¿Tiene Obama este derecho?

El presidente de los EEUU, según el autor, tiene razón en no inmiscuirse en los problemas de Oriente Medio pero, ¿es del todo acertado?

¿Tiene Obama este derecho?

Por Thomas  L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times © 2016

Sulaimaniyá, Irak. Como podía verse a partir de la reciente entrevista del presidente Barack Obama en The Atlantic, él prácticamente odia a todos los líderes de Oriente Medio, incluyendo a los de Turquía, Irak, Siria, Israel, Arabia Saudí, Qatar, Jordania, Irán y los palestinos.

Todo parece indicar que el principal objetivo de Obama consiste en terminar su mandato siendo capaz de decir que había reducido el involucramiento de Estados Unidos en Irak y Afganistán, impedido nuestro involucramiento en Siria y Libia, y enseñado a los estadounidenses los límites de nuestra capacidad para reparar cosas que no entendemos, en países con dirigentes en quienes no confiamos, cuya suerte no tiene tanto impacto para nosotros como lo tuvo en otra época.

Después de todo, indicó el presidente, más estadounidenses son muertos cada año resbalando en tinas o chocando contra venados con sus automóviles que por cualquier terrorista, así que necesitamos dejar de querer invadir Oriente Medio en respuesta a cada amenaza.

Todo eso suena magnífico en papel, hasta que un ataque terrorista como el del martes en Bruselas llega a nuestras costas. ¿Tiene el presidente este derecho?

Una visita aquí al norte de Irak, en el Kurdistán, y hablando con muchos iraquíes, deja a uno pensando que Obama no está totalmente equivocado. Sentado a lo largo de un foro en la impresionante Universidad Americana de Irak, Sulaimaniyá, y observando a líderes iraquíes riñendo y apuntándose mutuamente no me dejó queriendo comprar muchas acciones en la ISX, la Bolsa de Valores de Irak.

Lo que más me impactó fue el momento en que el jeque Abdulá Humedi Ajeel al-Yawar, jefe de la gigantesca tribu Samar, centrada en lo que actualmente es Mosul ocupado por Estado Islámico, se paró con su elegante bata, miró al ministro del petróleo de Irak y preguntó: “¿Qué pasó con los 700.000 millones de dólares (en recursos del petróleo) que llegaron a Irak y no se construyó ni siquiera un solo puente? ¿Qué pasó con los 700.000 millones de dólares? Estamos preguntando esto de corazón”.

Recibió el mayor aplauso de todo el día. No podemos estabilizar a Irak o a Siria si sus líderes no comparten el poder y no dejan de saquear.

Sin embargo, sentarse aquí también hace que uno se pregunte si Obama no se ha obsesionado tanto con defender su enfoque de no meter las manos en Siria que subestima tanto los peligros de su pasividad como la oportunidad de que el poder estadounidense incline a esta región a nuestro favor, sin tener que invadir ninguna parte. Al principio, pensé que Obama había tomado la decisión correcta con respecto a Siria. Sin embargo, los millones de refugiados expulsados de Siria -más los migrantes económicos que actualmente rebosan de África a través de Libia tras la operación totalmente fallida entre Obama y la OTAN allá- están desestabilizando a la Unión Europea.

La UE es el socio económico de mayor importancia y más estratégico de Estados Unidos y el otro gran centro de capitalismo democrático. Amplifica el poder estadounidense y, si es restringido, nosotros tendremos que hacer mucho más por cuenta propia para defender el mundo libre.

Nosotros y la mayoría de Estados Unidos juntos hemos llegado a pensar en cómo crear lugares seguros en Libia y Siria para detener la ola de refugiados antes de que quiebre a la UE. La historia no será amable con Obama si él meramente aleja la mirada.

Al mismo tiempo, Obama tiene una oportunidad que ningún presidente estadounidense ha tenido antes. Dos incipientes democracias han surgido en Oriente Medio... por sí solas. Una está en Túnez, cuyos líderes de la sociedad civil ganaron el Premio Nobel de la Paz luego de haber escrito la Constitución más democrática en la historia de la región. Sin embargo, armas, refugiados y terroristas islámicos que vienen de Libia, que nosotros descorchamos imprudentemente, están contribuyendo a desestabilizar el experimento tunecino.

Occidente debería estar encima de Túnez con ayuda económica, técnica y militar. “Túnez es una nueva democracia”, me dijo su ex primer ministro Mehdi Jomaa. “Pudiera ser pequeña, pero su influencia para el futuro de la región es enorme. No puedo imaginar estabilidad alguna en la región si Túnez no tiene éxito”.

El otro experimento con la democracia que se encendió sola es el Kurdistán iraquí, donde los kurdos solos construyeron una universidad al estilo estadounidense en Sulaimaniyá, debido a que ellos quieren emular nuestras artes liberales, y apenas acaba de inaugurar una segunda Universidad Americana, en Dohuk. Sin embargo, el diminuto Kurdistán actualmente es anfitrión de 1,8 millón de refugiados de otras partes de Irak y de Siria, y con bajos precios del petróleo casi está en bancarrota.

El gobierno kurdo, que estaba permitiendo el surgimiento de un fuerte partido de oposición y una prensa libre, ahora está dando marcha atrás, con su presidente, Massoud Barzani, negándose a ceder el poder al final de su mandato, y la peste de la corrupción está por todas partes. El experimento kurdo con la democracia pende de un hilo. Más ayuda estadounidense, condicionada a que Kurdistán regrese a la vía democrática, lograría muchísimo.

“Aquí es un gran juego de sobrevivencia”, dijo Dlawer Ala' Aldeen, presidente del Instituto de Investigación de Oriente Medio, en Kurdistán. “Estados Unidos necesita captar la atención de los kurdos constructivamente, ofrecerles atención condicional y volverlos el socio que Estados Unidos merece. Aquí, todos le prestan atención a Estados Unidos y es de su agrado. El pueblo kurdo quiere que EEUU los proteja de Irán y de Turquía”.

Kurdistán y Túnez son justamente lo que soñamos: democracias que se generaron solas y que pudieran ser un modelo para otras en la región. Sin embargo, necesitan ayuda. Para mala fortuna, Obama parece tan obsesionado con no ser George W. Bush en Oriente Medio que ha dejado de pensar en qué tal ser Barack Obama aquí; cómo dejar un legado único y asegurar un asidero para la democracia... sin invadir.

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