades por tiempo indeterminado.
También instituciones de diferentes zonas rurales debieron suspender las clases luego de cada tormenta. Es que por las condiciones de los caminos ni los docentes ni los niños pueden acceder al establecimiento. A esto hay que agregar que muchas de esas escuelas no cuentan con agua de red y por tanto dependen de la provisión de las comunas, que no siempre cumplieron y eso impidió que se dictaran clases.
Contenidos, relegados
Al volver la mirada al año lectivo que culmina, los docentes destacaron que si bien este año hubo menos paros por parte de los docentes de la provincia, sí surgieron varias situaciones que resintieron el dictado de todos los contenidos previstos en un principio.
Andrea Sánchez, que es profesora de once cursos de la secundaria en cuatro escuelas distintas, comentó que en su caso tuvo que priorizar los temas a desarrollar debido a que en más de una ocasión el dictado de las clases se vio dilatado.
“Lo que podría haber enseñado en una o dos clases tenía que dictarlo en tres o cuatro para retomar los temas”, detalló la docente y citó que uno de los motivos de esa situación fue el alto ausentismo de los alumnos. Después de rendir los trimestrales, de hecho, se notó cierto relajo por parte de muchos estudiantes que con la autorización de sus padres faltaron durante varios días tras haber llegado al promedio necesario.
Desde el punto de vista de Sánchez, este año se notó mucho la falta de compromiso de los estudiantes al momento de cumplir con los deberes o llevar los materiales necesarios para aprender. “En ninguno de los cursos pude terminar de desarrollar todos los temas”, lamentó la educadora y mencionó algunas actividades que restaron horas dentro del aula, como los talleres y las jornadas de convivencia.
El ausentismo de docentes que se encuentran cumpliendo licencias muy extensas, fue analizado desde la autocrítica por algunos educadores como una falta de compromiso que según mencionaron, este año fue notoria. “A las razones de fuerza mayor, como las elecciones o el Zonda, se sumó que hubo muchas horas libres como consecuencia de las ausencias de los profesores”, detalló Alejandra Olaiz, profesora de Ética y Filosofía.