“Soy un apasionado de la política”

‘El Negro’ Morales vive en Santa Rosa y es dueño del bar La Polémica. Se define como “radical antes de nacer”.

“Soy un apasionado de la política”

Ayer en Santa Rosa, el Negro Morales desayunó unos mates mientras ojeaba el diario; después, le dio un beso a su esposa, ‘la’ Mirta, y salió sin apuro para la escuela Pascual Pringles a votar, como en cada elección desde julio del ‘57 cuando por primera vez entró a un cuarto oscuro.

Morales tiene 77 años, es el dueño del bar La Polémica y aunque su libreta de enrolamiento asegura que se llama Julio César, en Santa Rosa todos lo conocen como ‘el Negro’, incluso el presidente de mesa y los fiscales: un tipo macanudo y de cuna radical.

“Yo ya era radical antes de nacer”, exagera entre risas: “Porque fíjese que mi mamá, ya defendía al partido y andaba peleándose con los demócratas cuando todavía me tenía en su panza”, dice el Negro, que aunque por la edad no está obligado a ir a los comicios, igual fue a cumplir con su deber ciudadano de elegir autoridades.

“Soy nacido y criado en Santa Rosa, y voto en la escuela Pringles, que es donde hice la primaria en los años 40”, dice el Negro, que nunca aceptó un cargo en política, pese a que lo fueron a buscar decenas de veces para ir en alguna lista: “Soy un apasionado de la política, pero ocupar cargos no es lo mío; a mí déjeme con la familia, con el bar y con los amigos que la vida me ha dado”.

Una sola pregunta sobre la situación del país, alcanza para que Morales se dé manija y hable media hora seguida: va a opinar que las cosas están mal y que “no hay que ser muy vivo para darse cuenta”; dirá que este año ya se votó “demasiadas veces” y que eso habrá que revisarlo; también que hay que “mejorar” la boleta y pasar al voto electrónico y criticará el sistema de reelecciones... “Tarde o temprano se envician de poder, por eso cuatro años y a la casa, desde la Municipalidad hasta la presidencia”.

Morales dice que gane quien gane hay un cambio de época, pero se lamenta de las “canalladas” de la política y de los que “entran para llenarse los bolsillos”; hace una pausa y sigue: “Lo que yo opino son cosas de sentido común, que las piensa cualquiera y que las hablamos en el bar, pero que no se resuelven”.

La política nunca le ha quitado amigos y pese a su conocida pasión por el partido de Irigoyen, no hace diferencias en su bar, al que van parroquianos de izquierda y de derecha (si esas distinciones mantienen algún sentido) y hasta anarquistas.

“En el bar, ‘la grieta’ de la que hablan en los noticieros solo se ve en las paredes”, se ríe y sigue: “Mi bar se llama La Polémica y se discute de política, pero no hay peleas” y como muestra, alcanza un botón: dos por tres, Morales y sus amigos organizan una comida y el asador del grupo es el concejal peronista Jorge Salomón: “Pregunte a cualquiera quién es el asador oficial del bar, un peronista”, desafía e insiste: “Acá viene mucha gente que no piensa como yo, el papá del intendente Sergio Salgado (FpV), por ejemplo, don Ramón Salgado, que le dicen Cucurucho, un peronista de toda la vida y no por eso nos hemos peleado”.

Para las elecciones, el bar a veces cierra y a veces no, un asunto que depende de si el comisario se acordó de pasar a avisar, y sobre eso hay muchas anécdotas, como aquella madrugada de elecciones, hace unos cuantos años, cuando la guitarreada se extendió hasta tarde, con el lugar lleno de gente y hasta con gendarmes, de los que habían llegado al pueblo a cuidar las escuelas.

Cuenta que el jueves hubo un campeonato de truco en el bar: “Fue para juntarle dinero a las chicas del aerobic del pueblo, que tienen que viajar; acá siempre vienen las escuelas, los clubes y los grupos de la iglesia a pedir que armemos una colaboración y se hace: $ 4.000 juntamos para las chicas entre las cartas y las empanadas; vino mucha gente, radicales, gansos y peronistas. Algunos ganaron y otros perdieron, igualito que con las elecciones ¿vio?”.

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