¿Tan solo es mi imaginación o hay una guerra mundial del petróleo en marcha, poniendo a Estados Unidos y a Arabia Saudita de un lado en contra de Rusia e Irán del otro?
No se puede saber con certeza si la alianza petrolera estadounidense-saudita es deliberada o una coincidencia de intereses, pero sí es explícita, entonces claramente estamos intentando hacerles al presidente de Rusia, Vladimir V. Putin, y al supremo líder de Irán, ayatolá Alí Jamenei, exactamente lo que los estadounidenses y sauditas les hicieron a los últimos líderes de la Unión Soviética: bombearlos a muerte; llevarlos a la bancarrota bajando el precio del petróleo a niveles por debajo de lo que tanto Moscú como Teherán necesitaban para financiar sus presupuestos.
Piensen en lo siguiente: cuatro productores de petróleo -Libia, Irak, Nigeria y Siria- actualmente están en un remolino, al tiempo que Irán está obstaculizada por sanciones.
Hace 10 años, esa noticia habría causado que los precios del petróleo se dispararan. Pero actualmente está ocurriendo lo opuesto. Los precios mundiales del crudo han estado cayendo durante varias semanas -rondando actualmente en 88 dólares- tras un largo período rondando entre 105 y 110 dólares por barril.
La caída en el precio es el resultado de disminuciones económicas en Europa y China, combinado con que Estados Unidos se convirtió en uno de los mayores productores de petróleo del mundo -gracias a nuevas tecnologías que permiten la extracción de grandes cantidades de “petróleo apretado” del esquisto-; combinado con que EEUU empiece a hacer excepciones y permita que se exporte una parte de sus productos del petróleo recién hallado; combinado con que Arabia Saudita se niegue a reducir su producción para mantener más altos los precios, pero optar más bien por mantener su participación del mercado en contra de otros productores de la OPEP.
El resultado neto ha sido hacerle difícil la vida a Rusia e Irán, en momentos en que Arabia Saudita y Estados Unidos están enfrentándolos a ambos en una guerra por representación en Siria. Estos son negocios, pero tienen igualmente la sensación de la guerra por otros medios: el petróleo.
Los rusos ya lo notaron. ¿Cómo podrían no haberlo notado? Ya han visto esto antes. El diario ruso Pravda publicó un artículo el 3 de abril con el titular: “Obama quiere que Arabia Saudita destruya la economía rusa”.
Decía: “Hay precedente para una acción conjunta de ese tipo que causó el colapso de la Unión Soviética. En 1985, el reino incrementó drásticamente la producción de dos a 10 millones de barriles por día, causando una baja del precio de 32 a 10 dólares por barril.
La Unión Soviética empezó a vender algunos lotes incluso a precio más bajo, alrededor de seis dólares por barril. Arabia Saudita no perdió nada, ya que cuando los precios se desplomaron 3,5 veces, la producción saudita aumentó cinco veces.
La economía planeada de la Unión Soviética no fue capaz de manejar el descenso en los ingresos de exportaciones, en tanto ésta fue una de las razones del colapso de la Unión Soviética”.
De hecho, el difunto Yegor Gaidar, quien fue el primer ministro provisional de Rusia entre 1991 y 1994, observó en un discurso del 13 de noviembre de 2006 que: “La cronología del colapso de la Unión Soviética puede seguirse hasta su origen el 13 de setiembre de 1985. En esta fecha, el jeque Ahmed Zaki Yamani, ministro del petróleo de Arabia Saudita, declaró que la monarquía había decidido alterar su política petrolera de manera radical.
Los sauditas dejaron de proteger los precios del hidrocarburo. Durante los seis meses siguientes, la producción en Arabia Saudita aumentó cuatro veces, al tiempo que los precios del petróleo se vinieron abajo. La Unión Soviética perdió aproximadamente 20.000 millones de dólares por año, dinero sin el cual el país sencillamente no podía sobrevivir”.
Ni Moscú ni Teherán se vendrán abajo mañana. Y si los precios del petróleo caen por debajo de 70 dólares, se verá un descenso en la producción estadounidense, ya que cierta exploración no será rentable, y los precios podrían afianzarse al alza.
Pero no lo duden, esta caída del precio sirve a intereses estratégicos de EEUU y los sauditas y lastima a Rusia e Irán. Los ingresos derivados del petróleo representan alrededor de 60% de los ingresos del gobierno de Irán y más de la mitad de los de Rusia.
El descenso en el precio no es accidental. En un artículo del 3 de octubre en el Times, Stanley Reed destacó el marcado descenso en los precios del petróleo “era visto como una respuesta a la señal de Arabia Saudita. a los mercados en el sentido que le interesaba más mantener la participación del mercado que en defender precios.
Saudi Aramco, la empresa nacional del petróleo, dejó pasmados a los mercados con el anuncio en el sentido de que reduciría precios, aproximadamente un dólar, por cada barril a Asia, el mercado crucial de crecimiento para los productores del Golfo Pérsico, así como una reducción de 40 centavos por barril a Estados Unidos”.
El Times también notó que con EEUU produciendo ahora mucho más petróleo y gas, “las importaciones netas de petróleo a Estados Unidos han bajado considerablemente desde 2007, 8,7 millones de barriles al día, ‘casi el equivalente de las exportaciones totales de sauditas y nigerianos’, con base en un informe reciente del Citigroup.
Esta abundancia llega en momentos en que también hemos encontrado un “surtidor” de tecnología energética en Silicon Valley, el cual nos está dando ganancias sin precedente en eficiencia energética y productividad, ahorros que pudieran acabar teniendo el mismo impacto que el esquisto para determinar nuestra seguridad en energía y fuerza mundial.
Google, a través de Nest, y Apple a través de códigos en el software del iPhone, están facilitándole al estadounidense promedio la administración y ahorro de energía en casa o el trabajo.
En resumidas cuentas: la tendencia para petrodictadores no es tan buena. Hoy día, Estados Unidos tiene una creciente ventaja en lo que el ex subsecretario de Energía Andy Karsner llama “las tres grandes C: código, crudo y capital”. Si tan solo pudiéramos hacer la reforma fiscal, y reemplazar la nómina e impuestos corporativos con un impuesto al carbono, tendríamos una fórmula para la resistencia y adaptación, así como el éxito, mucho mejor que cualquiera de nuestros adversarios.