Como analizamos la semana anterior, la nueva coalición opositora legislativa conformada por el kirchnerismo, el massismo y el trostskismo impidió, el jueves 14D, el debate de la reforma jubilatoria.
Lo lograron, entre otras provocaciones, a partir de una matoneada hecha por un grupo de diputados al presidente del cuerpo, donde le tomaron por asalto el micrófono en un golpe comando dirigido por el inefable Leopoldo “marciano” Moreau, una expresión monstruosa del más atroz transfuguismo político.
La sesión fracasó, pero no necesariamente por esta Armada Brancaleone opositora, sino porque el oficialismo se dio cuenta que podría no alcanzar los votos para la reforma.
Por eso decidieron postergarla hasta convencer a los gobernadores peronistas de que cumplieran el pacto que firmaron a regañadientes, más urgidos por sus necesidades financieras de fin de año que por reeditar el Pacto de San José de Flores o el abrazo Perón-Balbín.
Fue ese 14D, la toma revolucionaria del micrófono por parte de Moreau y compañía, lo que hizo exclamar lleno de épica alegría al ya un tanto decadente Felipe Solá, que se trataba de “un día peronista” por haber impedido aprobar la ley.
El lunes 18 ocurrió lo mismo pero mucho peor. La inusitada violencia constituyó a esa jornada en un verdadero día negro de la democracia argentina. Sin embargo, también hubo quien lo reivindicó como otro “día peronista”.
Esta vez fue Horacio Verbitsky, quien luego de declarar su admiración por “la capacidad de respuesta popular”, afirmó que gracias a lo ocurrido ese lunes 18D “la Argentina sigue siendo el país del 17 de Octubre”. Y no sólo eso, sino que “esa contestación social comienza a hallar un cauce político”.
Suponemos que se referirá a la alianza del micrófono. Luego criticó a la policía que sin armas contuvo a las hordas violentas, porque a pesar de “seguir las directivas de protegerse sin responder”, lo hizo con “falta de convicción”.
Véase lo increíble y ridículo del razonamiento: según Verbitsky lo correcto por parte de las fuerzas de seguridad debe ser protegerse sin responder, pero además hacerlo con convicción. O sea, dejarse matar con una sonrisa. Para que las masas verbistkyanas puedan hacer otro 17 de Octubre a pedradas sin contestación “represiva”. Una apología del caos y una banalización del 17 de Octubre.
Pero lo cierto es que para que no les bajaran de nuevo la sesión con la excusa de la represión, los macristas pusieron de custodia a policías sin armas.
Eso le imprimió el doble de fuerza a los violentos, que esta vez decidieron tomar en serio el Congreso a pedradas, bazookazos y hondazos.
Así, mientras los que habían ido a protestar en paz se retiraban, un grupo de patanes atacó a los policías creyéndose émulos de cheyennes contra el General Custer, mientras que adentro del Congreso una suma de irresponsables legisladores de la nueva santa alianza opositora, totalmente alienados, pedían postergar la sesión porque la policía estaba reprimiendo, cuando los únicos que atacaban eran los manifestantes. Es que sabían que si lograban parar la sesión, el gobierno se debilitaría lo suficiente como para -en un tercer “día peronista”- intentar un delarruazo.
Fue un claro conato de golpe que no funcionó porque las condiciones hoy no existen para ello. Por el contrario, a cada iniciativa desestabilizadora más crece el gobierno.
Al macrismo lo redimen los que lo atacan. Si el gobierno no tuviera a nadie enfrente se le verían mucho más las equivocaciones. Pero al tener a estos impresentables y sus horrores con los cuales compararse, todos los errores se le minimizan totalmente.
Hoy una insurrección revolucionaria como quiere la izquierda dura es patética e imposible. Y si tiene algo de prensa es porque la apoya el kirchnerismo, aunque no por ideología sino porque tiene a todo su comando mayor político y económico preso y si su Jefa no tuviera al Senado como aguantadero también estaría bajo rejas.
Por lo tanto no les queda más remedio que combatir al sistema que les está poniendo presos a todos sus generales, aunque ese sistema sea la democracia, y aunque ninguno de sus comandantes en jefe sea un preso político, sino simplemente un corrupto en prisión.
Pero querer no es poder, el gobierno está más fuerte de lo que piensan incluso sus defensores porque estos opositores son mucho más débiles de lo que piensan todos.
La realidad objetiva ha cambiado mucho. Aunque tanto los defensores como los objetores de la democracia (que aún se manejan con parámetros y temores de otras épocas) ignoran que el pasado está queriendo no volver más.
Que la inmensa mayoría social está apostando a eso. Aunque si no cuidamos esta conquista, por supuesto que la historia volverá a repetirse. Pero no por los locos del micrófono, ni por los días peronistas del 14D o 18D.
Ni por más que la massista Graciela Caamaño reivindique al primer Mandela, el de la juventud, ese que proponía atacar la violencia con más violencia, en vez de apoyarse en el gran Mandela, el ejemplo del mundo entero, ese que ofreció la otra mejilla para lograr la paz y la unión de su país.
Es que tanto Felipe Solá, como Graciela Caamaño, como el propio Sergio Massa, luego de haber fracasado por fuera del peronismo, para volver a entrar ven “días peronistas” donde sólo hay violencia, creyendo que de ese modo complacen a sus nuevos aliados de la santa alianza opositora. ¡Ay Felipe! ¡Ay Graciela! ¡Ay Sergio! Roma no paga...