Alejada del poder desde mayo, abandonada por aliados y con débiles apoyos entre sus propias filas, la presidenta brasileña Dilma Rousseff está cada vez más cerca de dejar su cargo definitivamente y sólo un “milagro” podría salvarla, coinciden analistas.
El último capítulo de la saga del impeachment tuvo lugar la madrugada de ayer, cuando el pleno del Senado aprobó someter a juicio político a la presidenta, acusada de maquillar las cuentas públicas y autorizar gastos sin aprobación del Congreso.
El último paso tendrá lugar entre el 25 y el 29 de agosto, fecha probable del juicio en el Senado. Si dos tercios de su plenario (54 votos sobre 81) votan por el impeachment, como se prevé, Rousseff deberá abandonar el poder definitivamente y se dejará caer el telón sobre los 13 años en el poder del Partido de los Trabajadores (PT), emblema de la izquierda latinoamericana.
En ese caso su ex vicepresidente Michel Temer, que ya asumió la presidencia de manera interina y a quien la mandataria acusa de traicionarla y dar un “golpe legislativo” en su contra, terminará su mandato, que se extiende hasta el fin de 2018.
“La verdad es que Dilma necesitaría un milagro para que eso no ocurra, yo diría que la mayor sorpresa sería que consiguiera revertir el proceso. Hoy eso no se ve posible”, declaró el analista político Everaldo Moraes, de la Universidad de Brasilia.
“Hasta sus propios aliados lo perciben, saben que el proceso se volvió irreversible”, añadió. Las sesiones para la fase final del impeachment de Rousseff comenzarán unos días después del cierre de los Juegos Olímpicos de Rio-2016, los primeros en América del Sur que precisamente el antecesor de Rousseff y su padrino político, Luiz Inacio Lula da Silva, batalló para traer a Brasil en la puja de 2009.
Eran otros años, cuando la economía aún florecía y el gigante sudamericano parecía ser la potencia mundial que por fin había despertado.
Pero hoy el panorama es otro: la mayor economía de América Latina está en recesión desde el año pasado, cuando el PBI cayó 3,8%; el desempleo está al alza y la confianza en Brasil se esfumó de la mano de una crisis política profundizada por masivos escándalos de corrupción.