La triunfal elección del radical Jeremy Corbyn como líder del Partido Laborista británico firma la muerte oficial del “blairismo” y augura una crisis existencial dentro del movimiento, dividido entre entusiasmo y reservas, estiman analistas.
“El Partido Laborista no está muerto, pero el blairismo sí. Jeremy ha terminado de matarlo”, escribía ayer el diario conservador Sunday Telegraph. El rotativo no dudó en titular con “La muerte del New Labour”, refiriéndose al experimento encabezado por el ex primer ministro Tony Blair en los años 1990, consistente en abrazar sin complejos la economía de mercado.
Una estrategia a la que se opone precisamente Jeremy Corbyn, elegido holgadamente el sábado como líder del partido con el 59,5% de los votos, dos puntos y medio más de los que recibió Blair en 1994. Según el editorialista del Guardian Rafael Behr, esta victoria es “un terremoto político” que ha “enterrado el blairismo”.
“Se ha abierto una brecha cultural y estructural entre un laborismo del establishment, el del Parlamento (...), y un laborismo indignado, nacido del maridaje complejo e híbrido” entre “viejos guerreros de la izquierda” y “nuevos militantes idealistas”, añade.
Los partidarios de Corbyn estallaron de júbilo cuando se anunció su victoria, pero no así otros militantes que acudieron al acto en el Queen Elizabeth II Conference Centre, en Londres, donde se celebró el sábado el congreso extraordinario del partido.
“Un partido dividido es un partido que no gana”, advirtió una ex ministra de Tony Blair, Margaret Beckett, mostrándose crítica con el estilo rebelde de Corbyn, un veterano de la izquierda británica. “Para traer el cambio, hay que estar en el poder. Hablar, protestar o manifestarse no hace avanzar las cosas mucho”, añadió.
A modo de aviso sobre las dificultades que se avecinan, varias personalidades del partido han anunciado ya que no trabajarán con el nuevo líder.
Ante el riesgo de fractura, Corbyn hizo un llamamiento a la responsabilidad, y destacó que su elección le da un “mandato extraordinario” para enderezar al Partido Laborista, tras la sonada derrota en las legislativas del pasado mayo, donde los conservadores de David Cameron se alzaron contra todo pronóstico con la mayoría absoluta.
"Los militantes y los simpatizantes quieren y esperan que los miembros del partido cooperen con el nuevo líder", dijo Corbyn a The Observer.
Los próximos días serán ricos en acontecimientos, que permitirán juzgar la salud del principal partido opositor británico.
Corbyn deberá cerrar la composición del gabinete en la sombra, y detallar la posición del partido ante el proyecto del gobierno de endurecer la normativa sobre el derecho a la huelga.
Los diputados laboristas, entre los cuales tiene pocos apoyos, estarán muy atentos a la respuesta de Corbyn en estos puntos y en otros, como el arsenal nuclear británico o el referendo sobre la pertenencia a la UE promovido por Cameron.
Corbyn “debe ahora superar una serie de pruebas determinantes para convencer a los diputados de que el objetivo es ganar las próximas elecciones” en 2020, “y no aventurarse en una experiencia ideológica”, advirtió el diputado laborista Simon Danczuk en el Mail on Sunday.
De momento es demasiado pronto para decir si Corbyn deberá enfrentarse a una rebelión entre sus diputados. Pero los rumores son tales que el número 2 del partido, Tom Watson, ha tenido que salir al paso.